Educar en la esperanza a través del arte

La esperanza dibuja coloreando la vida. Portador de luz en la noche.

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Mujer con vela, (sin fecha) Godfried SCHALCKEN (1643–1706), pintor holandés conocido por el frecuente uso en su pintura de la iluminación artificial, interesado en la captación de los efectos de luz sobre la materia.
Mujer con vela, (sin fecha) Godfried SCHALCKEN (1643–1706), pintor holandés conocido por el frecuente uso en su pintura de la iluminación artificial, interesado en la captación de los efectos de luz sobre la materia.

Por José Alfredo Elía Marcos, profesor de instituto

Mujer con vela reza el título de esta magnífica obra de arte del holandés Godfried Schalcken, pero es mucho más que eso. Para mí es un símbolo de esperanza. Te animo a que te pares un momento. Que dejes todo lo que estés haciendo y la contemples con detenimiento, acompañado por estas humildes reflexiones.

Ella, mujer de rostro sereno, sujeta el candil cuya luz colma con su esplendor todo el cuadro. De esta manera aparta la oscuridad que amenaza con dominarlo todo. Esa débil y pequeña luz, sostenida por la firme mano de la joven doncella, es justamente la clave de toda la obra. Si ese pequeño fulgor no estuviera, y si la dama no lo portara, el cuadro quedaría en negro y no distinguiríamos nada.

La nada: Eso es justamente lo que se muestra en la otra pintura de Malevich que contrapongo a la primera. Su título ya lo advierte: Cuadrado negro. Poco más de medio cuadrado de tela, manchada de betún con olor a bruno carbón. Negro pesimismo. Negra desesperanza. Negra muerte. Su autor colgó el cuadro en la sala de exposiciones de Moscú, en la esquina superior de la habitación. Precisamente el lugar donde los cristianos rusos sitúan los iconos religiosos. Con este gesto Malevich quería oscurecer, tapar, negar la presencia divina en la vida cotidiana y doméstica, empleando el burdo truco de la tachadura, para burlarse de la luz.

Pero, al censurar la divinidad, este hombre niega a sus congéneres la única claridad capaz de transmitir una esperanza plena. El único calor que permite soportar la fría y gélida noche de la tribulación. No me gustaría gastar más líneas en comentar esta pintura, porque sólo transmite oscuridad, tristeza y podredumbre, al alma que lo contempla. Lo siento, pero esto no es arte pues carece de lo más mínimo que se pide a una obra humana: ser una expresión esperanzadora de la vida.

En cambio, me fascina más la tela de la Mujer con vela, un lienzo que muestra una tenue llama temblorosa, llena de luz, calor y Vida. Me maravilla ese cirio que se desgasta poco a poco, y que se consume noche tras noche para vencer a las tinieblas.

Me seduce esa mano femenina que con firmeza sujeta ese símbolo de esperanza. Ese amarillo latón que refleja, multiplica y reproduce el verdadero y único origen de la luz. Admiro ese bello rostro de la muchacha, mitad en penumbra, mitad iluminado, auténtico campo de batalla donde combaten las luces y las sombras de la historia humana.

Me agrada esa tierna mirada que dirige la mujer a quien contempla con paz y atinado juicio la obra. Esa boca entreabierta, que invita bondadosamente a acercarse al calor de ese débil fuego blanco. Descubro con sorpresa una pequeña joya que embellece la escucha atenta de esta mujer. Y me llama poderosamente la atención esa mano derecha que resguarda y protege la vela. Esa mano que sabe que una llama es frágil y que cualquier ráfaga impetuosa puede extinguirla dando al traste con toda esperanza… Por eso la mano femenina rodea al resplandeciente fulgor, para abrigarlo del siniestro enemigo oscuro.

Una mano que a la vez se expone valientemente a acercarse al fuego para defenderlo, aun corriendo serio peligro de ser herida por su ardiente temperatura. Ella sabe que su vida, su Esperanza, depende de mantener viva esta llama. Un detalle más: curiosamente la mano no puede ocultar esta poderosa Luz. Su destello es capaz de traspasar los dedos de la dama para seguir regalándonos ese esplendor y calor que tú y yo, partícipes necesarios de la escena, necesitamos.

¿Quién es esa portadora de luz? Quizás es una madre que se ha levantado a media noche para atender la llamada de su hijo más pequeño, que sufre aquejado por una funesta enfermedad. Una madre que prende una candela, para apartar el mal que ha osado molestar el sueño de su vástago. Una madre que pregunta, con voz candorosa, ¿qué te duele hijo?, ¿necesitas algo?, ¿puedo ayudarte? ¡No temas! ¡Estoy aquí a tu lado! Una madre que es centinela en la noche y que permanecerá fielmente vigilante en el lecho del enfermo hasta que llegue la claridad del nuevo día.

Una mujer, infatigable luchadora, que pelea contra un enemigo forastero que viene a usurpar el buen sueño del que ha trabajado durante todo el día y que ahora recibe el premio de un reparador descanso que ayude a sanar sus aflicciones. Cuando esta dama enciende la llama, ahuyenta a la monstruosa tiniebla contraponiendo la belleza de su rostro.

Ante ella, la bestia de las sombras se escabulle espantada, pues no puede soportar la hermosura de un alma, que es capaz de incorporarse a horas intempestivas para atender una llamada de auxilio. Un alma que es capaz de encender un fuego poderoso para iluminar la verdad. Un alma que tiene el valor de sacrificarse por ti y por mí, que sufrimos heridos en la lóbrega noche. Una verdadera madre que todo esto hace por el gran afecto que nos tiene y que no va a permitir que la oscuridad apague el precioso rescoldo de su predilección por su hijo amado.

Sinceramente, yo amo a esa mujer que es capaz de levantarse contra la noche y encender una Luz de esperanza.

Cuadro Negro (1915) Kazimir Malévich (1879-1935). Óleo sobre lienzo, 79,5 cm x 79,5 cm. Estilo supramatismo, arte abstracto.
Cuadro Negro (1915) Kazimir Malévich (1879-1935). Óleo sobre lienzo, 79,5 cm x 79,5 cm. Estilo supramatismo, arte abstracto.
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