El P. Tomás Morales, corazón mariano hasta la médula, tuvo dos advocaciones centrales en su vida. La Virgen de Lourdes quedó más vinculada a su niñez y juventud; la de Fátima, por su parte, quedó anudada a su ordenación y ministerio pastoral.
El 13 de mayo de 1942 se cumplían los XXV años de la primera aparición de la Virgen en Fátima. Ese día se ordenaron muchos sacerdotes en todo el mundo, aunque no fue por conmemorar las apariciones de la Virgen, como algún devoto mariano podría pensar, sino porque el papa Pío XII celebraba ese día sus bodas de plata episcopales y expresó su deseo de que quienes se estaban preparando para el sacerdocio adelantaran su ordenación a ese día. Aquel 13 de mayo, miércoles, víspera de la solemnidad de la Ascensión, Tomás Morales se convirtió en sacerdos in aeternum en la catedral de Granada. Desde entonces Fátima, que no había cobrado aún gran relieve en la vida de la Iglesia, irá tomando cuerpo en su vida.
Los inicios de los Cruzados de Santa María
De todas las advocaciones marianas, la de Fátima se llevó sus principales oraciones y predilecciones. A Fátima peregrinó en varias ocasiones. Estando el 1 de mayo de 1955 ante la Capelinha, comunica a los primeros cruzados la aprobación verbal de los Cruzados de Santa María como Pía Unión por parte del patriarca-obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Eijo y Garay. Él mismo nos lo cuenta:
«El obispo auxiliar de Madrid, José María García Lahiguera, me había comunicado la aprobación verbal del patriarca de Madrid. Quería decírselo a los interesados, pero no en cualquier sitio. Buscaba un escenario especial. Mis deseos de comunicar la noticia-bomba a todos los comprometidos fueron vehementísimos. Necesitaba desahogar mi alegría, pero pensé que la Virgen me pedía otra cosa. A los doce días, el 30 de abril, sábado, a las cuatro de la tarde salen del Hogar noventa militantes con dirección a Fátima. Tienen allí lugar unas Jornadas de Oración y Estudio, que habían de resultar decisivas para la orientación de la institución. En ella, de manera imprevista se tomó la decisión de orientar todo el movimiento del Hogar hacia la juventud».
«Ante esta perspectiva pensé: ‘La gran noticia de que la Iglesia ha dicho SÍ, sólo debe comunicarse a los interesados en el mismo sitio en que la Virgen se apareció hace treinta y ocho años’. Como lo pensé, lo hice. Amanecía el dos de mayo cuando se concluyó la acción de gracias tras la misa que los noventa militantes hicieron en la capilla misma de las apariciones. Los futuros cruzados habían recibido una consigna: permanecer allí, aunque los demás se marchasen a los autocares».
Cuando estaban ellos solos, unos doce, el padre les dice: «Desde hace quince días la Cruzada existe oficialmente en la Iglesia. El señor patriarca-obispo la ha aprobado de palabra. La Virgen ha querido que sea aquí, en el mismo sitio en que Ella apareció sobre una carrasca hace unos años, donde os comunique la alegre nueva del nacimiento en la Iglesia de un movimiento de perfección evangélica sin salir del mundo, para la conquista para Cristo de todos los trabajadores del mundo. No podía ser de otra manera: la Virgen está poniendo en marcha esta Cruzada suya, para hacer realidad el mensaje que aquí mismo nos anunció. Quería encontrar almas que, como las de aquellos niños, se ofreciesen a entregar sus vidas, en holocausto de amor, por la salvación del mundo. ‘¿Queréis ofreceros —preguntó a los pastorcillos— por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados que se cometen contra mi Inmaculado Corazón?’ ‘Sí, queremos’, fue la respuesta. Y Ella añadió lo mismo que ahora os repite a vosotros: ‘Entonces tendréis que sufrir mucho, pero no tengáis miedo. La gracia de Dios os asistirá y mi Corazón será vuestro refugio y camino hacia Dios’».
En la semblanza que escribió en 1978 y se publicó en Epacta dice que «La Cruzada de la Virgen es el mensaje de Fátima y Lourdes» (Epacta 1979, 121). La vinculación con Fátima hizo que en la navidad de 1968 fueran a visitar el santuario todos los Cruzados. Daba la casualidad de que venían en Navidad los que estaban en América, así que estaba toda la Cruzada reunida. Fueron pasando uno a uno delante de la Virgen diciendo: «Madre, hágase. Madre, estar», las dos palabras que definen la actitud de María y del cristiano en pleno mundo.
La imagen peregrina de Fátima
No sólo la imagen que se venera en Fátima tuvo importancia. De aquella se hicieron réplicas bastante exactas para que fueran evangelizando por el mundo. El P. Morales tuvo gran devoción a esta imagen peregrina. El primer encuentro es en mayo de 1948, recién creado el Hogar del Empleado. Aquella anécdota saldría a relucir en charlas, pláticas, reuniones. Y es que el P. Morales sabía sacar partido a las anécdotas personales. El patriarca-obispo de Madrid había pedido al de Leiría la imagen peregrina de Fátima para llevar a cabo una gran misión en Madrid. Éste aceptó y el 28 de mayo hacía su entrada en la capital de España. Venía de Toledo. ¿Quién había de introducir la imagen en Madrid? Habían sido designados desde hacía tiempo los caballeros de la Congregación Nuestra Señora de Fátima, pero llegado el día —sábado 28 de mayo— al acercarse el P. Morales al puente de Segovia por donde venía, se da cuenta de que son cuatro militantes del Hogar quienes la llevan a hombros. Esta anécdota, aparentemente intrascendente, saldría a relucir con cierta frecuencia (homilía, 4-VIII-1982). Aquel día entiende, o Dios le hace ver, que el Hogar está para eso: para meter a la Virgen en el corazón de los madrileños, en el mundo del trabajo, en las empresas, en la sociedad secularizada.
