Por Juanjo Tobar
Los que llevaban ya muchos años en la Milicia de Santa María de Burgos se fueron haciendo mayores pasando al grupo de universitarios y después al grupo de Juan Pablo II.
Había que empezar casi de cero. La oración para conseguir que empezara el grupo, confiando en Dios y en nuestra Madre María, hizo posible que empezara a venir un grupito de chavales. La Inmaculada nunca falla.
Hubo algunas familias que nos pidieron también atender a sus hijas. Y así empezó el grupo de Altas Cumbres. La madre de una de las niñas se ofreció a hacer de educadora. Ya teníamos grupo de MSM y de AACC. La Inmaculada nunca falla.
Por fin después de muchos años había suficientes miembros de la Milicia de Santa María y de Altas Cumbres como para poder organizar con ellos la Vigilia de la Inmaculada.
Pero empezaron las dificultades. La primera vino cuando ya teníamos repartido lo que hacía cada uno. Varias familias nos comunicaron que se iban fuera de Burgos esos días. Pero otros haciendo más tareas pudieron sustituirles. La Inmaculada nunca falla.
Después, la directora del coro se puso enferma dos días antes. Como la Inmaculada nunca falla, uno de los colaboradores se ofreció a dirigir el coro.
Pero entonces vino la tercera dificultad. El encargado de llevar el primer misterio y la segunda lectura no pudo venir. Faltaban unos minutos antes de comenzar el acto. El que daba el testimonio se decidió también a llevar el primer misterio y a leer las lecturas. La Inmaculada nunca falla. Os ofrecemos a continuación el testimonio de uno de los jóvenes del grupo.
Testimonio en la Vigilia de la Inmaculada de Burgos 2024
Me expreso con libertad en clase
Una noche más, nos encontramos todos aquí reunidos celebrando la Vigilia de la Inmaculada. Esta noche he venido a daros mi testimonio sobre un antes y un después de conocer la Milicia de Santa María.
Hace unos años, tras recibir la confirmación, dejé de ir a la eucaristía y de participar en actividades relacionadas con la Iglesia, ya que mis padres no iban y yo no le daba mucha importancia. Un día una amiga invitó a mi madre a hacer un retiro de Emaús, y unos meses después quedaron algunas personas del retiro para comer. En esa comida conocí a Pilar y a su hijo Lucas que fueron los que me invitaron a la Milicia y les doy gracias por haberlo hecho.
Aquel primer día, en el Hogar de la Milicia, me lo pasé especialmente bien, porque vi a otros chavales de mi edad que tenían las mismas creencias que yo. Y porque, por fin, me sentí a gusto con alguien, ya que solía ser rechazado por amigos y compañeros por mis creencias y mis valores. Desde ese día volví a asistir a la eucaristía y comencé a darle más importancia.
Llevo tan solo tres años asistiendo todos los sábados al Hogar de la Milicia, donde he creado buenas amistades. Desde el primer año me propusieron ir a los campamentos de verano, y acepté. Mi primer campamento de la Milicia nunca lo olvidaré, ya que fue una de mis mejores experiencias, donde desconecté de las tecnologías y preocupaciones y conecté con la naturaleza y con Dios.
En estos campamentos nos enseñan valores que no nos mostrarán jamás en ningún otro. Te enseñan a compartir, a trabajar en equipo, a dar lo mejor a los demás, a tener fe. Los últimos días de campamento, aparte de realizar diversas actividades deportivas y religiosas, subimos a la sierra de Gredos, donde acampamos a la intemperie durante tres días. Fue una experiencia dura por los esfuerzos que había que hacer al caminar con la pesada mochila en la espalda, pero me gustó mucho porque pude tener mucho tiempo para reflexionar sobre mi vida y conectar con Dios.
Cuando volví a casa después del campamento le dije a mi madre que ojalá hubiese un campamento de la Milicia que durará todo un año, porque por una vez en toda mi vida sentí que pertenecía a un grupo en el que tenía amigos. Unos días después me preguntaron si me animaba a participar en unas convivencias en Asturias, y allí fui de cabeza. Cuando llegué y vi el albergue donde nos íbamos a alojar treinta y cuatro personas, pensé que sería una broma; pero no. Era un albergue con tan solo dos baños, tres duchas y cuatro habitaciones con seis camas cada una; e incluso cuatro durmieron en el suelo. Esta experiencia fue muy valiosa para mí, igual que la de Gredos, ya que te enseña a valorar todas aquellas cosas que Dios nos otorga y de las cuales, a veces, no somos conscientes.
Este año, al terminar agosto, se me volvió a preguntar si quería ir a los Ejercicios Espirituales, y yo respondí que por supuesto. Cuando llegué muchos cruzados, que justo terminaban sus ejercicios, me dijeron que habían sido los días más importantes y más bonitos de toda su vida. Y yo me pregunté: ¿lo serán también los míos?
Al comenzar los ejercicios me sentía un poco raro, porque teníamos que estar todo el tiempo en silencio y me dije: ¿dónde me he metido? Pero al final me resultó beneficioso porque fue la primera vez que estuve en contacto directo con Dios durante cuatro días, donde tuve mis momentos de conocimiento sobre la vida de Jesucristo, donde hablaba con él, y tuve momentos donde me emocionaba por haberme dado el don de la fe y por haberme permitido conocer la Milicia.
Cuando los Ejercicios Espirituales acabaron, junto con el verano, tocaba volver a la rutina y a clase, donde me esperaban nuevos compañeros en un nuevo centro. A veces me pregunto, cuando sale el tema sobre Dios delante de mis compañeros, si no sería mejor negarle y seguirles el rollo a ellos. Pero siento como que traiciono a Dios si lo hago; por eso me expreso con libertad en clase y defiendo mi fe.
Espero que Dios nos ayude a aumentar nuestra fe y defenderla a pesar de los impedimentos que surjan por el camino.
(Lucas Gutiérrez, 16 años)






