Lo primero que agradezco a la Cruzada-Milicia es haberme ayudado a descubrir mi vocación de educador. En cierta medida es la clave de mi itinerario personal y profesional: saber desde muy joven que “lo mío, es la educación”.
En segundo lugar, me ofreció las claves de una educación profunda, una visión del hombre como una realidad inacabada cuyo camino depende, en gran medida, de las propias elecciones. De ahí que la libertad y la responsabilidad sean clave para entender la vida personal y social.
Tener las claves de lo que significa el hombre, ayuda a respetar y a querer a cada persona como lo que es: un ser único e irrepetible, aceptando sus limitaciones, pero también sus posibilidades, que a veces sólo un educador sabe despertar.
Por eso, en tercer lugar, la clave de educar es la exigencia: querer a una persona, es ayudarle a superar sus limitaciones. Educar, es exigir amando y amar exigiendo.
En cuarto lugar, es confiar en el educando, en sus capacidades, que a veces, ni él mismo conoce y sólo mediante el ejercicio de las mismas puede descubrir. Educar, como amar, es anticipativo: “tú vales, tú eres capaz”. Es el “hacer-hacer” del P. Morales, en definitiva, el secreto del liderazgo que hoy está tan de moda.
Y, por último, pero no menos importante, la visión trascendente de la vida, que ayuda a dar sentido y plenitud a la tarea educativa, ya sea como padre, educador o gestor.