Y no le abandonó en la prisión

…demostró la falsedad de sus calumniadores y le concedió una gloria eterna (Sab 10,14)

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Cálida acogida familiar tras la prisión preventiva
Cálida acogida familiar tras la prisión preventiva

Por John Martínez Molina

«Quisiera preguntarte, Madre mía, ¿por qué defiendes tanto al alma mía? Respondes que eres madre, y tu ternura te lleva a amar tus hijos con locura». ¡Cuánta verdad en esta canción de Abelardo de Armas! ¡Y qué bien expresa lo que siente mi corazón tras 15 meses de injusta prisión!

Cuando conocí a la Virgen María en unos ejercicios espirituales (agosto, 1992) fue tal el cariño que llegué a tenerle, que el sólo pronunciar su nombre me llenaba de una alegría especial; sin embargo, por mi mal proceder me alejé de ella; claro, que la Madre nunca se alejó de mí y me trajo nuevamente a Dios.

Si bien mi vida universitaria, desde que conocí a María y su Milicia, fue una etapa muy hermosa, la siguiente, como profesional en el campo del Derecho, no lo fue tanto, por la sencilla razón de no vivir cristianamente. Aunque, la que hoy es mi esposa, Patty, me centró y me ayudó a retornar a la fe. Salir de la tibieza fue un lento proceso que se alargó por varios años, ya como padre de tres hijos y abogado en Puno.

Hasta que un jueves, buscando paz y silencio, llegué al santuario de la Virgen de la Candelaria en Puno, justo en el momento de la exposición del Santísimo, sentí que era el momento del abrazo con el amigo que nunca falla, Jesús. Retomé el contacto con el Movimiento de Santa María, la guía espiritual y comencé a hacer los ejercicios espirituales en la vida cotidiana (vía internet), volviendo a hacer mis compromisos el día de la Inmaculada. Poco a poco toda la familia se fue integrando en la Iglesia; mis dos hijos varones comenzaron a acolitar en la catedral de Puno y mi hija a cantar en el coro. Participamos en un retiro de la parroquia y también mi esposa empezó a ser parte del protocolo de la misma.

Como mi trabajo habitual era en el campo de la administración pública, mi propósito era santificarme como gestor público; un hermoso propósito, más aún por la gran corrupción que existe. Yo seguía con mis ejercicios espirituales, ahora dirigidos con un padre de los Cruzados de Santa María, con quien conversaba por WhatsApp todos los lunes a las 5:00 a.m. Iba por la tercera semana de los ejercicios, y en la contemplación Getsemaní sentía que Dios me iba a pedir algo: «¿John, tú podrías beber el cáliz que te mande?», sentía temor, pero respondí que sí.

Y llegó el jueves 28 de octubre de 2021. En una reunión en el despacho de la Gobernación Regional, se dice que hay posibilidad de que detengan a algunos funcionarios por la conciliación realizada con la empresa ejecutora del Hospital de Puno. Dan mi nombre y, dos días después, el 30 de octubre de 2021, me detienen por la presunta comisión de un delito y haber causado perjuicio al Gobierno Regional de Puno, dictando arbitrariamente prisión preventiva por nueve meses, ampliada a seis meses, que pretendieron prolongar más.

Desde el primer día de mi detención, me aferré al rezo del santo rosario diario, y lo rezaba con las personas con las que me tocó compartir celda; pedí a mi esposa que me llevara solo la Biblia y el librito de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, y pude continuar practicando los ejercicios; también leía diariamente cuatro páginas de la Biblia, la oración para alcanzar sabiduría de Salomón y un salmo.

Y ahí Dios empezó a hablar conmigo, no sólo por la oración, sino por medio de su palabra en la Sagrada Escritura. Una noche antes de llamar a mi esposa para conocer el resultado de la apelación a la prisión preventiva, tomo la Biblia en mis manos y leo, al azar: «es realmente una gracia que, por consideración a Dios, se soporte el dolor de sufrir injustamente. Porque ¿qué mérito tiene que aguantéis cuando os pegan por portaros mal? En cambio, que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios» (1 Pe 2,19-20). Me sentí identificado pues no aceptaron mi apelación. Seguía en oración y le pedía al Señor actuar «sabiamente». Mis ojos se clavaron directamente en las siguientes palabras de Dios: «Y no le abandonó en la prisión hasta entregarle los poderes del reino y el poder sobre los opresores. Descubrió la mentira de sus acusadores y le dio una gloria eterna» y sentí la seguridad de que todo lo que me sucedía era de Dios y que era una promesa de él el solucionarlo todo.

Jesús nos habla de necesidad de orar y pedir con fe, por lo que comprendía que como Dios que era me podía otorgar la libertad; pero sentía que solo «cuando tengas fe»; y, me di cuenta de que mi fe era muy pequeñita o no la tenía. Así que empecé a pedir en la oración que me otorgará la fe de la que carecía. Tomé consciencia de mi absoluta incapacidad y de mi miseria, y me di cuenta como Jacques Fesch —un condenado a muerte por matar a una persona y que tuvo una conversión y crecimiento espiritual fulminante— que yo era nada y que siempre lo sería, y que Jesús en su misericordia me podía ayudar. Jacques decía: «No soy yo quien ama a Jesús, es Jesús quien me ama a través de mí», y por ello yo sentía que podía repetir: no soy yo quien tiene fe, sino es Jesús quien en su bondad hace, por ahora, que no dude.

En tal situación, se presentó una apelación a una adecuación a la prisión preventiva que otorgó el juzgado, y que prolongaba aún más la prisión preventiva. La Sala Penal de Apelación de vacaciones, es decir, una sala temporal (las mismas que usualmente no cambian el estado de las cosas, intentan no ganarse problemas y dejan las cosas tal como venían), sin embargo, emitió una sentencia favorable a mi caso, lo que permitió mi liberación y la demostración de que Dios lo puede todo.

El proceso penal no ha concluido todavía. Sigo en oración y pidiendo al Señor por medio de María, no dudar nunca de su bondad y misericordia, seguro de que hará realidad su promesa de solucionarlo todo, descubrir las mentiras de los acusadores y la concesión de su gloria eterna. Amén, amén.

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