Por Eliezer Manchado Vicente
En febrero de 2016 el papa Francisco, en un vídeo difundido por la Red Mundial de Oración del papa, nos anima a cuidar la «casa común». Durante poco más de un minuto, el papa nos glosa sus deseos. Y nos hace caer en la cuenta de que la tierra es una herencia común, un don. Ya antes, el 18 de junio del 2015 se publicaba la encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la «casa común». Asimismo, indica algunas pautas en las que merece la pena detenerse.
La creación, un don
Asegura el pontífice que creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es una herencia común y nos pide que cuidemos de la creación recibida como un don.
Un don que proviene de un donante: en el principio Dios creó el cielo y la tierra (Gén 1,1). Por tanto, en un plano general, esa herencia común debería beneficiar a todos. Ahora bien, en el mundo que vivimos parece que esto no es así pues, como en otros aspectos de la vida, la reacción ante un don es diversa: inconsciencia, egoísmo acaparador, explotación hasta el límite o uso sin referencia a la intención del donante. Parece que se requiere una educación para saber recibir un don tan especial como es la creación. Y también una actitud de humildad: la creación es un don que vendría a ser el primero y universal testimonio del amor todopoderoso de Dios (Catecismo de la Iglesia Católica nº288).
Gestión del don
Dos premisas salen a nuestro paso al considerar el uso del don recibido. La primera es que la creación es un don de Dios dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada (san León Magno, Quam laudabiliter, DS, 286). La segunda es que los frutos de la tierra deben beneficiar a todos (papa Francisco). Esto nos hace admitir que, el sentido y la dirección del don, tienen un destinatario: El hombre, entendido como de varón y mujer y como representación de todos los seres vivos que pueblan la tierra.
Aquí, podemos pensar que, junto al don, se pide la responsabilidad de tratarlo adecuadamente. También debe ir investigando sus potencialidades, sus carencias, sus límites, su dimensión social y aquel reto de usarlo siempre en relación al Creador. Reconociendo la finalidad y la responsabilidad del don de la creación puesta en nuestras manos, podremos afrontar algunos retos, de entre los muchos que se nos presentan hoy en su cuidado.
La educación
En efecto, es preciso formarnos en la escuela del don y del uso. Asimismo, nos podemos preguntar: ¿quién es el donante?, ¿cuál fue su intención al donar?, ¿qué es la creación, sus virtualidades, potencialidades y límites?
Una educación para la fraternidad. Ese don que encaja divinamente cuando me siento hermano de… (Aquí recordamos a san Francisco de Asís en su cántico a las criaturas: loado seas mi Señor por el hermano sol, la luna, las estrellas, la tierra, el hermano cuerpo).
Educación sana sobre el propio cuerpo. Para conocer sus posibilidades y límites. Atendiendo a sus necesidades, integrando el descanso necesario y evitando actitudes y actividades estresantes. Desechando la adulación o la religión del propio cuidado. Aunque alejándose del idealismo de la eterna juventud, tan opuesto al envejecimiento natural de todo ser vivo. Pero que se abre a la vida y a una vida en relación a otros.
Educación para crear conciencia ecológica. Hoy por hoy, esta conciencia ha aumentado y la percibimos, no sólo en personas individuales sino en sistemas de producción. La propaganda y difusión van calando y concretando en el lenguaje diario: recicla que es mejor para todos.
Sin embargo, persisten acciones individuales y de procesos industriales que prefieren pagar la multa antes que cambiar hacia hábitos ecológicos. De igual modo existe el riesgo de idolatría ecológica. Así, el llamado respeto absoluto a la Madre Tierra, dejándola a su libre albedrío (los mares, plantas y animales…), aunque resulte perjudicado el ser humano. En esta línea, estaría ese trato a los animales con un cuidado y atención por encima del que merecen de acuerdo con su dignidad, igual o superior a una persona.
La sostenibilidad
Para actuar en el presente pensando en el futuro. Este concepto, aparece por primera vez en el Informe Brundtland, publicado en 1987. También llamado Nuestro Futuro Común, este documento, elaborado para Naciones Unidas, alertó por primera vez sobre las consecuencias medioambientales negativas del desarrollo económico y la globalización, tratando de ofrecer soluciones a los problemas derivados de la industrialización y el crecimiento poblacional. Décadas después, la sostenibilidad trata de garantizar las necesidades del presente sin comprometer a las futuras generaciones. ¿Cómo? Armonizando tres pilares esenciales: la protección medioambiental, el desarrollo social y el crecimiento económico.
La previsión
Comprender que la creación es una herencia común que debe beneficiar a todos (actuales y generaciones futuras), y que los recursos son limitados. Aquí nos ayudaría aplicar aquello de que prevenir es curar. Pero ¿quién es el que de verdad previene con una conciencia recta, social y que remite a un donante, el cual hace replantear los bienes recibidos de un modo nuevo?
Esto nos hace preguntarnos, ¿cómo plantearnos los nuevos espacios urbanos para que sean armónicos y que ayuden a interactuar (edificaciones, personas, bienes y servicios, plantas y animales)? Un ejemplo de lo anterior son las leyes para la protección y fomento del arbolado urbano que algunas ciudades van incorporando. ¿Cómo atender a las zonas rurales? Esos pulmones de oxígeno, de tradición, de serenidad. Pero que también deben estar abiertos al crecimiento en equilibrio y sostenibilidad.
También podemos poner en práctica estos 10 consejos, que indica el papa Francisco, para cuidar el medio ambiente y evitar esa globalización de la indiferencia:
- Calefacción: nos aconseja abrigarse más y evitar derrocharla.
- Reducir el uso de material plástico y de papel.
- Administrar el consumo de agua.
- Separar los residuos.
- Cocinar sólo lo que razonablemente se pueda comer.
- Tratar con cuidado a los demás seres vivos.
- Utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas.
- Plantar árboles.
- Apagar las luces innecesarias.
- Dar gracias a Dios antes y después de las comidas.
El papa nos propone en Laudato si’ una oración que bien puede recoger los deseos, frutos y compromisos que se esperan de nosotros. Y que nosotros esperamos alcanzar como gracia necesaria para vivir de acuerdo a los deseos del papa Francisco, que establece el 1 de septiembre como jornada mundial de oración por el cuidado de la creación.
(…) Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz, para proteger toda vida, para preparar un futuro mejor, para que venga tu Reino de justicia, de paz, de amor y de hermosura.
Alabado seas.
Amén.