Los pedagogos silenciados
Como subtítulo me gustaría haber puesto «Los innombrables», o mejor, «Los pedagogos silenciados». Apenas los encontraremos en las bibliotecas de pedagogía y mucho menos son rastreables en las redes sociales o en la omnipresente Wikipedia.
En un mundo secularizado, como el que vivimos, será difícil que los nombres que vamos a citar tengan mucho escaparate. Si la librería o biblioteca es buena, se encontrarán recogiendo polvo y años en una estantería secundaria; pero allí estarán.
¿Cuál es el criterio que los ha relegado a este segundo plano? Sencillamente que se han atrevido a unir dos cuestiones que hoy, según el gusto postmoderno, no se suelen poner juntas: el ideal educativo y sus profundas convicciones cristianas.
Y, además, tienen en común otra cuestión: que en el fondo de su enfoque educativo está un claro ideal de persona, que es lo que debe iluminar el quehacer educativo.
Me voy a centrar en el contexto europeo (en realidad, Alemania y España) y en el siglo XX. Por eso destacaré unos nombres y dejaré de lado otros que podría haber nombrado en un contexto más amplio. Además, debo declarar que voy a ser profundamente personal y selectivo: son los pedagogos que me han enseñado a educar en la vida real.
Si hiciera un sondeo en algunas escuelas de magisterio o facultades de educación creo que me llevaría muchas sorpresas. Un ejemplo: en una publicación de una universidad se nombra a los cinco pedagogos que cambiaron el mundo con sus ideas: Vygotsky, Montessori, Dewey, Locke y La Salle. Dejo al lector entendido que ponga la admiración detrás de algún apellido, pero quizá merecerían destacar algunos nombres: Comenio, Rousseau, Herbart, Frobël, Piaget y Freire.
Si siguiera indagando, estoy seguro de que algún estudiante bienintencionado de magisterio me diría que hoy no cuentan los pedagogos sino las grandes ideas de la pedagogía contemporánea, que serían siete: el aprendizaje activo, el enfoque centrado en el estudiante, el uso de la tecnología educativa, el aprendizaje colaborativo, los métodos de enseñanza flexibles, la evaluación formativa, y, sobre todo, me diría con énfasis y resaltando cada fonema, la i-n-c-l-u-s-i-ó-n educativa.
Estas ideas, fundamentalmente buenas, pero con matices y una ordenación jerárquica, están en el núcleo de las enseñanzas de los seis pedagogos que he seleccionado, aunque quizá ninguno de ellos ha hablado explícitamente de aprendizaje activo, de evaluación formativa o de inclusión. Y sin embargo puedo asegurar que están presentes en su ideal de la educación.
Al igual que la publicación que he mencionado antes, estos seis pedagogos han cambiado el mundo con sus ideas sobre la educación. Los he llamado pedagogos, pero ninguno de ellos ejerció como tal, aunque casi todos fueron profesores. Para hablar con precisión tendría que presentarlos como seis grandes educadores, o mejor todavía, maestros.
Apenas voy a hablar de ellos. Simplemente quiero presentarlos, exponerlos ante los lectores, para provocar un estímulo que lleve a conocerlos o reconocerlos, si es que ya hemos frecuentado su lectura. Es una invitación a leer con cuidado y atención lo que estos insignes educadores dejaron escrito en multitud de libros que descansan en los anaqueles de nuestras bibliotecas, y que están esperando a que los desempolvemos.
Tres educadores alemanes
Josef Pieper (1904-1997) estudió filosofía, derecho y sociología en las universidades de Berlín y Münster. Inició su labor docente en 1946 en la Escuela Superior de Pedagogía de Essen. Desde 1950 fue profesor ordinario de Antropología Filosófica en la Universidad de Münster. Es considerado uno de los pensadores católicos más influyentes del siglo XX. Algunos lo clasifican como un filósofo neotomista, porque ha realizado una profunda relectura de Tomás de Aquino traduciendo sus enseñanzas y aplicándolas a la cultura actual.
