La fe no se apagará si el baluarte familiar queda en pie

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Baluarte familiar
Baluarte familiar

(Extracto de Hora de los laicos, 2ª ed., pp. 221 ss)

Los padres son los primeros educadores en la fe de sus hijos. Nadie puede reemplazarlos. También son los inspiradores natos de la santidad en ellos. Les conducen y alientan para alcanzarla.

Clave de bóveda

La primera realidad temporal es la familia. Clave de bóveda del mundo en un triple aspecto: ontológico, cronológico y estratégico.

Ontológico, pues es la «célula primera y vital de la sociedad», porque «el Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana». Es, además, «Iglesia en miniatura» … Es la Ecclesia domestica del Vaticano II. Estas afirmaciones, válidas siempre, tienen hoy más actualidad, pues vivimos en «una sociedad que corre el peligro de ser cada vez más despersonalizada y masificada, y, por tanto, inhumana y deshumanizadora».

La familia es también cronológicamente la primera realidad temporal. Al nacer, el hombre se inserta y vive sólo en ella. Las restantes estructuras profanas florecen a su sombra, viven de su savia. Anterior en el tiempo a todas, es manantial fecundo que las vivifica. «Sin la familia no hay hombres», decía Manjón, y veía en su desmoralización un obstáculo, y al mismo tiempo un impulso, para la fundación de sus Escuelas del Ave María.

La familia, por su valor estratégico, es la realidad temporal más importante. Cristianizada, la savia del Evangelio vivificará las otras estructuras profanas.

La familia multiplicará los hijos de la Iglesia y poblará el mundo de almas consagradas. En su seno, brilla para muchos, con la estrella de la fe, la naciente vocación al sacerdocio o a la vida consagrada. Razón tenía Margarita Sarto. En Riese, el futuro San Pío X le enseñaba complacido el anillo episcopal, regalo de León XIII, al nombrarle obispo de Mantua. Su madre le muestra el anillo de su boda diciéndole: «No podrías llevar tú hoy ese anillo episcopal si primero yo no hubiese llevado este anillo nupcial».

Celia Guerín, madre de Santa Teresita, intenta entrar en las Hijas de la Caridad. La Superiora le indica que no era voluntad de Dios. Desde entonces suplica todos los días: «Abrazaré el matrimonio, Señor, pero dadme muchos hijos, y que todos se consagren a Ti». Estas, y muchas mujeres saben que la fe no se apagará si el baluarte familiar queda en pie.

Misión universal

Ayudar a cristianar la familia es la tarea de cualquier laico, sea casado o permanezca célibe. Es tarea universal que compromete a clérigos y seglares. El consagrado contribuye desde fuera a cristianizar la familia más que si formase una; como también contribuye, aunque en menor grado, el casado que vive fidelidad bautismal en la propia familia. El sol alumbra y calienta desde fuera. Sin su luz y calor moriríamos. Esa es la función del consagrado irradiando en las familias. No se encierra formando un hogar propio, para estar más libre al servicio de los demás (cf. 1 Cor 7,32). Beneficia a todas las familias de sus hermanos. La vida consagrada secular impulsa secretamente a los esposos a unirse más íntimamente en el amor de Dios.

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