Bautizados que toman conciencia de su fe

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Pila bautismal de Javier (Navarra)
Pila bautismal de Javier (Navarra)

Por Equipo pedagógico Ágora

La iglesia de La Anunciación o de Santa María es la parroquia de la villa de Javier, situada en la merindad de Sangüesa, al extremo oriental de Navarra y en el linde con Aragón. El paisaje que la rodea es accidentado, configurando un suave relieve abierto hacia el río Aragón por la acción erosiva del barranco de Undués.

Echeberri, Exavierre, Essavier son formas escritas vascuences que derivan en el topónimo Javier («casa nueva»), lugar de nacimiento, el 7 de abril de 1506, de Francisco, hijo menor de Juan de Jaso y María de Azpilicueta, y bautizado en la pila bautismal que se encuentra en la iglesia parroquial, aledaña al afamado castillo.

La cabecera del pequeño templo alberga una talla de la Virgen con el Niño, del siglo XIII, que atraería en más de una ocasión las miradas e ilusiones de Francisco. Este partiría a los 19 años hacia la universidad de París para no volver más, persiguiendo sueños terrenos que Dios, por medio de Ignacio de Loyola, trocaría en elección divina para evangelizar el extremo Oriente, donde se afirma que administró cerca de un millón de bautizos.

A los pies de la iglesia se halla el baptisterio pentagonal que aloja la pila donde Francisco fue bautizado. Es de piedra, con copa octogonal y decoración de discos, y está datada en el siglo XV. Junto a la reja de acceso se lee una candorosa rima nacida seguramente de la pluma de algún devoto jesuita:

Javier fue regenerado
En aqueste baptisterio
Quedando del cautiverio
De Lucifer libertado;
Si un Apóstol denodado,
Fue en las Indias y el Japón,
Aquí fue su corazón
De caridad inflamado.
¡Feliz el que es bautizado
En este sacro pilón! A.M.D.G.

Para el cristiano «todo nace de las aguas del bautismo» (A. de Gregorio). Durante el rito bautismal, el sacerdote afirma: «Dios todopoderoso te consagre con el crisma de la salvación para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey». Es la consagración sustantiva que constituye el hilo de oro de la labor apostólica del venerable Tomás Morales SJ, divinamente obsesionado con la «movilización universal en anchura y profundidad de todos los laicos bautizados».

A juicio de este apóstol del laicado, la raíz más profunda de la crisis que atraviesa el mundo hay que buscarla en la «deserción de los bautizados que dejan de ser fermento en medio del mundo para convertirse en masa amorfa». Él vio con claridad que la «puesta en marcha del laicado» viene exigida porque «la vocación al apostolado brota de la pila bautismal como el agua de la fuente». En perfecta sintonía con tal inquietud resuenan aquellas palabras de san Juan Pablo II, precisamente en Javier: «Cuando un católico toma conciencia de su fe se hace misionero».

Como escribe también el P. Morales: «En cualquier estado de vida o profesión que desempeñes, sano o enfermo, culto o ignorante, debes ser apóstol. Basta que vivas tu bautismo».

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