El 1 de enero de 1975 iniciaba el año santo de la redención recibiendo a la imagen peregrina de Fátima en España. A partir de 1978, y hasta 1993, consiguió que la imagen peregrina de Fátima en España le acompañara durante todo el verano. Ella fue testigo complacida y complaciente, en aquel viejo caserón de Santibáñez de Porma (León), de la consolidación de los dos Institutos Seculares, Cruzados y Cruzadas de Santa María, de los ofrecimientos de tantos hombres y mujeres para trabajar en la extensión del Reino de Cristo en la propia profesión, sin abandonar en lo exterior el mundo que los rodea, y en la propia santificación y salvación de las almas, especialmente jóvenes.
Una fecha, muchas obras
Tras importantes obras de mejora y reforma —disponía de cien camas y unas instalaciones que lo habían convertido en uno de los mejores sanatorios de Madrid— José Mª García Lahiguera, obispo auxiliar de Madrid, inaugura el 13 de mayo de 1952 un sanatorio antituberculoso en la sierra de Guadarrama. De nuevo Fátima, décimo aniversario de la ordenación sacerdotal del P. Morales.
El 13 de mayo de 1967, cincuenta aniversario de las apariciones de Fátima, y veinticinco de su sacerdocio, tiene lugar la ordenación de los dos primeros sacerdotes cruzados. Ese mismo día hacen sus compromisos definitivos los primeros cruzados, e ingresan algunos otros. Por la tarde mantiene un delicioso coloquio en Ávila con todos ellos, recordando anécdotas de su vida estudiantil.
El 13 de mayo es el día elegido para colocar el acabóse de algunos libros. Así, el de 1970 para el Comentario a las Reglas de la Cruzada de Santa María, que en realidad venía con tres años de retraso porque en una carta circular (19-VIII-1965) les comenta a los cruzados su deseo de ofrecérsela «como el mejor regalo» el 13 de mayo de 1967. El de 1973 da por terminado el Vademécum; y el de 1979 el Oracional. En realidad, eran fechas forzadas que él hacía coincidir con Fátima, ya que en agosto de 1970 intercambiaba correos con un cruzado para que le corrigiera el texto del Comentario a las Reglas. Hasta tal punto llegó a primar Fátima en acontecimientos que le habían sucedido años atrás en días próximos, que llegó a identificar la llamada a su vida jesuítica (14 de mayo de 1932, víspera de Pentecostés) con la fecha mariana.
Las Cruzadas presentaron sus Constituciones en Roma en 1988, pero fueron aprobadas el 13 de mayo de 1989, Virgen de Fátima.
Los Cruzados de Santa María habían abierto brecha a lo largo de los setenta del siglo pasado en las distintas diócesis en que estaban. Ahí se dieron a conocer mediante la organización de distintas actividades diocesanas. Una de las más difundidas, junto a la Vigilia de la Inmaculada, es el Rosario de la Aurora organizado para toda la ciudad. Suele celebrarse el 13 de mayo (Virgen de Fátima) o bien el 31 (Visitación de María y fin del mes de mayo). En Burgos llevaba ya cuatro años funcionando con estas miras más amplias, diocesanas, cuando en 1981 la asistencia supera los cálculos. Se desborda. Tanto el periódico local como los organizadores estiman una asistencia de veinte mil personas, en una ciudad que frisa los ciento cincuenta mil. El P. Morales tiene el honor de predicar la homilía de la misa. Ese mismo día por la tarde el papa Juan Pablo II sufre un atentado en la Plaza de San Pedro, y es precisamente un cruzado, Eduardo Laforet, quien ofrece su vida por la del papa.
María, tabla de salvación
María fue para el P. Morales una tabla de salvación desde el punto de vista espiritual, pero también físico. Estando en Comillas, en el primero de los cursillos de formación de militantes, baja a bañarse al mar el 13 de mayo de 1956. Quienes conozcan el Cantábrico embravecido saben de sus peligros. «El mar ese día estaba un poco agitado. Y de repente las olas empiezan a jugar conmigo. Estaba en la orilla, pero como si estuviera en el fondo del mar, porque no me dejaba levantar la fuerza de las olas. Allí volví a invocar a la Virgen y no sé cómo ni de qué manera, pero lo cierto es que salí otra vez a la orilla» (homilía, 12-IX-1981). Un testigo presencial recuerda la anécdota y la cadena humana que se formó para sacarlo del peligro.
Pero Fátima no es una dulce historia de avemarías y milagros, de emociones y golpes de pecho; no, es mucho más. Hay un mensaje central, que es el que más duele y del que no solemos hablar. El P. Morales habló de una «invitación apremiante». No es una imposición, es sólo una invitación a los fieles que se acercan hasta Fátima (al santuario, o bien a su mensaje sin salir de casa) a ofrecer sacrificios y ofrecerse ellos mismos por la conversión de los pecadores. Hay un importante mensaje de inmolación. Parece como si en un mundo desquiciado, que ha proclamado la muerte de Dios, se necesitaran equilibradores, hombres que vuelvan a tensar las cuerdas de la historia.
Fátima nos cuestiona nuestro cristianismo, nuestra devoción a la Virgen, nuestra entrega, la sinceridad de nuestras avemarías… Fátima pide que demos una vuelta de tuerca a nuestra vida con propósitos concretos.