San Enrique de Ossó

Un pedagogo nato

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Pintura de manos
Pintura de manos

Por Norma Angélica Olaeta Aramendía, Stj, religiosa de la Compañía de Sta. Teresa de Jesús, ciberteóloga & evangelizadora digital.

Enrique de Ossó fue un pedagogo nato. Nació con vocación de maestro. La vivió plenamente en su misión personal y la encarnó significativamente en sus diferentes apostolados y especialmente en su obra principal: La Compañía de Santa Teresa de Jesús.

¿Quién fue este hombre? Enrique Antonio de Ossó y Cervelló. Sacerdote catalán. Nació el 16 de octubre 1840 en Vinebre, Tarragona. Sus padres Jaime y Micaela. Fue el menor de tres hermanos: Jaime, Dolores y él. Hombre de Dios polifacético, con una personalidad «poliédrica»: sacerdote, catequista, pedagogo, escritor, fundador, apóstol teresiano, innovador institucional social y eclesial. Muere el 27 de enero 1896, en el convento franciscano Sancti Spiritus, Gilet Valencia, a los 55 años de edad. Beatificado en Roma el 14 de octubre 1979 y canonizado el 16 junio 1993 por el papa Juan Pablo II. Proclamado patrono de los catequistas españoles en noviembre 1998 por la Sagrada Congregación.

Desde niño fue muy sensible a lo espiritual y desde entonces expresó su deseo de ser maestro «porque esto es cosa que muchas almas lleva a Dios»[1]. En la adolescencia se juntó con jóvenes mayores y perdió esa piedad. La muerte de su mamá lo marca profundamente y renace en él el deseo de Dios en septiembre 1854. Abandona su casa y va a la abadía de Montserrat, donde escribe: «Solo y por caminos difíciles llegué hasta ti…, a vuestros pies hallé mi vocación…, hallé la paz perdida, creí, deseé y amé lo que nunca debía haber olvidado». Su vocación será cristocéntrica: «Seré siempre de Jesús, su ministro, su apóstol, su misionero de paz y amor»[2]. Y descubre que la misión es: «Conocer y amar a Jesús, para hacerlo conocer y amar por todos» a través de diversas vocaciones y apostolados, enfatizando lo importante que es hacerlo en el propio ambiente para ser semillas de restauración en el mundo.

E. de Ossó, tuvo la capacidad de generar y crear algo nuevo, como respuesta creativa a los retos que le presentaba su contexto histórico. Atento a la realidad, detecta necesidades y propone soluciones. Como sacerdote organiza la catequesis de Tortosa 1869 de una manera extraordinaria, con una visión de formación integral. Como buen pedagogo sabe enseñar y sabe formar a otros para multiplicar la experiencia. Como fundador, crea en Tortosa 1873 la Archicofradía de Hijas de María y Teresa de Jesús.

En 1876 funda la Compañía de Santa Teresa de Jesús, su obra predilecta. A través de ella, busca atender la necesidad de educación y evangelización que había en su entorno.

Enrique acompaña, orienta, enseña y a la vez, sabe delegar y dejar el protagonismo en otros. Centrado en Jesús y apasionado por el proyecto del Reino, tiene la certeza de que la Compañía es una mediación privilegiada para transformar el mundo a través de la educación. El tiempo y la gracia han confirmado que así sigue siendo después de 148 años de existencia.

E. de Ossó fue un líder creativo que encontró soluciones a los clamores de su tiempo y lo hizo de un modo comunitario, con un plan sistémico, articulado y colaborativo[3].

Fue un líder que convencía, que trascendió su espacio vital al combinar la preocupación global con la actuación local. Un hombre muy ordenado, con gran capacidad de organización, que aprovechó los cauces existentes y creó redes diversas con los MMCS (Medios de comunicación social). Tenía gran capacidad de movilización y aportaba vitalidad en las organizaciones que creaba, vivió un liderazgo en acción y a la vez desde y en soledad, pues al ser un hombre tan dinámico, apabullaba a algunos por tener más ideas y ser tan activo, eso hizo que muchos lo dejaran solo. Dios lo sostuvo en esa soledad e incomprensión.

Su preocupación por la educación le llevó a reflexionar constantemente sobre ella y a escribir diversas obras. Las más significativas desde el punto de vista pedagógico son: La guía práctica del catequista (1872) y Los apuntes para un libro de pedagogía, obra inacabada de sus últimos años (1894). A través de ellas y por su trayectoria de vida podemos inferir algunos rasgos de su pedagogía:

El centro de la educación es la persona. Invita a conocer a cada uno de los alumnos y desde ahí acompañar su proceso formativo.

Propone una educación integral, que abarque las diferentes dimensiones del ser humano: «La verdadera educación es la que cultiva a la vez la dimensión religiosa, moral, intelectual, estética y física de la persona»[4].

Reconoce la trascendencia y eficacia de una buena educación: «Formados buenos ciudadanos, se tendrá formada una buena familia y una buena sociedad»[5].

Invita a dejar fluir la creatividad de los alumnos, para que vayan generando aprendizajes significativos: «Si atendéis a las dudas de los niños, veréis que gozan sobremanera, proponen otras y entienden y discurren más. La novedad y variedad en la enseñanza son las dos cosas que más les agradan. Es necesario comprenderlos con seriedad y animarlos a que pregunten más»[6].

Enfatiza la unidad entre todos los agentes educativos para no confundir a los educandos: «En cuanto sea posible, sintamos y digamos todos lo mismo; teniendo unidad en la enseñanza y en todas las demás cosas. Haya, también, unidad en el plan de educación. Concurran todos a desarrollar este plan»[7].

Partir de la identidad de los alumnos, educarlos con el ejemplo, amarlos y acompañarlos en su proceso formativo, son rasgos que definieron el estilo pedagógico de E. de Ossó y que se siguen impulsando en los Colegios Teresianos.

A modo de cierre…

¿Para qué traer a la memoria y compartir la vida y obra de un pedagogo extraordinario y contemporáneo? Para confirmar que es posible ser y formar a sujetos, transformadores sociales.

Podemos aprender y vivir al estilo de Enrique de Ossó, hombre profundamente apasionado y comprometido con su realidad social, que logró una transformación con un liderazgo que supo integrar los aportes de todas las personas, generando cambios importantes.

Fue un activista social de su época y hoy que nuestro mundo clama por la paz, tenemos la misión de ser líderes de paz, demostrar con hechos que es posible vivir en armonía, reconociendo el valor y dignidad de los demás. El dejar una huella de humanidad que contagie esperanza y se parezca más al sueño de Dios como lo hizo san Enrique de Ossó.

¡De nosotros depende!


[1] RT enero 1878, en Escritos Enrique de Ossó. Vol. III, Roma 1977 (EEO III), 841.

[2] TF en EEO III, 194.

[3] Síntesis personal elaborada a partir del texto de la Hna. Gemma Bel Stj, sobre el liderazgo de E. de Ossó. IDEO.

[4] San Enrique de Ossó, Apuntes de pedagogía teresiana, nº 3.

[5] IDEM nº 85.

[6] IDEM nº 69.

[7] IDEM nº 211.

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