No se trata sólo de una efeméride que salta a las páginas de los medios por unos días y que luego vuelve a la alacena de los recuerdos. «Mayo del 68» es una fecha emblemática que alude a una revolución cultural —con un fondo de sacudida psicológica—, más decisiva aún que un cambio político o económico. Tiene mucho de mito, es cierto —las algaradas al final quedaron en un gesto sin eficacia inmediata— pero hay mitos y gestos que han venido a estremecer los cimientos de la sociedad, y la manera de ver y de estar en el mundo.
Estudiantes que asaltaron calles y edificios universitarios, barricadas y eslóganes provocadores fueron solo un escaparate de algo más profundo: un cambio en las ideas y en la sensibilidad que venía de muy atrás (la fermentación de los ideales y dogmas de una Ilustración anticristiana), y que ha configurado el nihilismo posmoderno hoy predominante.
¿Por dónde van las ideas que hoy mueven el mundo? En este pequeño gran libro de Josémaría Carabante se nos aclara de dónde vienen y por dónde han discurrido hasta hacerse preponderantes. Y se nos aclara con rigor, con nitidez, con mirada certera. Es un repaso esencial al pensamiento contemporáneo y a los maestros que nos han hecho asomarnos al vértigo del escepticismo, del relativismo, del individualismo, del ateísmo e inmoralismo contemporáneos, de la ausencia de sentido y de sus consecuencias.
El libro de Carabante nos habla en primer lugar de la «nostalgia del 68», de lo que ha convertido esa fecha en mito y de quién ha impulsado en el fondo esa arrolladora transformación, aludiendo por ejemplo a esa élite cultural y universitaria «que desde bastante tiempo atrás había comenzado a emplear las cátedras para transmitir el radicalismo que los jóvenes adoptarían».
Describe los hechos, la geografía de las revueltas y los acontecimientos que desencadenaron en diversas partes del mundo las protestas estudiantiles: EE.UU. (guerra del Vietnam, movimiento hippie…), Francia, Alemania, Italia, España, Japón, México…, sin olvidar la «revolución al otro lado del muro» que se hizo visible en la Primavera de Praga.
Después se centra en las corrientes filosóficas y las ideas que avivaron la contestación universitaria: Freud, Nietzsche, Marcuse, Debord, Vaneigem…, pasando del marxismo a la revolución sexual hasta convertir ésta en una revolución política y proponiendo un «sujeto histórico nuevo» capaz de abanderar una nueva y decisiva revolución. Es interesante el contrapunto que aporta con la figura del liberal Raymond Aron y su diagnóstico crítico del 68.
Muy sugerente es la parte final, dedicada al pensamiento posmoderno, heredero directo del fermento revolucionario de los años sesenta: relativismo, contingencia radical, diferencia/indiferencia, desconfianza hacia lo objetivo, rechazo de toda jerarquía, fiebre anti-institucional, hiperindividualismo, populismo, emotivismo radical, apuesta deliberada por la ausencia de sentido…
El libro termina abriendo una tenue fisura a la esperanza que, casi en forma de invitación, espera sus protagonistas.