La conmemoración de las apariciones de Fátima a unos sencillos pastorcitos nos debe llenar del gozo de saber que estamos como personas y como humanidad en manos de María. La maternidad de todos los hombres no se la tomó María a título honorífico, para lucirla en las festividades. Se la prendió en el alma y no hay un momento ni de ti ni de mí, ni un instante de los sucesos históricos que no le tengan amorosamente en vilo, y preste un cuidado maternal, exactamente igual que cuando dijo «no tienen vino».
Ella en Lepanto se hizo auxilio de los cristianos y cuando en el siglo XIX comienzan las locuras de las revoluciones impías o ateas que devastan la cristiandad y ponen en peligro la felicidad y salvación de cada hombre, se aparece, con la urgencia de los tiempos, en París a santa Catalina entregándole la prodigiosa medalla de la milagrosa, que cura los cuerpos y las almas en medio de las barricadas y de las revueltas de las comunas. También en la Salette (1846). Pocos años después en Lourdes, a la desvalida Bernardette, aguas prodigiosas para los enfermos y antídoto contra un racionalismo que aleja a los hombres de la caridad de Dios. Y siempre como insignia de salvación: la Inmaculada, soy la Inmaculada, la que ha de aplastar la cabeza infernal del dragón. Estábamos en la Europa de la impiedad y de la ambición de enriquecerse a toda costa.
Antes, justo a finales del XVII, poco después de la paz de Westfalia, a una monjita en Paray Le Monial, el mismo Jesucristo se le apareció para recordarnos que la síntesis del Evangelio es el amor y le mostró su Corazón ardiente, cuando se iniciaba la frialdad del corazón de los humanos.
Faltaba un paso más: que la Virgen María nos mostrase su Corazón. El corazón de María se manifestó en Fátima el mismo año en que Rusia se iba a constituir en la URSS, amenazando con extender sus demoledoras ideas a todo el mundo. De nuevo conversión del corazón, oración y penitencia (que a estos demonios dijo Cristo solo mediante estas dos acciones se le expulsa del corazón humano).
Muchos acontecimientos hemos contemplado. Mensajes de la Virgen de Fátima proféticos y escatológicos, en particular la Segunda Guerra Mundial, la conversión de la Rusia soviética, y el intento de asesinato de Juan Pablo II, librado prodigiosamente de la muerte por las manos de María.
Cuando las grandes potencias internacionales perfeccionaban sus armamentos de destrucción, la Virgen María se aparecía a tres niños pastores, Lucía dos Santos, Jacinta y Francisco Marto, para ser sus embajadores plenipotenciarios de la paz, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917. La debilidad es la fuerza del Señor. Quien no sabe hablar acalla la sabiduría de los hombres. Una advocación conocida, «Nuestra Señora del Rosario», en boca de unos pastores incendia de amor y de esperanza todos los rincones del mundo. Nuestra Señora del Rosario de Fátima se transforma en faro que da luz y nos ofrece un sencillo remedio de salvación: el rezo del rosario.
En el retablo de la iglesia de Peregrinación de Ptujska Gora en Eslovenia la Virgen María, con su manto protector, cobija a más de ochenta personas. Hermoso símbolo de su protección maternal.