Creo, Señor, pero ayuda a mi poca fe

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Aumenta mi fe
Aumenta mi fe

Cada vez que la Iglesia nos presenta un acontecimiento como este año de la fe que acaba de comenzar, nos está invitando implícitamente a renovar nuestra vida y a retomar el camino cristiano de conversión con la ilusión del inicio. Por eso, en este año de la fe tenemos que ponernos muchas veces a suplicar al Señor que nos acreciente la fe, como aquel padre que le suplicaba la curación de su hijo en Mc 9,24: “Creo Señor, pero ayuda a mi poca fe”.

Señor, cuantas cosas he de renovar en este año de la fe. Me viene a la mente otro pasaje del evangelio de Marcos que he estado meditando esta mañana. Se trata de la curación del ciego Bartimeo a la salida de Jericó (Mc 10,46-52).

Como casi siempre me ocurre, cuando me acerco a un pasaje del Evangelio de Marcos, me ha impactado su simplicidad. Sin rodeos ni adornos presenta a este ciego que suplica por su curación y la acción milagrosa de Jesús que le cura de su ceguera “por su fe”.

Cuantas veces yo me veo como ese ciego. Mendigo, pordiosero, desvalido, sin esperanza y sobre todo, en completa oscuridad. Y de pronto oigo que pasa Jesús. Mi oscuridad y la fuente de la luz, frente a frente. Y me pregunto ¿acaso ese Jesús que curó a Bartimeo no vive hoy? ¿Dónde está mi fe? ¿Por qué no grito como el ciego para que Jesús venga en mi ayuda?

Creo, pero siento que mi fe es débil y pequeña. Y por eso me gustaría que no pasara este año como uno más. Me gustaría creer de verdad. Creer en Jesucristo y en su Iglesia. Creer en su amor misericordioso. Creer profundamente en todas y cada una de las verdades de salvación que proclamamos en el Credo. En todo esto “creo Señor, pero ayuda a mi poca fe”.

Una de las verdades de fe que confesamos cada vez que rezamos el Símbolo de los Apóstoles es la “comunión de los santos”. Y en esta verdad está incluida la intercesión de los santos. Así lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 956, citando un texto de Lumen gentium: «Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad… no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra… Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49).

Estas palabras me llenan de consuelo y me animan a seguir creyendo y suplicando al Señor con la ayuda de su intercesión.

Porque los santos son nuestros hermanos mayores que ya han llegado a la meta e interceden por nosotros delante del trono de la divina gracia. ¿Creemos esto de verdad? ¿Les pedimos su intercesión? ¿Creemos que viven actualmente en la cercanía inmediata de Cristo y que nos ayudan?

Tenemos todo un año para reavivar nuestra vida de fe, para acercarnos más al Señor, para pedir por intercesión de la Reina de todos los santos, que nos ponga en el camino de conversión.

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