Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis (Mt 10,8). Y es admirable cómo el celo apostólico de muchos conversos ha hecho realidad ese consejo de Jesús a sus discípulos. Como en invisible cadena han arrastrado tras de sí (en vida, y aun después de muertos con sus escritos) a otros muchos, hasta llevarlos al reino de la luz y la verdad, a la Iglesia.
El primer eslabón
Estamos en París, en diciembre de 1868. Calle Rousselet. Un joven de 22 años está cargando en una carreta las obras completas de Voltaire, dispuesto a venderlas para salir de su precaria situación económica. Se le acerca un vecino y entablan conversación. El joven se llama Léon Bloy; el pudiente vecino, Barbey d´Aurevilly.
Léon (1846-1917), hijo de un ingeniero librepensador, se había convertido durante su juventud en un furibundo ateo. «Hubo un momento —confesará luego— en el cual el odio por Jesús y por su Iglesia fue el único pensamiento de mi intelecto, el único sentimiento de mi corazón». Barbey, por el contrario, era escritor y periodista de firme creencia católica.
Surgió una conversación fluida, fruto de la cual pasó Léon al servicio de Barbey como secretario. Pero este se preocupó de la formación espiritual de Léon, dándole a leer obras de contenido católico. Fue así como se gestó la conversión de Léon Bloy, cuyas obras literarias y apologéticas se difundieron por toda Francia.
Se inicia con Léon una cadena de conversiones, fruto no solo de su palabra, sino del ejemplo de su vida, abrazada siempre a la austeridad.
Es en la casa de Barbey, en 1889, donde Léon conoció a la joven Juana Molbech (1859-1928). Danesa, hija del poeta Christian Molbech. De religión protestante, luterana. Amor a primera vista, que llevó a la conversión de Juana al catolicismo y posterior matrimonio con Léon al año siguiente, el 27 de mayo de 1890. Previamente, en marzo (día 27) de ese mismo año, Juana se había bautizado y recibió su primera comunión.
Jacques y Raïssa Maritain
Seguimos en París. Año 1900. Dos jóvenes se encuentran en la Universidad de la Sorbona, Jacques Maritain (1882-1973) y Raïssa Oumansoff (1883-1960). Pronto congenian. Ambos, almas ardientes, sedientas de la búsqueda de la verdad.
Jacques era brillante estudiante, entusiasta de la filosofía. De familia y ascendencia protestante. Raïssa, de origen ruso, pertenecía a una familia judía. Con sus padres y su hermana Vera emigraron a París en 1893. Claro exponente de las dotes intelectuales de Raïssa es el hecho de que apenas llega a París, en dos semanas, aprendió francés lo suficientemente bien como para entender las lecciones y ocupar el segundo lugar en la clase.
Jacques y Raïssa se comprometieron, y contrajeron matrimonio en 1904. Pero su sed de verdad no se apagaba. He aquí sus palabras:
«Decidimos, no obstante, conceder confianza a lo desconocido durante algún tiempo; íbamos a abrir un crédito a la existencia, a una experiencia por realizar, con la esperanza de que ante nuestro vehemente llamamiento se rasgaría el velo que ocultaba el sentido de la vida, con la esperanza de que se revelarían nuevos valores tan claramente que arrastrarían nuestra adhesión total, y nos librarían de la pesadilla de un mundo siniestro e inútil. Y si esta experiencia no tenía éxito, la solución sería el suicidio».
Es entonces cuando Raïssa, víctima de prolongada enfermedad, consume horas en lecturas de provecho. Y caen en sus manos algunas obras de Léon Bloy, entre otras El desesperado y La mujer pobre. Deciden, pues, entrevistarse con el autor de tan vibrantes obras, y es el 25 de junio de 1905 cuando Jacques y Raïssa visitan el hogar de Léon, Juana y sus hijas las pequeñas Verónica y Magdalena. Encuentro que abre sus corazones a una amistad incondicional y, sobre todo, a la fe. Apenas un año después (11 de junio de 1906) Jacques y Raïssa reciben el sacramento del bautismo, siendo Léon y Juana sus padrinos en la ceremonia religiosa. Por cierto, en esa misma ceremonia es bautizada también Vera, la hermana de Raïssa.
Desde hace años, hay un impulso por proponer que Jacques y Raïssa Maritain sean beatificados conjuntamente, como matrimonio.
Pieter y Cristina van der Meer
Y la gracia sigue actuando a través de Léon Bloy. Es ahora un poeta y escritor holandés, Pieter van der Meer (1880-1970), casado con Cristina Verbrugghe (1875-1953). Él era protestante, y de tendencia política socialista. Ella, también socialista. Se conocieron en 1901 y se casaron civilmente pocos meses después en Bruselas. En septiembre de 1909 se trasladan a París.
Y es nuevamente la lectura de las obras literarias de Léon Bloy el detonante que suscita en este joven matrimonio el deseo de conocerle personalmente. Entrevista que se realiza el 28 de noviembre de 1909. Y es el 24 de febrero de 1911 cuando, tras la preparación catequética adecuada, Pieter y Cristina, acompañados de su pequeño hijo Pierre, reciben el sacramento del bautismo. Y nuevamente actuando Léon Bloy y su mujer Juana como padrinos.
El itinerario detallado de la conversión de los der Meer es narrado por Pieter en un admirable diario titulado Nostalgia de Dios. Digno de leerse.
Años después, viudo ya Pieter, fue ordenado de sacerdote en 1956. Y su hijo Pierre ingresó en la orden benedictina.
Por cierto, el 14 de marzo de 2013, en su primera homilía como papa, Francisco sorprendió a muchos al citar a Bloy.