Por Juan Sanz
Que hay cosas bellas es indiscutible, sin embargo ¿en qué consiste la belleza? Y más concretamente, ¿en qué consiste la belleza de una obra literaria? ¿Qué rol juega el lector/receptor?
Habría que distinguir dos cualidades de cada libro: la subjetiva y la objetiva.
La subjetiva es que la trama puede o no conectar con el lector, le puede enganchar más o menos, generarle intriga y hacerle desgranar a su imaginación lo que pasará de una página a otra. La objetiva es que el libro esté bien escrito o no.
Aquí cabría preguntarse: ¿es lo mismo una buena escritura que la belleza literaria? No, aunque puede parecerlo. La buena escritura de un texto se caracteriza por la exactitud de las palabras, el dominio léxico y el control de la sintaxis, junto con los signos de puntuación y la clarividencia de las ideas.
Entonces ¿quién determina la belleza literaria? ¿Un lector? ¿Un crítico literario? ¿Unos atributos filológicos? Puede que un poco de todo. Y si el sentido de la belleza cambia a través del tiempo, ¿también cambia el sentido de la belleza literaria?
La belleza literaria es esencial en la literatura, es la capacidad que tiene el escrito de gustar al lector y que se le haga agradable o ameno lo que esté leyendo.
Hay una intencionalidad del autor en agregar recursos, párrafos o distintas formas de texto o escritura para que al lector le guste, ya sea utilizando un lenguaje rico, o uno cotidiano de acuerdo al gusto de cada escritor.
Hay quienes opinan que la belleza es una propiedad intrínseca que puede muy bien existir aunque nadie la note, con lo que pregunto: ¿para qué existir entonces? La belleza es un constructo humano que no puede darse en nada a menos que el hombre la vea/lea en algo. Sin espectador no hay espectáculo. Sin lector no hay literatura.
En virtud de lo anterior, creo en la belleza como propiedad que depende del receptor (estéticamente) y que no puede ser entendida, absolutamente, como ente universal, único y autosuficiente.
Supongamos que los señores A y B leen —por separado— El Quijote. Ambos entienden y sienten el texto. Más tarde, el señor A comenta a su hijo lo bello que le pareció el libro. Por su parte, el señor B no comenta con nadie su lectura. ¿A comenta la belleza porque el libro es bello o el libro es bello en virtud del comentario de A? ¿Es bello el libro aun cuando B no dijo nada al respecto?
Esto no quiere decir que el mero gusto subjetivo guíe la crítica estética. En la concreción de la obra por parte del receptor también influyen las propiedades artísticas puestas en el papel por el artista-escritor.
El que haya juicios varios respecto a la belleza de una obra, no imposibilita un cierto consenso que permite, entre otras cosas, algo tan básico como que haya bibliotecas, librerías e historia de la literatura. Además, no es un problema que el mismo texto sea bello y feo al mismo tiempo, pues será así para distintos individuos.
Aplicar la propiedad de bello a algo, no convierte a ese algo en una sustancia-bella imperturbable.
En conclusión, podemos decir que la belleza literaria es la capacidad que tiene una obra literaria de agradar a quien la lea, mejor dicho, la capacidad del escritor de hacer que al lector le guste.