Por Equipo podagógico Ágora
Rob Gonsalves nació en Toronto (Canadá) en 1959 y murió en 2017. Se trata de un pintor en verdad incitante cuyo estilo ha sido denominado realismo mágico.
Gonsalves recoge influencias de Dalí, Magritte y Escher, entre otros, pero su genialidad inconfundible hace reconocibles todas sus obras, porque en ellas se produce un efecto de tránsito y transformación entre lo real y lo imaginario, sin solución de continuidad y con una maestría y una capacidad de sugerir extraordinarias.
Todos sus cuadros proponen un reto al espectador. Un reto a la vez mental, reflexivo e imaginativo, a veces moral, que desafía a una observación detenida, a nuestra capacidad de asombro y a una mirada perspicaz. Con el aliciente de desenmascarar los mensajes que esconden, debemos permanecer atentos un buen rato frente a ellos, disfrutando de un ejercicio de percepción atenta a los pequeños detalles, al juego de perspectivas que confluyen para proporcionarnos asombrosas insinuaciones y propuestas.
Hallamos de este modo, sorprendidos, sugerencias paradójicas asombrosas, que nos trasladan a mundos fantásticos que son como resonancias de nuestro mundo real. Escenas imposibles, juegos de perspectiva, realidades múltiples insinuadas por la misma imagen. Se nos habla de la realidad y, sin embargo, se nos invita a ir más allá, hacia lo soñado, lo simbolizado o lo esencial.
El cuadro ante el que hoy nos detenemos — y que aparece en otros momentos en este número de Estar— se titula Deluged, pero se presta a múltiples títulos más, justamente por lo dicho anteriormente, en virtud de aquel aspecto o detalle o sugerencia que nos atrae o asombra más: Mar de paraguas, Desaparecido, ¿Dónde está?, Más allá de los paraguas, Ver más lejos…
Nos llama la atención el mar azulado que se extiende hasta el horizonte, pero en primer plano se nos muestra una apretada muchedumbre de paraguas bajo los que imaginamos a otras tantas personas. En el plano inferior y más próximo, varias personas se preguntan extrañadas, bajo sus respectivos paraguas, qué le ha ocurrido al portador del que ven caído en el suelo, junto a la alcantarilla… Los gestos nos dicen que no tienen respuesta… Pero al mismo tiempo, a la derecha, se eleva un árbol a cuyas ramas se ha encaramado quien suponemos que es el dueño del paraguas, y contempla asombrado el horizonte que anuncia la salida del sol.
Una multitud gregaria, segura bajo sus paraguas, que cree que no le falta de nada. Todos, mirando de «paraguas abajo», se sienten seguros, protegidos… Pero alguien, inconforme, ha arrojado sus seguridades y se ha alzado en busca de algo mejor, se ha subido a lo alto y ha descubierto, oh maravilla, nuevos horizontes de trascendencia.
Ese hombre que ha dejado tirado su paraguas no se ha conformado con lo que todos ven, piensan, dicen, prefieren…, los tópicos del pensamiento único que nos esclavizan y desorientan, como diciendo: No hay un más allá, no hay un Dios al que le importemos, no hay más esperanza que lo que vemos y tocamos.
A lo mejor tenemos que aprender a mirar más allá de nuestros sombríos paraguas.