Consejos tras la muerte de su padre

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Margarita y Tomas
Margarita y Tomas

Del epistolario que se ha conservado, enviado por Tomás Morales a su familia desde el destierro de Bélgica (Nota 1), hemos seleccionado una carta escrita en Chevetogne, antigua abadía benedictina donde realizó el noviciado (1932-1934), el juniorado (1934-1936), y en esos momentos (1938) se encontraba cursando segundo año de Filosofía.

La carta, escrita a pluma con letra caligráfica, en dos cuartillas por las dos caras, está dirigida a su hermana menor Margarita poco después de la muerte de su padre. En ella, y siempre desde la distancia, analiza los posibles sentimientos que ha podido dejar la separación del padre y, sobre todo, la conciencia positiva y de ayuda que debe prestar a quien más lo necesita en esos momentos, su madre. En esos momentos su madre vivía con dos de sus hijas: Rosa, la mayor, y Margarita, la pequeña, que estaban aún solteras. Margarita tenía en ese momento 26 años, y recibe una serie de consejos para mejor tratar a su madre. No en vano, por cercanía de edad, era la más afín y próxima a él. Le alienta también a una vida interior más fervorosa.

Ese mismo día, 13 de mayo (Nota 2), había escrito también otra carta a su madre. Se trata de dos misivas consolatorias (su padre había muerto el 18 de marzo anterior), y esta que reproducimos es respuesta a otra anterior de Margarita escrita el 28 de abril, no conservada, aunque de contenido deducible por las respuestas.

* * *

J.H.S.

Chevetogne 13 mayo 1938

Muy querida Margarita:

Juntamente con la de mamá recibí tu carta del día 28, y, aunque quise contestarla antes, no he encontrado hasta hoy un rato para ponerte estas líneas. Por la tuya comprendo lo que sufres con la muerte de papá. No me extraña, y ese sufrimiento es el honor póstumo que los corazones agradecidos rinden a los seres más queridos. ¡Son además tantos los motivos que teníamos para amar a papá con toda el alma! Por esto, porque yo también sufro, me hago bien cargo de tu dolor, del de Rosa, del de todos. Cuando les escribí a alguna de nuestras hermanas casadas les decía que tú y Rosa sufren más especialmente que ellas, ya que, por no haber repartido un amor que, por ser humano es limitado, concentraban todo su cariño en papá. Así lo creo, y por eso no me extraña lo que me dices en tu carta.

Pero no debes dejarte llevar de un excesivo dolor que a nada conduce. Los sentimientos no podemos, ni debemos, ahogarlos; pero sí podemos, y debemos, regirlos y hacer que en todo momento estén subordinados a la razón (Nota 3). ¿Que esto es difícil? Te lo concedo (Nota 4). ¿Que es imposible? Sin el auxilio de Dios, desde luego; con la gracia divina dispuesta siempre a socorrernos y a fortalecer nuestra débil voluntad, de ninguna manera. Tú sabes muy bien que todo lo puede una voluntad enérgica y decidida; tú sabes muy bien que la mujer de carácter, —muy sensible, muy femenina, muy enérgica—, es la que sabe hacer frente a las circunstancias, la que sabe dominar sus sentimientos. Ese es el distintivo y sello de la verdadera mujer: mantenerse frente al dolor, al sufrimiento, en actitud digna, sin abatirse ante el dolor, puesta siempre la esperanza en una vida mejor que empezará cuando acabe esta ficción de vida que aquí en la tierra tenemos.

Hay que saber vivir la vida, querida Margarita, y solo la saben vivir quienes saben hacer frente al dolor, ofreciendo ese dolor ante el trono de Dios, para que por los méritos de Jesucristo, se derramen sobre las almas de los demás tesoros de redención, de gracia, de vida.

