Las infinitas posibilidades de mostrar a Cristo en las cosas de cada día

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Infinitas posibilidades
Infinitas posibilidades

Por Paula Alió

Porque en lo cotidiano es donde vivimos la mayor parte de nuestra vida, es donde tenemos que ser misioneros. Podemos gastar la vida en sueños de lo que haremos para llevar a Dios a aquellos que no le conocen, sin ver que esa vecina que es un poco cascarrabias o aquel compañero de trabajo que cae mal a casi todos, son prójimos que también necesitan el amor de Cristo.

Desde que se produce una conversión, un encuentro más personal con el Señor, la llama de la misión se despierta en el cristiano. Y a mí me pasó. Siempre rondaba por mi cabeza dónde, cómo, para quién… Varias veces estuve a punto de irme fuera en verano, pero siempre hubo algo que lo impidió. Nunca se materializó en nada concreto.

Y los años pasaron y a veces caes en la tentación de pensar que no estás haciendo nada para llevar a Cristo al fin del mundo. Ves ejemplos de amigos que no paran de ir de misión… y tú sigues en tu casa, en tu ciudad…

Y te das cuenta de que Cristo se ha encargado de ponerte misiones en el día a día, a veces escondidas, a veces claras, fáciles o difíciles, pero siempre para acercar a otros a conocerle a través tuyo, de cómo se sienten amados por ti.

La familia, la universidad, el trabajo…, te dan oportunidades de hacerte misionero casi sin darte cuenta. Es nuestra misión poner cada uno de nuestros talentos al servicio del prójimo y de la Iglesia de manera directa, sin reservas. Esta forma de actuar puede parecer simplemente de buena persona, pero nosotros tenemos que darle un sentido de transcendencia; aprovechar cada ocasión de entrega para ponerla a los pies del Señor de forma que quede iluminada por su intercesión y cuide a la persona que se nos ha puesto cerca, ahí está la diferencia.

Un buen amigo, misionero por el mundo, siempre dice que la misión no necesita gente que haga el bien, sino personas que lleven a Cristo a los demás. Y es algo que tengo muy presente en mi día a día. Me pregunto cómo hacer esto en la vida ordinaria, para no caer en el buenismo, pero tampoco en ser una beatilla que espante al personal. Es un equilibrio que necesita de oración diaria para poner todo en presencia de Dios y de la Virgen, y para llenarnos de humildad.

Cuando conocí el Grupo Santa María y el carisma del P. Tomás Morales, comprobé que cosas que ya hacía tenían otro sentido al ponerlas en el contexto de entrega: un compañero de universidad que necesita tus apuntes, una amiga que quiere hablar de un problema personal, tus hermanos pequeños que buscan consejo, acompañar a tu madre en decisiones de la familia, y rezar por cada una de esas personas… El alma-alma nos da infinitas oportunidades de mostrar a Cristo sin una charla teológica y es desde ahí donde el otro siente el amor de Dios de una manera clara. Y una vez que uno se siente amado, es más fácil hablar de Cristo y que le conozcan.

Cuando avanzamos en la fe también hay que dar pasos en el apostolado. Estar dispuestos al SÍ pasa por una vida de ofrecimiento y entrega a lo que Dios quiere para cada uno. Vivir en generosidad, desprendimiento de nuestro tiempo, vencer la pereza y la desgana, no cansarnos de estar empezando siempre…, nos ayudará a poder ofrecernos a los demás.

Me enternecen y maravillan amigos que se dedican a sus padres ya mayores; con qué cariño y atención les cuidan, cómo renuncian a sus diversiones por acompañarlos, escucharlos tranquilamente. Es una misión cotidiana.

Lo mismo me pasa con aquellos a los que les ha tocado convivir con la enfermedad, suya o de algún familiar cercano. Tengo cerca ejemplos heroicos de aceptación de situaciones dolorosas para seguir creciendo y viviendo de manera agradecida cada día de unas vidas que no son nada fáciles.

Y qué decir de los que se dan entre los más pobres de nuestra ciudad, poniendo sus conocimientos y tiempo para mejorar la vida de personas que no tienen ni lo básico para vivir.

Todos son un estímulo enorme para ser agradecida por sus dones, rezo por ellos y ofrezco lo que yo hago por sus misiones.

En mi caso voy paso a paso. La disponibilidad ha sido mi actitud vital desde hace mucho, aunque he tenido que aprender a discernir para no apuntarme a todo y sobrecargar de actos sin sentido.

Cuando Miguel Ángel y yo nos casamos, fuimos viendo que ponernos a disposición de quien nos necesitara era lo que Dios quería de nosotros. Vivir el acompañamiento de otros matrimonios se ha convertido en algo realmente importante en los tiempos que corren. Hay tanta necesidad de hablar y compartir, de encontrar ejemplos positivos, porque el mundo te tira por la borda las ganas de superar dificultades, que aquí está la gran misión de los matrimonios cristianos.

La formación en el Instituto Juan Pablo II sobre el matrimonio y la familia nos ayudó a mirar con ojos de transcendencia y nos mostró el camino que tenemos hacia la santidad como casados. Y esto es lo que nos gustaría que otros vieran en nosotros.

Una forma directa de llevar a Cristo es en la catequesis. Hace ya unos años tuve la suerte de que contaran conmigo en el colegio para la preparación de los niños para la primera comunión. Está siendo un tiempo de afianzar mi fe, de bajar a los cimientos para hablar con más sencillez de Cristo y su buena noticia. Es un regalo.

Y dejo para el final lo que últimamente está sonando más en mi oración como misión cotidiana más importante, y lo tengo cerquísima porque es mi familia. Los chicos necesitan tiempo y dedicación, y a veces nos quedan las sobras para ellos. Ya se harán mayores y espero que me necesiten menos para colaborar hacia fuera, pero viven un momento en el que nuestra presencia tranquila y entregada es importante para ellos. Y por eso valoro de otra forma mi decisión de colaborar en otras cosas, y reservo más tiempo para ellos, intentando que entiendan que lo hago por amor.

Que nuestro espíritu misionero encuentre en esta cotidianidad la mejor manera de llevar la Buena noticia, que vivamos extraordinariamente el día a día, amando y dando lo mejor de nosotros.


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