Por Equipo Pedagógico Ágora.
Fredrik Raddum (Noruega, 1973) es escultor y fotógrafo, también realiza instalaciones artísticas. Estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes de Oslo y ha realizado diversas exposiciones internacionales. Sus esculturas son provocadoras. Hacen pensar.
El pasaje (Trans-i-re), es una impresionante escultura realizada en bronce, de tamaño natural, y expuesta en la Galleri Brandstrup de Oslo en 2017. Formaba parte de una exposición que giraba en torno a la necesidad humana de reinventarse, de rehacer la propia vida. Más allá del motivo concreto que inspiraba la exposición, la escultura ofrece una magnífica virtualidad expresiva y de significado.
La vida está hecha de alegrías y dolores, y a veces todo parece venirse abajo y nos hundimos… El amor y la esperanza se ponen a prueba cuando aumentan las dificultades y el sufrimiento nos abate.
Nos hallamos ante un hombre hundido, abatido, a quien, contra toda expectativa, alza un pájaro que lo arrastra y lo eleva. Es todo un símbolo. No todo está perdido, y la esperanza —posible interpretación del ave prodigiosa— es capaz de alzarnos a pesar de nuestro abatimiento.
La esperanza cristiana es una alternativa radical a la falta de sentido que se ha ido extendiendo pasmosamente en los últimos tiempos. No deja de asombrarnos la superficialidad con la que se vive, poniendo como meta última el tener y el bienestar consumistas… y de que se multipliquen problemas de salud mental, derivados en muchos casos de una falta de sentido.
El papa Francisco se hace eco ante el Jubileo del año 2025 de las palabras de san Pablo: «La esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rom 5,1-2.5).
La esperanza cristiana está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino: «¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?» (Rom 8,39).
La certeza que apuntala nuestra esperanza nace de sabernos queridos de manera incondicional por Dios, sin mérito nuestro. Y nos asegura que, a pesar de todo, «es bueno que existamos, que estemos en el mundo», y que la muerte —o cualquier otro aspecto del mal— no tiene dominio sobre la fuente de esa certeza. La esperanza en el fondo es Alguien, siempre alguien, que nos declara su esperanza en lo que podemos y debemos llegar a ser. La nuestra se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz. Dilexit nos…
María es signo de esperanza cierta y de consuelo. Ella supo creer, amar la voluntad de Dios y esperar en él. Con María la Iglesia sostiene una esperanza más fuerte que el desánimo, afirma que el amor de Dios es más poderoso y que un día triunfará para siempre. En este año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza. «Mantengamos firme la esperanza que profesamos porque el que hizo la promesa es fiel» (Heb 10,23).