De pastor metodista a carmelita de deseo

Javier González Valdez

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Escudo del Carmelo
Escudo del Carmelo

Cinco siglos después, la vida y escritos de la santa abulense sigue siendo fuente de conversiones. Como (recordemos) lo fue para Edith Stein.

En esta ocasión expongo el testimonio de conversión de un ex pastor metodista. Comencemos con su presentación:

«Mi nombre es Javier González Valdez, y vivo en la Ciudad de México. Nací en el seno de una familia católica por tradición y no por convicción. De clase media acomodada. Mi padre es ingeniero en electrónica y mi madre ama de casa. Soy el mayor de dos hermanos».

De sincera piedad en sus años infantiles (llegó a hacer la primera comunión) no obstante «cuando entré en la secundaria, conocí a uno de mis profesores que era evangélico pentecostal y me invitaba a sus reuniones. Comencé, pues, a asistir a un estudio bíblico entre semana, pero los domingos seguía asistiendo a la Iglesia católica. Hice muy buenos amigos entre los pentecostales con los que empecé a asistir a campamentos y retiros. Pero llegó un momento en que me empezaron a atacar el hecho de que yo tuviera imágenes religiosas, que venerara a la Virgen María y a los santos, indicándome que todo aquello era una abominable idolatría y superstición, que la misa era falsa y supersticiosa, que la Iglesia católica era la gran ramera del libro del Apocalipsis, que el papa era el anticristo, que dónde en la Biblia aparecía la palabra rosario, escapulario, misa o papa, etc.».

»Me bombardeaban con versículos bíblicos a diestro y siniestro. Yo no tenía en ese momento los conocimientos necesarios para defenderme. Por eso, sus argumentos me parecían muy convincentes. Así que con todo el dolor de mi corazón abandoné la Iglesia católica. Me obligaron a destruir el rosario de mi primera comunión, mi libro de oraciones, una pequeña cruz que me había regalado un fraile misionero franciscano (porque ese grupo era muy fundamentalista e incluso rechazaban la cruz de Cristo).

»En realidad, yo no había tenido una mala experiencia en el catolicismo, sino todo contrario, pero me habían convencido de que solo ellos tenían la verdad».

Pero Dios iba a ir enderezando los caminos torcidos.

»En el tercer semestre de carrera universitaria cursé la materia de “Historia de España” y fue allí donde encontré y conocí a la mujer que más ha influido en mi vida: Teresa de Jesús. El profesor de la materia era español y cuando habló de aquella santa, nos dijo cómo ella había influido en el pensamiento espiritual no solo de su país, sino de todo el mundo. Nos habló de sus escritos, de su vida, de sus éxtasis y experiencias místicas. Solo habló de ella una clase, pero eso bastó para que aquella enigmática mujer me atrapara en sus redes. Para mis compañeros de clase (la mayoría ateos y marxistas) aquello no les decía nada, les parecía la historia de una mujer neurótica y fanática. Pero a mí me había removido en mis más profundas fibras espirituales. Corrí a la biblioteca de la universidad para leer algunos de sus poemas. Me impresionó mucho el de “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. Embelesado contemplaba la pasión de esta mujer por Dios. Nunca había oído hablar de ella en los años que estuve en la Iglesia católica.

»Mi encuentro con santa Teresa de Jesús y los estudios, me hicieron más crítico hacia el grupo religioso al que pertenecía. Me di cuenta de lo ignorantes que eran mis líderes, y que aquello más bien tenía forma de secta y no de iglesia. Así que empecé a cuestionarles muchas cosas. El asunto llegó tan lejos que decidí abandonar aquel grupo. Me tacharon de rebelde y hereje. El amor que manifestaban al principio se desvaneció, aunque había estado con ellos durante ocho años».

Después, y por diversas circunstancias, inició sus contactos con la Iglesia metodista, integrándose en ella hasta llegar a ordenarse allí como presbítero. No obstante, «durante esos años con los metodistas me fui acercado cada vez más al magisterio espiritual de santa Teresa de Jesús. He leído todos sus escritos varias veces, además de clásicos teresianos, al grado de tener una buena sección de teresianismo en mi biblioteca personal. Mi interés por santa Teresa me llevó a acercarme y comprender la mística del Carmelo. He conocido y leído a san Juan de la Cruz, a santa Teresita de Lisieux, santa Edith Stein (nunca olvidaré cómo me conmoví al conocer la vida de esta mujer y de su encuentro con la verdad cuando leyó la autobiografía de santa Teresa de Jesús), sor Isabel de la Trinidad, Ana de San Bartolomé, etc. He leído otros místicos, pero la mística del Carmelo es la que más me ha cautivado.

»El fenómeno teresiano en mi vida me llevó a realizar estudios serios sobre la Iglesia católica romana, sus doctrinas, su historia, su organización y espiritualidad. Muchos de mis prejuicios contra el catolicismo se fueron diluyendo. Leí también algunos testimonios de protestantes que se han convertido al catolicismo como el cardenal John Newman y Scott Hahn, entre otros.

»Mi fuerte acercamiento con la Iglesia católica, mi devoción por santa Teresa, mi gusto por la liturgia, mi opción por el celibato, etc., me hicieron blanco de críticas por parte de mis compañeros ministros metodistas acusándome por ser “demasiado católico”.

»Sin embargo, Dios concede “determinada determinación” para cumplir su voluntad, que es agradable y perfecta. Sabía también que solo “la obediencia da fuerzas”.

»La santa me fue metiendo pues en “hartos trabajos” en los que me sentí muy solo e incomprendido. Estaba decidido a volver al seno de la santa madre Iglesia católica, la única fundada por Cristo y sus apóstoles, pero no sabía cómo. Mucho rogué a Dios por alguien que me ayudara y comprendiera lo que estaba sucediendo en mi vida».

Al fin conoció a un padre carmelita con cuyos consejos pudo desvincularse totalmente de la iglesia metodista. Y acaba confesando:

«De manera natural he retomado mis deseos de ser sacerdote, pero ahora dentro de la bendita orden del Carmelo. Deseo intensamente pertenecer al Carmelo (mi familia) que es en donde el Señor me ha mostrado que encontraré el espacio para vivir mi vocación contemplativa y sacerdotal.

»Ruego a Dios y me acojo a la intercesión de nuestra Señora del Monte Carmelo y de santa Teresa de Jesús para que me alcancen de Dios mi mayor sueño y anhelo: ¡SER CARMELITA DESCALZO!»

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