Su labor educativa se extiende por medio de sus numerosas obras, habiendo inspirado a numerosos educadores. Su núcleo central de pensamiento está asentado en la antropología cristiana. Es un maestro de maestros.
Dos obras recomendadas: Las virtudes fundamentales (1976). Como su nombre indica es un libro sobre las virtudes teologales y morales. Una lectura imprescindible para todo educador. El ocio y la vida intelectual (1948). Frente a la visión utilitarista del trabajo, Pieper defiende el ocio como uno de los fundamentos de nuestra cultura. Un texto de auténtica sabiduría.
Friedrich Wilhelm Foerster (1869-1966) fue un educador y filósofo alemán, conocido por su oposición pública al nazismo, lo que hizo que tuviera que vivir exiliado de su patria. Es ante todo un partidario decisivo de la educación moral, de la formación del carácter.
Autor de numerosas obras de carácter didáctico, escritas muchas de ellas para educadores y otras para niños y adolescentes, con estímulos inteligentes y atractivos para inducirlos a la autoeducación. En sus teorías pedagógicas, esencialmente cristianas, se opone a todo doctrinarismo y exclusivismo para recalcar la importancia de la formación de la voluntad iluminada por un ideal eterno.
En 1960 escribe su libro Temas capitales de la educación, en el que seleccionó los temas que más había tratado en sus libros. El tema central es la formación del carácter. Basta una cita para captar la sabiduría de sus reflexiones: «La educación no consiste en dar al hombre tales o cuales hábitos, sino ante todo en enseñarlo a dar la debida jerarquía a las finalidades de la vida, de modo que aprenda a dar la preferencia a lo trascendente y a resistir a tiempo a la presión importuna de los fines particulares y accidentales».
Romano Guardini (1885-1968): Teólogo y educador católico alemán. Inició los estudios de química y de economía en Tubinga y en Berlín, después cursó los estudios eclesiásticos y fue ordenado sacerdote. Fue profesor de Dogmática en Bonn (1922) y de Filosofía católica en Berlín (1923). Su cátedra fue suprimida en 1939 por el régimen nacionalsocialista. Al terminar la Segunda Guerra Mundial enseñó en Tubinga y, a partir de 1948, en la Universidad de Múnich, donde exponía su pensamiento sobre la cosmovisión católica del mundo. En 1952 obtuvo el premio de la paz de los libreros alemanes. Fue uno de los líderes de la juventud católica alemana después de la I Guerra Mundial. Simultaneó su intensa actividad intelectual con la promoción de movimientos juveniles de vida cristiana.
Entre sus obras tenemos que destacar las Cartas de autoformación (1922). Se puede decir que un libro se convierte en un clásico cuando resiste el paso del tiempo y tiene siempre algo que decir a las nuevas generaciones de lectores. Este es el caso de estas cartas de Guardini. En ella trata temas educativos tan esenciales como la libertad, la alegría, la veracidad, el alma, la acción responsable o la oración.
Tres educadores españoles
P. Tomás Morales, S.J. (1908-1994). Su misión fundamental fue la movilización de los laicos en la misión evangelizadora de la Iglesia. Fruto de su labor en este campo fue su obra más importante: la fundación de dos institutos seculares y un movimiento familiar.
Su obra pedagógica esencial no fue escribir algunos libros, que lo hizo, sino formar hombres, educadores, que transmitieran a los jóvenes y a las familias ideales cristianos, y, sobre todo, que los vivieran en sus vidas. Solía decir que el problema no está en la crisis de la juventud, sino que el problema es la falta de educadores.
Su pedagogía es una pedagogía realista. Su lema: «No cansarse nunca de estar empezando siempre» —esculpido en piedra en un lugar de la sierra de Gredos donde año tras año se trabaja por educar a la juventud— es una síntesis riquísima de su pedagogía, porque habla de autoconocimiento, paciencia y constancia, dosificadas por la mano amorosa y firme del educador.