¡Cuántas veces sufrimos inútilmente por no saber acudir a quien únicamente nos puede consolar! Sufrimos, y acudimos a los que nos rodean esperando que nos den un consuelo que no nos pueden dar; nos entregamos al delirio de nuestros pensamientos, nos echamos en manos de nuestros sentimientos no controlados por la razón y olvidamos lamentablemente que la única fuente de verdadero y auténtico consuelo es nuestra fe, esa luz esplendorosa que ilumina nuestro camino a través de la vida, esa llama que comunica calor y vida a nuestros corazones cuando sentimos que nos faltan los seres más queridos que van muriendo. Acude, pues, al Corazón de Jesús, todo consolación y dulzura, para los que tienen la inefable dicha de encontrarle. Asiste, si puedes, y seguramente podrás, si quieres, a la diaria celebración del Santo Sacrificio de la Misa. Sábete que el obsequio más agradable que puedes hacer a papá, el más eficaz, es asistir diariamente a la Santa Misa, ofrecer todos los días con el sacerdote a Dios Padre la hostia viva que es Jesucristo Nuestro Señor. Esta hostia santa tiene ante el Padre valor infinito y si diariamente la ofreces en manos del sacerdote a Dios Nuestro Señor, podrás estar segura de que el alma de papá goza y se alegra en la presencia de Dios. Además, solamente asistiendo a la misa podrás adquirir esas gracias que necesitas para saber bendecir al Señor en medio de la gran pena con que se ha dignado visitarnos, para saber “vivir la vida” con la decisión y serenidad con que se debe saber vivir quien ostenta el honroso título de cristiano.

Fragmento de la carta a Margarita
Fragmento de la carta a Margarita

Y, ahora, para acabar, unos consejos prácticos. Pon tu mirada en mamá. Concentra en ella el cariño que tenías a papá. Ámala con un doble título: como madre, como compañera abnegadísima de papá en la ardua tarea de criarnos y educarnos a 10 hermanos. Piensa en ella; considera lo que debes, lo de debéis todos hacer por ella para que tenga una vejez serena esperando en las manos de Dios el momento de la muerte para reunirse con papá (Nota 5). ¿Qué debes, qué debéis hacer con ella? Primero, perdonar. Ya es vieja; sus nervios gastados por el esfuerzo de tantos años sacrificados a nosotros; su corazón traspasado con un dolor, que nosotros no podemos ni imaginar siquiera, por la muerte de papá. ¿Qué de particular tiene que a veces se impaciente, se alteren sus nervios? Perdonar, pues; jamás enfadarla y algo más se merece: amarla de veras, obsequiarla, cuidarla, alegrarla, darle gusto en todo, pedir mucho a Dios por ella, que la Virgen la proteja, que el Corazón de Cristo la consuele, que se prepare en estos sus últimos años para recibir en el cielo el premio de tantos años de sufrimientos y sacrificios por nosotros.

Escríbeme: reza por mí, reza por todos, ora por el alma de papá. Un abrazo muy fuerte. Tomás


 

Nota 1.

La Compañía de Jesús fue expulsada de España por decreto el 31 de enero de 1932 y no regresó hasta el final de la Guerra Civil en abril de 1939, cuando recuperó las casas que le habían sido incautadas. Los jesuitas de la provincia de Toledo ocuparon durante esos años varias casas de Bélgica. En su mente tenían clara conciencia de estar en un destierro por motivos políticos.

Nota 2.

El 13 de mayo será un día decisivo en su vida, especialmente a partir de 1942 en que es ordenado sacerdote en Granada. Ese día, aniversario de las apariciones de Fátima, no tuvo aún una repercusión especial para él.

Nota 3.

Toda esta serie de consejos que da a su hermana, en realidad parece que se los está dando a sí mismo. En su vida pastoral, en las homilías que pronunció, especialmente en sus últimos años pero no sólo, podrían rastrearse sus estados de ánimo por los consejos que daba a su auditorio.

Nota 4.

Reminiscencia de los métodos escolásticos con que aprendían la filosofía. A una serie de preguntas y respuestas en latín (las célebres controversias) que hacía el profesor o que podía hacerse el propio alumno como ejercicio retórico, él mismo contestaba a su vez con un tibi concedo o tibi nego: «te lo concedo, te lo niego». Lo sorprendente es que lo haya introducido en una carta familiar.

Nota 5.

Su madre vivió aún diez años más. Terminada la Guerra Civil regresó la familia a Madrid. Tras larga enfermedad, murió en febrero de 1948.

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