Poner a un niño en medio

86

Atardece en Cafarnaúm. Jesús y los suyos regresan de un viaje por Galilea. Acaban de entrar en casa. El Maestro se acerca a algunos de ellos y les pregunta: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos callan, pues habían estado discutiendo quién era el más importante. Entonces se sienta, llama a los Doce, acerca a un niño, lo pone en medio y les dice: Si no os convertís y os hacéis como niños no entraréis en el Reino…

Atardece también hoy aquí. Y Jesús nos sigue preguntando a los suyos: ¿De qué discutís? Y hoy como ayer no nos queda más remedio que callar… porque muchas veces seguimos, erre que erre, discutiendo quién es más importante, quien tiene más razón, o prestigio, o… Y ante nuestro silencio Jesús vuelve a poner hoy a un niño en medio y nos dice: ¡Convertíos, volved a ser como niños!

Este número de Estar quiere dirigir nuestra atención al “valor de ser niño”. Nos coloca a un niño en medio y nos propone, en primer lugar, ser como niños. ¿Cómo serlo? Confiando en Dios como Padre, recibiendo todo como un don, estando abiertos a todo y a todos con sencillez y alegría… Todo un programa de vida, en estos días previos a la Navidad.

En segundo lugar, ante ese niño, Jesús nos dice: Quien acoge a un niño como éste me acoge a Mí… ¿Qué significa acoger a un niño? Significa cuidar a cada niño, respetarlo, protegerlo, educarlo… Y más en nuestro mundo en el que los pequeños parecen no contar ni decidir, condenados a ser infantes (etimológicamente, los sin voz). Más aún ¡cuántas veces son considerados un estorbo, que hay que quitar de en medio incluso antes de nacer, o abandonar, o convertir en víctimas de cualquier forma de violencia…! Dediquemos tiempo, atención, afecto a nuestros niños en estos días. Seremos nosotros los primeros beneficiados…

Y, por último, Jesús ahora en Navidad también nos pone a un niño en medio… ¡Él mismo! La Navidad es Jesús Niño que viene a acampar en medio de nosotros, que se cuela en medio de nuestras calles, de nuestras casas y ojalá también en medio de nuestros corazones.

Te propongo que leas cada una de estas páginas como una invitación a poner a ese niño en medio de tu vida en estas tres direcciones: hacerte como niño, cuidar a los niños, y sobre todo, acoger al Niño por excelencia. Y para ello, ¿qué mejor que acudir a la Madre? Si, como los pastores en Belén, encuentras a María y a José, descubrirás al Niño, y volverás dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que has oído y visto…

Artículo anteriorSiempre fue así. La sangre de los mártires ratifica una historia de amor
Artículo siguienteEl laico es un puente