Por Segura Zariquiegui
El papa Francisco habló de la belleza del matrimonio durante la misa en Casa Santa Marta el 25 de mayo de 2018 en la que participaron, entre otras, siete parejas que celebraban sus bodas de plata y de oro.
El Papa cuenta que una vez se encontró con una pareja que festejaba sus 60 años de matrimonio, y les preguntó: «¿Son felices?», los dos se miraron y sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción, y le respondieron: «¡Estamos enamorados!».
Dijo además el Papa: «Es verdad que hay momentos de dificultad, hay problemas con los hijos o en la misma pareja, discusiones, peleas… pero lo importante es que la carne siga siendo una y se superan, se superan, se superan. Y esto no es solo un sacramento para ellos, sino también para la Iglesia, como si fuese un sacramento que llama la atención: “¡Miren, el amor es posible!”. Y el amor es capaz de hacernos vivir enamorados toda la vida: en la alegría y en el dolor con el problema de los hijos y el problema de ellos… pero ir siempre adelante. En la salud y en la enfermedad, pero siempre adelante. Esta es la belleza».
Y en la audiencia del 26-4-2017, el Papa le dijo a un grupo de matrimonios que celebraban sus bodas de oro: «Ustedes que festejan los 50 años de matrimonio, ¡díganles a los jóvenes que es bueno, que la vida del matrimonio cristiano es hermosa!».
Pues bien, Jesús Segura, 77 años, de Villafranca, y Mary Zariquiegui, 72 años, de Salinas de Oro, los dos navarros, contrajeron matrimonio un 4 de enero de 1969 en Pamplona. Este 2019, en Burgos, hemos celebrado sus bodas de oro. Cincuenta años de vida compartida. Empresarios, padres, abuelos, siempre cómplices. Sus hijos y nietos les han hecho esta entrevista que intenta recoger vivencias y pensamientos de estos cincuenta largos años.
¿Qué fue lo mejor de la celebración de las bodas de oro?
Ambos —El reconocimiento de los hijos y nietos a nuestra labor como padres y abuelos.
¿Cómo pudisteis superar las dificultades?
Mary —Teniendo claro el objetivo, sin distraerse en el camino.
Jesús —Una vez que el hombre aprende a obedecer en casa a su mujer, ya puede ser patriarca y mandar en la familia y fuera de ella.
¿Cómo conseguisteis conciliar la vida laboral, familiar y de pareja durante tanto tiempo?
M —Era una amalgama en la que todo está muy mezclado, siempre ha estado todo muy unido y no hemos tenido necesidad de separarlo.
J —Partiendo de la base de la existencia de un mundo individualista y egoísta, hemos querido —y conseguido— crear en la empresa y en la familia el nosotros, proyectándolo al mañana y para siempre.
¿Qué es lo que más valoráis en el otro?
M —La lealtad y complicidad.
J —Lo que más valoro en mi mujer es que es lista e inteligente, algo muy difícil de conseguir. Pero ella sabe conjugarlo admirablemente. O, al menos, eso me parece a mí.
¿Y el mayor defecto del otro?
M —La verdad es que tiene bastantes, como por ejemplo que es un poco egocéntrico, todo tiene que girar a su alrededor, pero las virtudes superan en mucho a las limitaciones que tiene.
J —No he conseguido nunca ver ninguno, admito que puedo ser ignorante, aunque no tonto.
¿Cuál es el secreto para haber llegado a las bodas de oro?
M —Desde que me casé, lo hice con la idea clara de que era para toda la vida. Pero ha habido algo más importante: que nos embarcábamos en una aventura fascinante, que es nuestro proyecto común, nuestro propio matrimonio.
J —No solamente me casé para toda la vida, sino que, al entrar el concepto de la lógica espiritual, lo hice a eternidad.
Hablando de lógica espiritual, ¿Qué importancia le dais a la Iglesia y a la fe en vuestro proyecto común?
M —La Iglesia ha sido nuestra compañera en este camino y, en cuanto a la fe, me ha dado la capacidad de perdonar las pequeñas ofensas y renacer de nuevo.
J —Le doy toda, puesto que, al no existir inteligencia en el ser humano, no hay persona en el mundo que sin ser preceptiva la fe, pueda hacer ninguna acción posterior, pues esta condiciona a la persona a sí misma, a su propio futuro y el de su entorno. En cuanto a la Iglesia, al ser portadora de verdades eternas, la fe no pueda quedar al margen de la misma.
¿Qué ha significado para vosotros, que vuestro hijo mayor sea cruzado?
M —Dos cosas, un regalo y una satisfacción.
J —En un mundo donde el yo y el hoy condiciona a toda nuestra juventud, el que haya personas que dediquen su vida al bien de todos nosotros es algo minoritario, pero de gran valor para el futuro.
¿Cuál es el mejor recuerdo de pareja que tienes?
M —Tener la sensación de que el mundo era mío.
J —Como tengo mala memoria con el recuerdo del día a día me sobra, porque sé que el mañana será igual al ayer, ambos inmejorables.
Y de aquí en adelante con los achaques, la vejez… ¿cómo os preparáis para el otoño de vuestra vida?
M —Con mucha alegría, esperando tener relativamente buena salud y seguir acompañados de la familia y gente querida.
J —Mi propia vida material es lo que menos me preocupa, pues existiendo la lógica espiritual, el final no deja de ser el principio.
¿Una última reflexión para compartir?
M —La máxima con la que eduqué a mis hijos: en esta casa no hay nada ni tuyo ni mío, todo es nuestro. Y esta es la síntesis de todo mi matrimonio.
J —No solamente acepto y comparto esta máxima, sino que, existiendo el mañana, partiendo del pasado a través del presente, pretendo llegar al futuro familiar y de la empresa para que a través de la descendencia esta idea siga existiendo, pues la muerte empresarial la creamos siempre a través de nuestro egoísmo personal.