Sus preocupaciones fundamentales han quedado plasmadas en sus escritos formativos. Sus experiencias y planteamientos educativos aparecen claros en Forja de hombres (19874), una obra a la que hay que volver siempre para releer sus cuatro principios educativos: mística de exigencia, espíritu combativo, cultivo de la reflexión y escuela de constancia. Es un auténtico manual para cualquier educador. Y el complemento ideal sería El ovillo de Ariadna (20122), un libro que aporta las claves para la autoformación de la persona.
Abilio de Gregorio (1943-2020) fue licenciado en Ciencias de la Educación y diplomado en Orientación Familiar. Conoció a fondo el mundo de la educación, en su profesión, como catedrático de enseñanza secundaria en Salamanca y, sobre todo, como padre de tres hijos.
Toda su producción escrita está centrada en la educación: Familia y educación (1987), La participación de los padres en los centros educativos (1990), Educación familiar y valores de sentido (1992), Educación y valores (1995), El proyecto educativo de centro en la escuela católica (2003) y Atreverse a ejercer de padres (2006). Y fue también pródigo en difundir sus ideales pedagógicos a través de sus numerosas conferencias en diversos congresos nacionales e internacionales.
Abilio ha sido ante todo un maestro de vida. Un maestro capaz de entender su tiempo y la educación. Un maestro que ha puesto a la persona en el centro y ha optado por una educación personalizada y personalizadora.
Aunque he mencionado ya algunas de sus obras, me gustaría recomendar los dos ensayos educativos dedicados a profundizar en la pedagogía del P. Tomás Morales y en la de Abelardo de Armas: Por las huellas de la pedagogía del padre Tomás Morales, un idealista con los pies en la tierra (2007) y Abelardo de Armas: pasión educadora; evangelizar educando (2014).
Santiago Arellano (1944-2023) cuenta con una personalidad educativa y literaria de primer orden. Estudió en la Universidad de Barcelona, para licenciarse en Filosofía y Letras, y en especial en la sección de Lengua y Literatura. Los que lo conocimos podemos dar testimonio de que estaba dotado del don de la palabra, tanto hablada como escrita. Confluían en su persona una fe profunda, un amor por las letras y una pasión educativa sin igual.
Profesor en varios centros educativos y catedrático de instituto en Pamplona. Muy importante fue el ejercicio docente en la Escuela Normal de Magisterio Huarte de San Juan de la capital navarra, en un momento de cambio de planes y de transición hacia lo que sería después escuela universitaria y facultad de educación.
Ocupó cargos importantes en el mundo de la educación de Navarra y de España: Fue director general de educación durante doce años, inspector extraordinario de enseñanza media y presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa. En todos estos puestos fue capaz de rodearse de buenos colaboradores que facilitaron la gestión educativa en todas las instancias.
Su obra escrita es importante. Cultivó distintos géneros literarios, incluidos poesía y teatro, e hizo una labor pedagógica encomiable, aplicando, en obras literarias imperecederas, los valores morales que la sociedad precisa.
Ha sido colaborador asiduo de la revista Hágase Estar durante años, enseñándonos a mirar el arte y la realidad con ojos de sabiduría y bondad. Algunas veces nos enseñó a mirar con la sencillez de los niños o de los ángeles. Quizás el mejor libro que se puede recomendar de Arellano sea el titulado Aprender a mirar, aprender a vivir. Memorias literarias de un profesor católico (2020). Un libro delicioso, donde Arellano nos da lecciones de vida «porque la ficción es para enseñar a vivir», llevándonos de la mano por la literatura universal. Recurre a su amplia experiencia como profesor y nos muestra cómo, a través de obras universales de todos los tiempos, sean de teatro, narrativa o poesía, podemos aprender sobre la condición humana y sobre la vida.
Es tiempo de terminar. Espero que este breve recorrido y presentación de estos seis grandes pedagogos, poco citados en los manuales de pedagogía, haya suscitado vuestro interés y os acerquéis a sus obras. Merece la pena. Tened presente lo que nos dice la sabiduría bíblica del libro de Sirácida: «Si ves a un hombre prudente, madruga a seguirlo, que tus pies desgasten el umbral de su puerta» (Si 6,36).






