
Extracto de Itinerario litúrgico, pp. 514-521.
Movida por el Espíritu Santo, María, levantándose, se dirige apresurada a la montaña. El Espíritu la empuja. Tiene que comunicar a los demás la alegría de la Encarnación. No se la puede guardar para ella sola. Y la Virgen, misionera del amor, se pone en marcha… Y nos arrastra con su ejemplo. La vemos, la acompañamos en su camino, y, como ella, queremos también ser misioneros del amor, repartidores de la alegría de la Encarnación entre nuestros hermanos.
La Virgen marcha diligente, apresurada, dice el evangelio. Podía haberse quedado saboreando en Nazaret su intimidad con Dios. Le tiene dentro… Pero tiene prisa para santificar a los demás. Quiere hacerles comprender lo maravilloso que es gozar de la compañía de Dios-Amor. Con María, tengo que aprender a sacrificar mi vida de intimidad con Dios o con mis hermanos, siempre que el Espíritu Santo me impulse a llevar el amor a los demás.
Es la primera procesión con el Santísimo que se celebra en el mundo. María es la custodia. Un cuadro representa al vivo el viaje de María. Fulrico, el piadoso pintor, rodea a la Virgen de angelitos. Unos van abriendo paso, apartan del camino piedras y espinas. Otros entonan canciones, deshojan flores. Muy poético, pero no muy exacto. El evangelio no nos dice nada.
Los caminos de montaña, cuando los hay, han sido siempre, y más en aquellos tiempos, empinados y pedregosos. Así es el de María, así tiene que ser el nuestro en la vida. Pero como el amor canta y ríe dentro, la fragosidad de la ruta no te impresiona. Sólo piensas en ser para los demás surtidor de alegría, en sembrar el desierto de rosales y prodigar fragancias de consuelo. «Abrir a todos mis brazos y consolar sus pesares, y, entre risas y cantares, darles la vida a pedazos».
Y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Ha llegado al término del viaje. Va a armar una revolución, la revolución de la alegría. La que siempre en la historia organiza María cuando se mete en un alma.
Atención. La aurora de la mediación universal de la Virgen apunta. Primeras claridades de María, medianera de todas las gracias. Se empieza a iluminar el mundo.
Jesús se comunica a Juan precisamente a través de María. Es que en el día de la Visitación irradia claridades de alba su maternidad con nosotros. La cabeza de la serpiente empieza a ser aplastada. El reino del pecado original empieza a desmoronarse. Juan es la primera victoria. Seguirán otras muchas a lo largo de los siglos. Todas se las apunta ella, la bendita entre todas las mujeres.
El creyente hoy es otro Bautista, nuevo precursor. La Virgen prolonga también en él su visitación cuatro meses de verano para que el estío no sea para él invierno de alma. Lo llena de regalos y gracias para que sea testigo viviente de lo eterno, heraldo de Cristo entre sus hermanos. Y lo llena de regalos en sus fiestas estivales, más abundantes que en el resto del año. Prolongan en su alma las gracias de la Visitación. Es la Campaña de la Visitación a lo largo del verano hasta el 7 de octubre.





