—Javier, —me decía hace ya muchos años el ahora obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde— es relativamente fácil encontrar gente que quiera echarte una mano. Lo realmente difícil es encontrar personas que quieran comprometerse con continuidad.
Juan Carlos y yo compartíamos en ese momento trabajo en la curia diocesana de Pamplona, él como delegado de pastoral universitaria, yo como delegado de enseñanza. Pero aquella frase se me quedó grabada y he podido constatar su validez no solo en el ámbito eclesial, sino en general en la sociedad.
Hay generosidad entre los jóvenes, sin ningún tipo de duda. Somos testigos de ello cada vez que una tragedia golpea nuestro país. La última ocasión en la que lo hemos podido comprobar ha sido al ver los centenares, miles de jóvenes que han acudido a Valencia ante la desgracia de la DANA. Nadie puede negar la generosidad que habita en el corazón de esos jóvenes.
Pero quizás cabe destacar la frase de san Pablo VI cuando decía, con cierta sorna, que los españoles somos capaces de hacer un dos de mayo… pero que lo que nos cuesta es vivir el tres de mayo, el cuatro, el cinco… El papa sabía que los españoles somos audaces y generosos, pero también conocía bien que nos cuesta la constancia en el compromiso. Y todos sabemos que sin ese compromiso no se puede lograr nada a la larga, ni en la Iglesia ni en la sociedad.
Quizás por eso me ha conmovido ver a tres grupos de jóvenes que han decidido organizarse en sus poblaciones respectivas (Aranjuez, Navalcarnero y Menasalbas) para poder llevar el espíritu de la Milicia de Santa María hasta su vida más cercana. Porque, he de reconocerlo, cuando me plantearon que querían hacer un grupo de Milicia en sus pueblos, no pude evitar la duda de si serían capaces de darle la continuidad que algo así necesita. Es fácil juntarse un día para buscar un momento de vida de grupo y de formación, pero hacerlo semana tras semana, durante todo el año, es algo más complicado, como diría el papa Montini.
Y, sin embargo, andando el tiempo, estos jóvenes me dirían con sus hechos que estaba equivocado. Me demostrarían que se puede confiar en ellos.
Ángel Daniel Fernández, 16 años.
El grupo de Milicia en Aranjuez empezó hace casi 10 años con Javier Granado y, aunque con el tiempo ha ido viniendo menos gente, ahora volvemos a ser un número similar. En este momento somos de 15 a 20 chavales los que quedamos los sábados para jugar al fútbol, merendar y tener un momento de oración. Yo, personalmente, estoy bastante contento de que el grupo esté creciendo otra vez y estoy ilusionado, ya que yo que ahora llevo el grupo, era antes uno de los chicos que asistía a Milicia de Aranjuez y me motiva mucho el dar lo que yo recibí y sigo recibiendo de la Milicia.
El Señor dijo que había que dar gratis lo que se ha recibido gratis (cf. Mt 10,8) y estos jóvenes lo están haciendo carne en su vida. Se les formó hace no muchos años y han descubierto que ellos también pueden dar lo que se les ha dado. A su manera están organizándose para jugar al fútbol, hacer un rato de oración, formarse… Y ese mismo entregarse hace que ellos también vayan creciendo. Descubren que al entregarse a los demás, al olvidarse de ellos mismos, crecen y maduran como cristianos.
Esa misma experiencia es la que han podido constatar los jóvenes de Navalcarnero. Mario Fernández, y Óscar Colomo de 19 años y Álvaro García de 16 años nos lo cuentan:
MSM Navalcarnero comenzó porque éramos varios jóvenes los que participamos en actividades de Milicia General, pero teníamos el inconveniente de tener que ir hasta Madrid todos los fines de semana. Actualmente somos unos diez chicos, pero este número se prevé superarlo en poco tiempo. Las actividades que realizamos son sencillas: un rato de deporte en alguna pista pública del pueblo (dependiendo de las personas y día puede variar) y finalizamos con un círculo. Nos sentimos muy agradecidos y felices de poder coordinar este grupo. Es un regalo poder ir asumiendo responsabilidades como es el hacer crecer espiritualmente a gente que conoces y necesitan de ello. Asimismo vas viendo como tú también mejoras y creces personal y espiritualmente. Al ser varios los que coordinamos el grupo es más fácil apoyarnos entre nosotros y poder invitar a más amigos.
El trabajo en equipo, el apoyo mutuo en la misión es otra de las grandes lecciones que estos jóvenes van aprendiendo. Porque no se puede ser cristiano en solitario. Así nos lo cuenta Arturo, desde Menasalbas, en Toledo.
Para mí empezar un grupo tan grande e importante en mi pueblito —que casi nadie conoce— es una prueba de que el grupo cristiano está ahí siempre para ti. Como muestra de cariño es un gesto bastante grande, además de que te ayuda a mantener la constancia en la fe y la vida cristiana. Como joven cristiano es algo muy importante ya que estoy influenciado por muchas cosas y más en los tiempos en los que estamos. Una voz que te guíe por el buen camino es muy importante y cuanto más cerca y accesible la tengas mucho mejor.
Así, apoyándose mutuamente, buscando entregarse a los demás y crecer personalmente y con un compromiso real y tangible, estos jóvenes se están preparando de verdad, no desde la teoría, para ser los hombres que liderarán la sociedad y la Iglesia del futuro. Dentro de unos años les cuento la segunda parte de cómo esto se ha hecho realidad.







