Santos digitales. La fe en la redes sociales.

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Santos digitales
Santos digitales

Por Jesús García Melgar

Ser conscientes de que el mundo digital representa una parte importante de nuestra vida y de nuestro tiempo es sumamente necesario para darle la importancia que tiene y reconocer así las múltiples posibilidades que nos ofrece este nuevo mundo virtual.

Según el informe digital Global Overview, en 2017 el 40% de la población mundial utilizaba las redes sociales de forma activa (3,028 mil millones de usuarios). Facebook se encuentra a la cabeza de las redes sociales más utilizadas con 2,046 mil millones y el 59% de los usuarios lo utiliza diariamente. Y por eso, la Iglesia necesita estar presente en este mundo para mostrar una nueva forma de vivir, desconocida en el siglo XXI.

En palabras de Benedicto XVI, tenemos la oportunidad de ser verdaderos mensajeros y testigos del Evangelio. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc16,15). Es decir, tenemos a nuestro alcance un verdadero medio de mostrar todo lo que Dios propone a los hombres con tan sólo un click.

Ciertamente, los primeros beneficiados somos nosotros mismos, los católicos. ¡Cuántos artículos y vídeos que sirven para formarnos y coger fuerzas para seguir viviendo con radicalidad el Evangelio! ¡Cuántas fotos de Instagram y Facebook con frases del Evangelio, frases de santos que nunca hubiéramos escuchado ni leído, y que tanto bien nos hacen en el día a día!

Hoy los jóvenes católicos —como jóvenes entramos aquí— somos reacios a leer libros, largos artículos y a formarnos autónomamente. Por ello, aquí radica una de las grandes posibilidades de las redes sociales: Primero porque éstas nos proporcionan «mini» dosis de fe que necesitamos y que nos dan vida. Sencillas imágenes, tweets, posts, canciones, etc., que vuelven a centrar nuestra vida en Cristo y vuelven a ilusionarnos con este estilo de vida. ¡No estoy solo, y nunca lo estaré! Tampoco en las redes sociales.

Y, en segundo lugar, todos nuestros seguidores de las redes sociales. Es curioso ver cómo todos los jóvenes muestran su forma de vivir sin tapujos, sin miedos, sin reservas. Sin embargo, nosotros tenemos miedo, pensamos en el qué dirán y no publicamos todo aquello que nos hace mucho bien.

Es cierto que en ocasiones no somos capaces de hablar en público o no surgen las ocasiones de mostrar cómo somos. Por ello, una forma sencilla pero importante de empezar a dejar que otros descubran la vida del cristiano son las redes sociales. ¡Pero por favor, que esto no reemplace el testimonio personal alma-alma! Aquí, nace nuestra segunda oportunidad: mostrar el Tesoro que hemos recibido con nuestras publicaciones y que por desgracia los jóvenes de hoy desconocen.

Por tanto, tenemos la oportunidad de mostrar la grandeza de la Iglesia, (en un mundo donde se encuentra atacada y que únicamente muestra aquello que busca degradarla); la grandeza de Dios y del plan de vida que nos propone; la alegría de los jóvenes cristianos (nuestra señal de identidad); y la importancia de elevar la mirada hacia Dios en todo momento.

En definitiva, qué importantes y necesarios son nuestros likes para ser transmisores del Evangelio a nuestros seguidores. Pero esto debe implicar una llamada personal a la coherencia de vida. Es decir, que concuerde nuestra vida personal con todo aquello que subamos y publiquemos en las redes. Una vez más, hay que seguir la llamada a ser cristianos íntegros, siempre y en cada momento.

Pero también hay que ser realistas y conocer la limitación de las redes sociales. Se produce la misma situación que cuando un cristiano es misionero —cuando está donde Dios le pone y florece allí mismo—. Comienza así a cristianar todo su ambiente. Piensa, actúa, mira, habla, ama de forma distinta, y eso se nota. Y el día que alguno de sus compañeros tenga inquietudes, sabrá y tendrá la oportunidad de acudir a este misionero que estaba simplemente en su sitio.

Pues lo mismo en las redes sociales: muchas veces nuestras publicaciones no sirven de casi nada; casi nadie las lee (ocurre lo mismo con algunas publicaciones de ciertos temas que otros comparten y que nosotros no leemos), es normal. Pero el día que alguien tenga inquietud, tendrá material suficiente para buscar aquello que anhela gracias a tu perfil en las redes sociales. Las redes están así cristianadas y son pequeños granitos de arena que ahí están y, si Dios quiere, darán su fruto.

Se nos plantea así la posibilidad de poner eso poquito que hay en nosotros (santa Teresa de Jesús) y que sabemos dará su fruto. Cierto dará su fruto y no su éxito, porque el objetivo de todo esto no es captar gente, ser más; sino mostrar el Tesoro que hemos encontrado. Aunque puede surgir otra vez ese miedo a mostrar el Tesoro; pero recuerda: los hombres siempre tratamos de mostrar a los demás los tesoros de nuestras vidas (hobbies, deportes, formas de pensar, viajes…).

En conclusión, ¿cómo es posible que nuestro Tesoro sea Dios y no seamos capaces de estar lo suficientemente orgullosos de Él como parar mostrarlo al mundo?

Te invito, por tanto, a jugarte el tipo y a ser veraz también en las redes por una simple razón: por Cristo. Como nos empuja siempre san Ignacio. ¡Por Cristo, por la Virgen, por la Iglesia! Más, Más y Más. También en las redes.

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