25 años del Aula Familiar Tomás Morales: familias en marcha, hogares en esperanza

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Participantes del Aula Familiar Tomás Morales 2024 reunidos en la foto final del encuentro en Santiago de Aravalle.
Foto final del Aula Familiar Tomás Morales 2024 con familias participantes en el albergue de Santiago de Aravalle (Ávila).

Por Javier Lucia Maldonado

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). Esta invitación de Jesús resuena cada verano en el corazón de las familias que participan en el Aula Familiar Tomás Morales. Desde hace veinticinco años, esta experiencia —organizada por el Movimiento de Santa María— ha sido una respuesta concreta a la necesidad de descansar sin desconectar de Dios, de vivir unas «vacaciones ocupadas» en las que la vida familiar se convierte en oración, formación y testimonio.

No es solo una semana de verano. Es una forma de encarnar el Evangelio desde la propia vocación matrimonial, según el carisma que anima al Movimiento: prolongar la encarnación del Verbo en el mundo, vivir un Nazaret, extender el reino de los cielos desde la sencillez del hogar y la entrega del amor diario.

Una semilla que brotó en familia

El Aula nació en 2001 como una intuición del Espíritu: ayudar a las familias a seguir creciendo en la fe durante el descanso estival. A lo largo de los años, ha ido consolidándose como una cita anual en la primera semana de agosto en Santiago de Aravalle (Ávila), en el albergue de los Cruzados de Santa María. Allí se reúnen familias de distintas partes de España para compartir vida, fe y esperanza, sostenidas por el acompañamiento espiritual de los Cruzados.

El nombre del Aula honra a nuestro fundador, el Padre Tomás Morales, cuyo pensamiento y vida han sido claves en la movilización apostólica del laicado en el siglo XX. Decía él con fuerza: «En la familia principalmente el laico cumple su misión ministerial. Los padres son los primeros educadores en la fe de sus hijos. Nadie puede reemplazarlos». Esta convicción ha alimentado cada edición del Aula, que no busca ofrecer teorías ni recetas, sino un ambiente donde las familias puedan experimentar que la santidad es posible —y necesaria— en lo cotidiano.

Santidad educadora en marcha

Cada jornada combina momentos de formación intensa, por la mañana —charlas, testimonios, círculos de reflexión— con espacios más libres por la tarde para la convivencia, el descanso y la oración en familia. Este ritmo refleja el estilo del Movimiento de Santa María: una espiritualidad de «subir bajando», que une las cumbres de la exigencia interior con la humildad de quien empieza siempre desde su pequeñez, al estilo de Teresa del Niño Jesús.

La pedagogía del Aula se apoya en lo que Abelardo de Armas llamaba «santidad educadora»: una forma de acompañar que no disimula las fragilidades, pero tampoco se instala en ellas; que forma sin infantilizar, y que exige sin asfixiar, porque apunta siempre al ideal más alto: la santidad del laico en medio del mundo, en familia, con María por camino.

Esta espiritualidad, de «tronco ignaciano y savia carmelitana», se respira en cada detalle: en el estilo de las charlas, en la manera de vivir la liturgia, en el trato entre las familias, en la forma de cuidar a los niños. Las familias aprenden a hacer familia no solo en casa, sino también en comunidad, en el trabajo y, por qué no, en una semana de verano. Esa es la lógica de la encarnación: llevar a Cristo a todos los rincones, empezando por los más próximos.

Una comunidad que crece y se renueva

El Aula ha visto crecer a muchos niños que hoy son jóvenes comprometidos. Algunos han vuelto como monitores, cuidadores o formadores. Otros han formado nuevos matrimonios. Muchos han descubierto allí el gusto por la formación, la fuerza de la Eucaristía, el valor de la palabra compartida.

El cuidado y la formación de los hijos durante la semana está organizado por franjas de edad. No es un «aparcar niños», sino un cuidado acompañamiento y un verdadero taller de vida cristiana para los pequeños, donde se canta, se juega, se aprende y se reza. También aquí se refleja la preocupación del Movimiento por formar en la plenitud humana y divina desde las primeras edades.

Un mundo nuevo que interpela a la familia

Celebrar los 25 años del Aula es una oportunidad para dar gracias, pero también para mirar al futuro. Las familias viven hoy desafíos enormes: desde la fragmentación cultural y la confusión moral hasta la presión del individualismo o la banalización del amor. A esto se suman las dificultades concretas de la vida diaria: cansancio, desconexión en el matrimonio, retos educativos, falta de tiempo o de acompañamiento espiritual.

Pero es precisamente en este contexto donde el Aula Familiar Tomás Morales tiene más que decir. Porque no ofrece recetas mágicas ni discursos tranquilizadores, sino una propuesta realista y viva: volver a Nazaret, vivir a lo sencillo, dejar que María eduque nuestros corazones, asumir nuestra pobreza sin miedo, apoyarnos en la comunidad. Como el Movimiento enseña: no poner pegas, sino solucionarlas; no cansarse nunca de estar empezando siempre.

Un futuro con más misión

Para que esta semilla siga dando fruto, el Aula Familiar Tomás Morales está llamada a crecer y renovarse, sin perder su esencia. Esto implica afrontar con mayor hondura los desafíos actuales que afectan a las familias, como la educación afectiva en un mundo hipersexualizado, el uso responsable de lo digital, salir al paso de la confusión ideológica, la defensa de la vida, la salud mental o el acompañamiento en situaciones de sufrimiento o duelo.

Al mismo tiempo, será clave formar matrimonios que puedan ejercer un liderazgo cristiano en medio del mundo, capaces de asumir responsabilidades dentro del Aula y más allá de ella, siendo referentes y motores de comunión entre generaciones.

Por último, el impulso misionero del Aula debe expresarse con creatividad, especialmente al llegar a los jóvenes, empleando lenguajes nuevos, herramientas artísticas y propuestas que toquen el corazón y despierten el deseo de vivir a fondo el Evangelio.

Gracias, con María en el corazón

Todo esto no sería posible sin el pilar de nuestra espiritualidad: María. Ella es el camino. Cada familia que pasa por el Aula acaba, de un modo u otro, más unida a Ella. Porque Ella nos enseña a vivir con sencillez, a obedecer con confianza, a guardar en el corazón las cosas grandes y pequeñas. Bajo su mirada, en su escuela, la familia se convierte en lo que está llamada a ser: un hogar donde Dios habita, donde se ama con ternura, donde se aprende a dar la vida.

Por eso, en este aniversario, no podemos sino agradecer de corazón a todas las personas que han pasado por el Aula a lo largo de estos veinticinco años: matrimonios, niños, jóvenes, sacerdotes, cruzados de Santa María, ponentes, cuidadores, voluntarios… Gracias a su fe, a su generosidad y a su entrega silenciosa, esta pequeña Nazaret ha sido posible. Que el Señor premie su fidelidad y multiplique los frutos sembrados.

En estos 25 años, el Aula Familiar Tomás Morales ha sido eso: una escuela de vida cristiana, una pequeña Nazaret en marcha, una plataforma desde la que seguir encarnando el Evangelio en el corazón del mundo. Que siga siéndolo muchos años más. Y que cada vez más familias puedan descubrir en ella que la santidad no es un lujo para unos pocos, sino la vocación común de todos.

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