
Por el P. Alfonso Tapia
El misionero burgalés, P. Alfonso Tapia, nos cuenta para Estar su último año en Perú
Estamos en época de vacaciones escolares y época de lluvia. Ahora mismo tengo de música de fondo una persistente lluvia y, como acaba de empezar, huele muy rico. Al estar de vacaciones no hay salidas a las escuelas rurales y tengo aquí a los seminaristas. Aprovechamos para hacerles trabajar, que bastante nos cuesta mantenerles durante el año. Además de ahorrar algunos gastos de mantenimiento, les enseñamos a trabajar y a hacerlo en equipo, sea quien sea mi compañero. Nos permite conocerlos, educarlos y corregirlos. Además aprenden a hacer un poco de todo, lo cual les será muy útil mañana pues estarán en lugares donde tendrán que apañárselas solos, o tendrán que supervisar lo que les hacen otros. Aquí el sacerdote es un todoterreno, proviene de familia humilde y sabe lo que es trabajar; pero también es verdad, que si no estamos un poco al tanto, fácilmente se acomoda y busca lo fácil. ¡Cuánto nos cuesta comprender (a mí también) que seguimos a Aquel que vino a ser servido y no a servir! Qué fácilmente nos aburguesamos.
Dos seminaristas de los más mayores, con dos jóvenes de la parroquia, están una semana de misiones en un pueblo a hora y media de aquí. Mañana iré a por ellos para concluir la misión y traerlos, pero no sé si podré llegar. Por las lluvias se producen aluviones y se corta la carretera. Dios dirá. El lunes tenemos que volver, porque es la fiesta del pueblo y será la Misa y los sacramentos que han preparado. En el carro llevo siempre botas de goma, poncho de lluvia, un machete y un pico pequeño. En invierno, además, un azadón. Me han sacado de bastantes apuros. De todas formas, cuando veo que no se puede, media vuelta. Aquí no existe la grúa, ni para lo bueno, ni para lo malo. Gracias a Dios en muchos lugares ya entra el teléfono móvil.
En estos meses también ocurren desgracias. Ayer estuve llevando unos pocos víveres y ropa a seis familias afectadas por el desborde de un pequeño riachuelo. Dos lo han perdido todo, incluida la casa. El resto podrán recuperar la casa y poco más. Como todo son montañas, cuando talan árboles para sacar madera, deberían limpiar y no dejar ramas, troncos, etc., pero no lo hacen. Cuando llueve fuerte se forma una represa que acumula mucha agua, hasta que revienta y se viene con todo: agua, barro, piedras, palos, etc., arrasando con todo lo que encuentra a su paso. En esta ocasión, aunque fue a media noche, olieron el barro y salieron corriendo. Otras veces se los lleva a ellos. Quedan por lo menos dos meses de lluvia. En ocasiones está toda la noche tirando agua hasta las 9 ó 10 de la mañana. Por supuesto, no hay seguro de vivienda, ni nada que se le parezca.
La sensación de impotencia es una de nuestras fieles compañeras. Fácilmente puede degenerar en rabia y renegadera, siendo muy dañina. Yo he descubierto una forma de superarla, aunque no siempre lo hago. Ha sido a partir de una película, “Todopoderoso”, en que me di cuenta que Dios también sufre esa impotencia cuando yo no respondo a sus invitaciones para ser mejor, para compartir, hacer tal o cual obra, o sacrificio.
Ya sabéis que hemos celebrado el Centenario de la Parroquia. El año pasado por estas fechas estaba enredado con el Calendario. Salió muy bien y creo que casi todos lo tenéis. Ahorita, tenemos también un folleto para los niños, jóvenes y ociosos, y un libro de 185 páginas con unas cuarenta fotos, con lo cual es fácilmente “leíble”. Además es letra grande, pensando en los abuelos y abuelas, como siempre me insistía Mons. Julio (el obispo que me ordenó). Además de la historia, hemos añadido un capítulo: “La parroquia hoy”, con la finalidad de dar a conocer el trabajo que desarrollamos.
El broche de oro será el 26 de febrero, dentro de la Semana Vicarial donde nos reunimos de todas las parroquias del Vicariato. En la noche tendremos una solemne Eucaristía de Acción de Gracias y clausura del Año del Centenario, presidida por el Obispo, Mons. Gerardo Zerdin. Después, en el Salón Parroquial, al que estamos intentando cambiar las 320 butacas, una velada cultural y folclórica, con la presentación del libro, números artísticos, danzas típicas, brindis de honor y bocaditos. Será un alivio clausurarlo.
Último tercio. El año pasado os decía que había sido el año de las operaciones. Lo que no sabía yo es que la historia (clínica en estos casos) no acababa. Dios sigue probando la paciencia de estas personas, y de rebote la mía. Podía contaron un montón de casos. Selecciono uno. El niño que nació con hidrocefalia y le pusieron una válvula en la cabeza para que drene, lo hemos tenido que cambiar dos veces de válvula, porque se obstruye y si no se opera en unos días, le produce la muerte por la presión en el cerebro. El SIS, seguro del Estado cubre la operación, pero no la válvula que cuesta unos 1500 euros. Además, el seguro sólo cubre los tres primeros días de hospitalización, el resto se paga, así como el alojamiento y la comida de la persona que se queda a cuidarlo. Una vez operado no se le puede traer aquí por la distancia y porque hay que cruzar los Andes a 4.818 m de altitud. O sea, que hay que quedarse un mes en Lima, con los gastos que eso implica. Hay otros casos que apoyamos de manera, más o menos, continua; y muchos de forma esporádica. Estos meses de enero a marzo son un rosario de gente, porque la economía está muerta, no hay clases, ni cosecha de nada. Así que hacemos lo que podemos. Gracias a Dios, también hay gente aquí que es muy solidaria y comparte desde su pobreza, sea con ropa, víveres o dinero en efectivo. Así se mantiene la parroquia. ¡Qué Dios los bendiga a todos!