14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la santa Cruz. Así, con la señal de la santa cruz podríamos iniciar este artículo; como iniciamos nuestras oraciones, nuestras bendiciones, nuestras Eucaristías. ¿Quién no recuerda aquellos momentos de nuestra infancia en que la mano de nuestra madre acompañaba la nuestra para enseñarnos esta señal del cristiano trazando la cruz sobre nuestra frente, nuestros labios, nuestro pecho? ¡Qué pena, por el contrario, ver cómo muchas personas (aun consagrados) convierten esta señal de la cruz en un simple garabato!
En esta línea, traemos hoy a esta sección de Estar la semblanza de un misionero anglicano cuyo viaje al catolicismo comenzó con una señal de la cruz. ¡El valor de un signo cargado de sentido!

Incipiente vocación misionera
Se trata de Russell Stutler. Posee una página web en la que narra con todo lujo de detalles su itinerario de conversión, y de la cual he extraído todos estos datos e imágenes para este artículo.
Russ (como gusta ser llamado) nació en Japón en 1956, hijo de un norteamericano y una japonesa. Sus padres se mudaron a Estados Unidos cuando él era un bebé, y allí le educaron como un protestante más. Se bautizó siendo adolescente con los metodistas y siempre estuvo entusiasmado por Cristo y el Evangelio.
En 1983 visitó Japón, su tierra natal que nunca había visto, y lo sintió como su hogar. Tuvo la certeza de que Dios le requería allí para misionar. De modo que, a su regreso a Estados Unidos, trató de recibir el apoyo financiero de diversas iglesias protestantes para regresar a Japón y poder desarrollar allí una labor de evangelización.
Es así como en 1987, con 31 años, vuelve como un misionero solitario, dispuesto a predicar a Cristo a los japoneses. No obstante, la Iglesia Anglicana de Japón le saludó cordialmente pero no le encomendó ninguna tarea. Sencillamente, no estaban interesados en evangelizar.
De modo que Russ, por iniciativa propia, comenzó a utilizar al máximo sus capacidades artísticas. Creó un divertido espectáculo de marionetas diseñadas por él, que representaban escenas bíblicas para niños y jóvenes. El espectáculo siempre acababa animando a todos a pronunciar una oración de entrega a Jesucristo, aceptándolo como Señor y Salvador. Así conoció a su esposa, una joven japonesa protestante, que le ayudó con las marionetas y la evangelización.
Russ confiesa: Yo notaba que faltaba algo. El énfasis en la Biblia estaba ahí, pero faltaba la adoración profunda. ¿No podía tener ambas cosas? La predicación era buena, acorde con la Biblia, pero después de una hora de canciones de alabanza contemporáneas y de un largo sermón cada domingo, pocas veces sentía que hubiera realmente adorado a Dios.
Así transcurrieron 18 años de vida cristiana entre los evangélicos japoneses. Y Russ sigue diciendo: Mi vida espiritual parecía secarse. Iba a la iglesia el domingo por un sentido de obligación, y mi vida personal devocional se reducía a un mínimo de oración y lectura bíblica diaria. Para muchos cristianos, eso parecería mucho, pero él había venido como misionero entusiasta y enamorado de Cristo y crecía su insatisfacción.
El funeral budista que lo cambió
Todo empezó a cambiar en 2009, cuando Russ y su esposa tuvieron que acudir al funeral budista de un difunto vecino. Era tradición de los asistentes ofrecer incienso al muerto, ante su foto. Pero los cristianos en estos casos intentan no hacerlo, ya que puede parecer un gesto de adoración o, al menos, de conciliación con un difunto, un espíritu, o con los espíritus que gestionan la otra vida. ¿Cómo ser respetuosos en un caso así, ante tantas personas?
La esposa japonesa de Russ tenía una solución y se la susurró: Hagamos la señal de la cruz y oremos en silencio unos instantes, y todos entenderán sin palabras por qué no podemos ofrecer incienso. Así lo hicieron, y los parientes del difunto lo agradecieron con una sonrisa.
Pero para Russ aquello fue un punto de inflexión. Los evangélicos no tienen costumbre de hacer la señal de la cruz, ni tampoco los anglicanos. Russ, de hecho, se sorprendió de que su esposa supiera hacerla. Le pareció un gesto poderoso, muy comunicativo y más aún en una cultura no cristiana. ¿Cómo nació, de dónde vino?
