Eneas y la pietas romana

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Eneas, Anquises y Ascanio por Bernini
Eneas, Anquises y Ascanio por Bernini

Por Equipo Pedagógico Ágora

Eneas, Anquises y Ascanio es una escultura de mármol realizada por Gian Lorenzo Bernini en 1619, a la edad de 21 años. Tiene 220 cm de alto y puede contemplarse en la Galería Borghese de Roma.

El grupo escultórico expresa la solidaridad entre las generaciones. Representa en tamaño natural al héroe Eneas huyendo de Troya y llevando sobre sus hombros a su padre Anquises, anciano y ciego, y detrás a su hijo Ascanio. La enérgica juventud de Eneas se funde con la sabiduría de la vejez que resplandece en su padre. Mientras el anciano sostiene a los Penates, los dioses del hogar familiar, el niño cuida del fuego sagrado. Este permanecía siempre encendido en cada hogar; era el testimonio de la continuidad y la identidad de la familia a través del tiempo, la cual se reunía en torno a él para celebrar los acontecimientos más significativos y agradecer a los dioses del hogar su protección.

Cuenta Virgilio en su Eneida que el héroe troyano abandonó la ciudad incendiada por los griegos, pero no quiso escapar sin llevarse lo más importante, a su familia: «Pronto, querido padre, súbete sobre mi cuello, yo te llevaré en mis hombros, y esta carga no me será pesada; suceda lo que suceda, común será el peligro, común la salvación para ambos». Creúsa, la esposa de Eneas, morirá durante la huida y en sus últimas palabras animará a este a proseguir su viaje hacia Italia, donde descendientes suyos fundarán la ciudad de Roma siglos más tarde.

Eneas es reconocido por su valor y, sobre todo, por su piedad. La piedad (la pietas) es una de las virtudes más apreciadas por los romanos, consistente en el reconocimiento agradecido y la devoción hacia los padres, la patria y los dioses.

Se aprecia en las figuras un activo juego de músculos y nervios, una energía y elasticidad en el movimiento de los brazos, en la forma de asir de la mano o de doblarse la rodilla. Los personajes están dotados de una poderosa fuerza interior, que es «dulcificada» por la delicadeza casi cérea de los acabados en la superficie. El naturalismo es patente, y el frío mármol parece cobrar vida en manos del artista.

Aunque se aprecian sugerencias manieristas —la forma en espiral o serpentinata de los cuerpos, por ejemplo—, y a pesar de ser la primera realizada por Bernini, estamos ya ante una obra maestra del Barroco. Sugiere la imagen de una torre: hay varios personajes pero configuran una sola pieza. Esa unidad confirma el mensaje que transmite: en el peor momento, el héroe no abandona a sus seres queridos. Y eso es lo que lo hace grande, al proteger a los más vulnerables, el anciano y el niño.

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