Si Magdalena, al ver el sepulcro vacío, en vez de empezar a dar voces y gritos, como empezó, ¡ay, se lo han llevado; ay, lo han robado, voy a contárselo a Pedro y a Juan, voy con el cuento enseguida,… esto no puede ser. Estate quieta chica, que no sabes lo que dices. Como no le cabe en la cabeza al que “ha visto” una cosa en la oración, que luego le manden otra: “¡pero si yo lo he visto, yo, en la oración!”
Es lo que tú haces cuando no te salen las cosas como las esperas. Ir a contárselo al vecino, criticando de este profesor, de aquél director de residencia, por ejemplo, o del instituto, o tal campamento… Lo de siempre.
“…Y aconteció que estando ellas consternadas en su espíritu, se les presentaron de improviso dos jóvenes vestidos de largas túnicas blancas y refulgentes…” Jesús, no las abandona. A pesar de que están diciendo tonterías contra Cristo, que es imposible que resucite… A pesar de que están emperradas, qué bueno es Jesús que no nos abandona nunca. Es el buen amigo, cuyo oficio es consolar. Que frase tan profunda, esta de San Ignacio en los ejercicios: no las deja mucho tiempo con la rabieta, porque está empeñado en que vuelvan a la fe. A mí tampoco: ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta cubierta de rocío pasas las noches del invierno a oscuras?” (L. de Vega)
Cristo resucitado, decidido a hacer madurar en la fe a estas mujeres. A prepararlas para aparecerse a ellas. Por eso les envía a dos ángeles disfrazados de mozalbetes, porque esto es lo que dice aquí, dos jóvenes vestidos de largas túnicas. Todavía no habla de ángeles. Les envía dos ángeles disfrazados de mozalbetes. También Jesús se disfraza, pero no con careta de ángel bueno, como hace el Enemigo, sino utilizando a alguien que te manda, un jefe en la oficina, o en la profesión que tú realizas, sea laico, aunque sea un Herodes o un César Augusto. Da igual. Son otros los disfraces que suele utilizar Jesús, como aquí: presentarse por medio de estos dos jovenzuelos. Fracaso, enfermedad, desengaño, son jóvenes o ángeles en forma de jóvenes que te envían. O de viejos, da lo mismo. ¿Todo para chinchar? No, no, para que madures en la fe. Ah, porque si no maduras no se te aparecerá.
Primero quiere levantar tu alma hacia Él, privarte de lo visible para que descubras al Invisible: De las satisfacciones que da lo visible, es decir dejarte llevar de la vanidad, hablar de ti en las conversaciones… Que tú ya acabes asqueándote de todo eso y digas: “Bueno, por aquí no hay camino. Vamos para atrás.” Quiere que te asquees de todo esto, y luego, cuando estés con nostalgia de Él, se te aparecerá. Qué Evangelio de la Resurrección tan maravilloso y tan desconocido. Hasta el punto de que ahora nos vienen a decir algunos que todo esto es un mito, que hay que desmitificar la infancia de Jesús y la vida gloriosa… Bueno, tú fíjate qué falta de profundidad y de contemplación suponen todas estas cosas que se dicen. “Hay que desmitificar todo esto”… para hacer otro mito, el del hombre moderno, el sexo…, porque, claro, esta triste esencia del hombre desmitifica lo divino y se hace mitos con lo humano, porque sin algún mito el hombre no puede andar. O adora a Dios que no es mito, sino realidad, o se hace mitos. Qué profundo y qué sencillo es todo esto.
De manera que primero, antes de aparecerse a ti, te envía todos estos “ángeles”: fracasos, desilusiones, desengaños, obediencias que te cuestan, para despertar en ti la nostalgia de verle: “Descubre tu presencia, tu vista y hermosura, mira que la dolencia de amor que no se cura si no con la presencia y la figura…” Y entonces, cuando tú ya te has desengañado de todo y de ti mismo, que es parte del todo, entonces es cuando Él está ya en disposición de aparecerse.
Reacción de las mujeres ante esto, pues verás, porque es la tuya. Te retratan: “Ellas quedaron espantadas”. Cuando Jesús se disfraza de estos rapaces jovenzuelos (un cambio de actividad, o te tienes que marchar ahora a otro lugar que no deseas, o cambiar de profesión. Y si estabas estudiando tienes que trabajar y si estás trabajando tienes que estudiar…) Entonces a ti te pasa que quedas espantado. Igual que estas mujercitas. Porque como no vives de fe, como no te mueves en el clima de la Resurrección, no miras a la Virgen, la estable. Porque lo más admirable en la Virgen no es su pureza, eso es lo primero que nos sorprende cuando somos niños. No es tampoco su sencillez de niño ante la voluntad de Dios, obediente… Ni siquiera su ejemplaridad alegre y el cumplimiento del deber desde el “hágase” hasta el “stábat”. Todo esto te sigue atrayendo siempre. Pero no es lo más grande de la Virgen.
Lo que verdaderamente anonada al contemplar a nuestra Señora es la fe grandiosa que tiene, a pesar de todo lo que le dice a Ella su cabecita, que le dice lo mismo que a mí, más o menos. A pesar de lo que le dicen las personas que están alrededor, que la tienen como visionaria y que está un poco trastornada por el dolor de la muerte del hijo.
Dios te manda esos “enviados” para purificar tu fe. Y es entonces cuando Él se te aparece.
Transcripción de una meditación de ejercicios espirituales, agosto 1968