Ante la proximidad de la conmemoración de los quinientos años del nacimiento de Teresa de Jesús os ofrezco tres retratos de su personalidad.
El primero, en pintura. Conocido es que el único retrato que se le hizo en vida, cuando tenía 61 años, lo pintó el Hno. Juan de la Miseria poco antes de partir de Sevilla (1576), por orden del P. Gracián. Teresa se deja retratar por obediencia. Acabada la obra, su humor y gracejo le hicieron proferir unas irónicas y burlescas palabras: Dios te perdone, Fray Juan, que después de tanto hacerme posar me pintaste al fin fea y legañosa. Sin embargo, la pintura del Hermano Fray Juan ha servido de inspiración a los artistas posteriores.
El segundo retrato —literario— se lo debemos a nuestro fray Luis de León. Por encargo de la Madre Ana de Jesús, estudió con rigor del profesional de Sagradas Escrituras y experto como nadie en el arte de escribir, tres manuscritos de las obras. Fray Luis quedó prendado. Le respondió en una carta preciosa a la Madre Ana. Fray Luis publicó las obras en 1588; y en esta primera edición incluyó la carta, como prólogo. Os pido encarecidamente que lo leáis entero. Cito el primer párrafo y unas líneas de otro posterior.
Yo no conocí, ni vi, a la santa madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra, mas ahora que vive en el cielo la conozco y veo casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí que son sus hijas y sus libros, que a mi juicio son también testigos fieles y mejores de toda excepción de la gran virtud; porque las figuras de su rostro, si las viera, mostráranme su cuerpo; y sus palabras, si las oyera, me declaran algo de la virtud de su alma; y lo primero era común y lo segundo sujeto a engaño, de que carecen estas dos cosas en que la veo ahora: que como el Sabio dice, el hombre en sus hijos se conoce.
Y no es menos clara, ni menos milagrosa la segunda imagen que dije, que son las escrituras y libros, en los cuales, sin ninguna duda quiso el Espíritu Santo que la santa madre Teresa fuese un ejemplo rarísimo; porque en la alteza de las cosas que trata y en la delicadeza y calidad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras y […] dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale.
El tercer retrato nos permite entender la clave de su faceta mística. Nada menos que Teresa pone el pincel en las manos de Dios, y en el ritmo de las poesías de nuestros cancioneros escuchamos a Dios que le dice a Teresa:
BÚSCATE EN MÍ (Fragmento)
Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor,
alma, en Mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.
Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y ansí
en mis entrañas pintada,
si te pierdes, mi amada,
alma, buscarte has en Mí.
Que Yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás
viéndote tan bien pintada.