Un gesto de los primeros cristianos
Russ empezó a hacer lo que tantos otros protestantes que se convierten al catolicismo: estudiar historia de la Iglesia y de los primeros cristianos. Descubrió que, ya en el siglo II, los Padres de la Iglesia parece que hacían la señal de la cruz en la frente. Algunos textos sugieren que incluso los Apóstoles lo hacían, una cruz grande sobre la frente y el pecho, como una declaración visible y pública de su fe.
Aquello le llevó a un acercamiento a la iglesia anglicana, con sus signos litúrgicos. Pero advirtió que los anglicanos enseñaban doctrinas incompatibles con la Biblia: clero femenino, aceptación de las prácticas homosexuales y del sexo fuera del matrimonio…
Cuando el pastor de la parroquia de Russ fue sustituido por una sacerdotisa anglicana, Russ se forzó a buscar “coladeros” en la Biblia, intentando aceptarlo… y no los encontró. Había estado saltando de iglesia en iglesia toda su vida… y el barco anglicano parecía hundirse.
Entonces oyó hablar de la oferta de Benedicto XVI a los anglicanos que querían hacerse católicos conservando aspectos de su herencia y tradiciones. Russ no sabía casi nada de la Iglesia Católica, excepto que el anglicanismo se había escindido de ella siglos atrás.
Confiesa: Además, había oído también que la Iglesia Católica no toleraba esos sinsentidos heréticos que los anglicanos estaban aceptando en años recientes; eso era un punto a su favor.

Hablando con un cura, ex-pastor
Pensó en su amigo, el padre Lawrence Wheeler. Cuando lo conoció en 1987 era un pastor anglicano de estilo evangélico. Pero ahora era católico, y su antigua parroquia estaba considerando hacerse católica, en un ordinariato anglocatólico. Contactó con él, y el padre Wheeler le invitó a considerar la propuesta católica. Entonces empezó a estudiar el Catecismo, libros de conversos y comenzó a seguir en la cadena de la madre Angélica, la EWTN, los programas con testimonios de ex-pastores conversos al catolicismo…
Russ sigue diciendo: Quedé convencido de que la Iglesia católica es la iglesia verdadera y original que Jesús estableció en la tierra, que una ciudad en una colina no puede ocultarse, y que todas las iglesias protestantes a las que había acudido a lo largo de mi vida cristiana eran en realidad ´comunidades eclesiales´, como campamentos de tiendas colocados al lado de esa misma colina, pero fuera de los muros de la ciudad.
Quedó así convencido de que, efectivamente, los obispos de Roma habían heredado el papel único que Jesús encargó a Pedro cuando le entregó las llaves del Reino de los Cielos. Y que el pan y el vino, en la consagración de la misa católica se convertían de verdad en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Era, dice, lo que buscaba: fidelidad bíblica y adoración profunda.
Cuando, finalmente, se presentó al párroco católico explicándole su deseo de ingresar en la Iglesia católica, descubrió que le sería fácil. El párroco vio que era una persona devota, enamorada de Cristo, que conocía bien la Biblia y ahora también el Catecismo (lo había leído entero tres veces). Sólo le pidió leer la Gaudium et spes del Concilio Vaticano II, el documento sobre la Iglesia en el mundo moderno.
Antes tuvo lugar su primera confesión, enumerando todos sus pecados graves del pasado. No me dio vergüenza porque sabía que no era nada que el cura no hubiese escuchado antes, comenta. Todos mis pecados quedaron perdonados de verdad como Jesús prometía en Juan 20,23 y me sentí genial. Semanas después celebraba su confirmación y su primera comunión, y su plena incorporación a la Iglesia católica.
Una presencia abrumadora
Cuando tomo la comunión en la Iglesia católica, el sentido de la presencia de Jesús es tan abrumador que a menudo me conmueve hasta las lágrimas. Pero es más que un punto emocional en la Iglesia: reconozco los efectos de la gracia y me veo más capaz de resistir el pecado que antes. Mis pensamientos vuelven más hacia Dios, dice hoy Russ.
Un protestante que se incorpore a la Iglesia católica descubrirá que tiene mucho que ganar y absolutamente nada a lo que renunciar. Puede traer todas las riquezas de su estudio bíblico y su celo evangelizador y enriquecer con ellas a la iglesia local, anima ahora este antiguo misionero anglicano.
Su página web es un brillante exponente de su celo apostólico, en la que aparte de exponer detalladamente su historia de conversión expone también sus razones para unirse a la Iglesia católica.