Por Lázaro Fleck Vicent
El santo padre papa Francisco, durante estos años de su pontificado, nos viene alentando a despertar una mayor conciencia del cuidado de la creación. Conciencia que, debidamente formada y anclada en la Escritura, nos llevará a «nuestra conversión ecológica».
Sin ánimo de ser exhaustivos, indicamos algunas intervenciones del santo padre a lo largo de estos años de pontificado. Su preocupación, interés y compromiso con iniciativas de distinta índole quedan así patentes:
- Laudato si’. El 24 de mayo, solemnidad de Pentecostés, del año 2015,
- El papa insta a los gobiernos a respetar los compromisos sobre medio ambiente: 1 de septiembre, 2016.
- Líderes de tres religiones monoteístas piden luchar contra el cambio climático: 27-07-2017.
- Sínodo sobre la Amazonia: domingo 6 de octubre al domingo 27 de octubre 2019.
- Escrito postsinodal Querida Amazonia. Dado el 2 de febrero del año 2020.
- Mensaje del Santo Padre Francisco a los participantes en la COP 26: Glasgow, 31 de octubre a 12 de noviembre de 2021.
- Francisco exhorta a responder con hechos al amargo grito de la creación. El 21 de julio del 2022.
«Escucha la voz de la creación» ha sido el tema y la invitación del Tiempo de la Creación, del año 2022. Con un enfoque ecuménico, se inició un periodo que comenzó el 1 de septiembre con la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, y terminó el 4 de octubre con la fiesta de san Francisco. Fue un momento especial en el que todos los cristianos pudimos rezar por el cuidado de nuestra casa común. Este periodo de reflexión y oración fue inspirado originalmente por el patriarcado ecuménico de Constantinopla. Con él se pretende cultivar nuestra «conversión ecológica», una conversión alentada por san Juan Pablo II como respuesta a la «catástrofe ecológica» anunciada por san Pablo VI ya en 1970[1].
Es precisa una actitud de escucha para detectar el canto de alabanza que la creación dirige a su creador, así como «el amargo grito que se queja de nuestro maltrato humano», nos dirá el papa. Porque no debiéramos pensar, sentir y actuar (respecto a la creación) como algo separado, al margen de nosotros, como que no nos afecta. Somos invitados a basar nuestra espiritualidad desde la comunión, con una «amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal» (Carta encíclica Laudato si’, 220).
El fundamento de una «espiritualidad ecológica» (Laudato si’, 216), no es otro que el descubrir la presencia de Dios en el mundo natural. Y es así que «todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe» (Jn 1,3). Y es que basta estar inmersos en un bosque, junto a un lago, contemplar un amanecer o una puesta de sol para sentirnos impelidos a unirnos a ese coro de alabanza a Dios.
Decíamos antes que el papa también constata que existe en la creación, «el amargo grito que se queja de nuestro maltrato humano». Grito que procede de nuestros abusos y destrucción de la naturaleza a merced de un «antropocentrismo despótico» (Laudato si’, 68). Cuando esto ocurre, no solo es el entorno natural el afectado, sino que los pobres son los que más sufren el impacto de las sequías, las inundaciones, los huracanes y las olas de calor, que siguen siendo cada vez más intensos y frecuentes. Además, gritan nuestros hermanos y hermanas de los pueblos nativos (Mensaje para J.M. de oración por el cuidado de la Creación: 1 de septiembre de 2022).
Desde esa escucha de los gritos amargos, debemos arrepentirnos y cambiar los estilos de vida y los sistemas perjudiciales. Es así que somos invitados a una nueva relación con Dios, que implica también un modo nuevo de relacionarnos con los demás y con la creación. Porque el estado de degradación de nuestra casa común merece la misma atención que otros retos globales, como las graves crisis sanitarias y los conflictos bélicos. «Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana» (Laudato si’, 217).
En este adentrarnos en caminos de conversión ecológica y para crear dinamismos duraderos, se requiere también «una conversión comunitaria» (ibíd., 219). Desde esta perspectiva, la comunidad de naciones también está llamada a comprometerse, con un espíritu de máxima cooperación, especialmente en las reuniones de las Naciones Unidas dedicadas a la cuestión medioambiental.
El papa da ejemplo y ha dispuesto que la Santa Sede, en nombre y representación del estado de la Ciudad del Vaticano, se adhiera a la Convención Marco de la ONU sobre el cambio climático y al Acuerdo de París, con la esperanza de que la humanidad del siglo XXI «pueda ser recordada por haber asumido con generosidad sus graves responsabilidades» (ibíd., 165). (Mensaje para J.M. de oración por el cuidado de la Creación: 1 de septiembre de 2022).
La llamada del papa al cuidado de la creación es clara y firme: «Quiero pedirles en nombre de Dios a las grandes corporaciones extractivas —mineras, petroleras—, forestales, inmobiliarias, agro negocios, que dejen de destruir los bosques, humedales y montañas, dejen de contaminar los ríos y los mares, dejen de intoxicar los pueblos y los alimentos»[2]. Es necesario que actuemos, todos, con decisión porque estamos llegando a «un punto de quiebre» (cf. ibíd., 61).
A María la invocamos como madre y reina de todo lo creado. Desde las actitudes de humilde servicio y desde reconocer que el poderoso ha hecho obras grandes en ella, es el mismo Señor quien la eleva a reina de toda la creación. Que ella nos alcance humildad y reconocimiento de todo don recibido para glorificar con nuestras vidas al Creador.
[1] Cf. Discurso a la FAO (16 noviembre 1970).
[2] Videomensaje a los movimientos populares (16 octubre 2021).