
Por Julián Lozano, Sacerdote y periodista. Párroco de San Pablo VI (Móstoles)
Escuchaba una vez a un predicador andaluz, devoto de santa María, que era imprescindible rezar el rosario. Que era tan importante que la Virgen lo había pedido en todas las apariciones de los últimos siglos: Lourdes, Fátima… Y añadía con bastante gracejo: incluso en las apariciones falsas también ha pedido que se rece; necesitamos volver a María.
Decía el sacerdote francés san Luis María Griñón de Montfort que, si Dios había elegido a María como el camino para venir a la humanidad y salvarla, era evidente que la Virgen era el mejor camino para ir a Dios. Y ya lo manifestó siglos antes san Ildefonso de Toledo, que deseaba ser «esclavo de la esclava de mi Señor». Y siglos antes el discípulo amado, san Juan Evangelista, nos mostró la senda, cuando acogió a María «como cosa suya, en su casa», cuando Jesús se la entregó al pie de la Cruz (Jn 19,26-27). Es, como vemos, una constante en la vida cristiana desde el primer minuto —el milagro del Señor en Caná que aparece al comienzo del evangelio joánico— hasta la hora presente, que a Jesús se va por María, como ha expresado la fe del pueblo santo de Dios. Por todo ello, es hora de volver a María para todos.
La consagración total
Un medio eficacísimo para volver a María, vigente durante muchos siglos y algo denostado en los tiempos modernos, es consagrarse completamente a ella. Ser todo de María, para ser todo de Jesús. Así es la fórmula archiconocida que tomó san Juan Pablo II como lema papal: Totus Tuus. Esas palabras proceden de la oración que dice así: «Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi todo. ¡Dame tu corazón, oh María!».
En mis años de ministerio sacerdotal he descubierto, no sin algo de sorpresa, cómo ha ayudado a los jóvenes en su vida cristiana consagrarse a María. Ya sabemos que por el bautismo somos injertados totalmente en Cristo; ahí lo recibimos todo. Pero lo cierto es que para apropiarnos de esa gracia, para vivirla en el día a día, ayuda y mucho apostar por eso que hemos recibido. En palabras de santa Teresa de Jesús, tomar una «determinada determinación», ir en serio, ir a por todas. Y aquí entra en juego la intercesión de María. Dado que ella es el modelo perfecto de acogida de la gracia de Dios, la que mejor le ha recibido y se ha dejado hacer por él, pues quién mejor que la Virgen para mostrarnos el camino, enseñarnos e interceder por nosotros. Animo, definitivamente, a todos a atrevernos a pedir esta gracia. He visto grandes progresos en la vida de gracia, muy especialmente en la vida de entrega y en la vivencia de la virtud de la pureza, a quienes se han puesto totalmente en manos de nuestra Señora. Los 33 días de preparación para la consagración, con sus meditaciones, el rezo del rosario, la comunión —si es posible— son un auténtico trampolín espiritual.
La cadena de salvación
Hemos mencionado el rezo del santo rosario, la «cadena de salvación» en palabras de Montfort. En el reciente jubileo de los jóvenes en Roma, el papa León XIV ha decidido que en el kit del peregrino entregado a cada participante estuviera también esa cadena. El papa quiere que las nuevas generaciones «miran a la estrella, invoquen a María», en palabras del gran san Bernardo, quien decía que de la Virgen nunca se hablaba suficiente.
En una reciente entrevista que realicé a unos novios que estaban a un mes de la celebración de su boda, me sorprendió cómo la presencia entre ellos de la Virgen había sido fundamental para la vivencia de un noviazgo cristiano. Como pago a ese regalo el novio decidió «hincar rodilla» ante su prometida precisamente en la Capelinha de las apariciones de Fátima. La anécdota estuvo en que la novia, al ver a su novio poner la rodilla en el suelo, pensó que estaba rezando ante la Virgen. Pasaron unos segundos hasta que cayó en la cuenta de que se trataba de la pedida de matrimonio y no de una genuflexión. María quiere que los novios recen el rosario. Y si aún no ha llegado, desgranar los misterios pidiendo por el futuro cónyuge es una manera preciosa de empezar a quererle y cuidarle.
En esta línea, en los últimos años se ha extendido por diversos países el «rosario de hombres». Es una evidencia la preeminencia femenina en lo que tiene que ver con el rezo del rosario cotidiano en nuestras parroquias y comunidades. Pero la Virgen también quiere que los hombres tomen en sus manos este sacramental, poderosa arma contra el enemigo y eficaz instrumento de santificación. Quizá es necesario que exploremos fórmulas oracionales más acordes con la psicología masculina, como rezarlo mientras se camina, por ejemplo.
Hablando del rosario y de hombres, en la película documental Libera nos, sobre el ministerio de los exorcismos, me llamó la atención comprobar la fuerza que la invocación a María tiene en relación con la lucha contra el maligno. Uno de los exorcistas entrevistados aseguraba que el demonio no soporta que una criatura como María haya recibido tanto poder de Dios. Les humilla a los espíritus malignos ser vencidos no por la omnipotencia divina, sino por la omnipotencia suplicante de una mujer. María quiere que todos tomemos nuestros rosarios para librar la batalla contra el mal y por la santidad.
Santuario a la Inmaculada Concepción
Terminamos esta reflexión. En una reciente peregrinación a Estados Unidos conocí el santuario nacional dedicado a la Inmaculada Concepción en la ciudad de Washington. Un templo colosal para mayor gloria de Dios a través de la devoción a María. En sus capillas laterales y en su cripta hay multitud de advocaciones de la Virgen procedentes de África, Europa, América, Asia… Pensé: el mundo fue evangelizado con la ayuda de María. El mundo será reevangelizado por intercesión de María. María está siempre de moda. Volvamos todos a ella.






