El papa Francisco, a través de la Penitenciaría Apostólica, concedió para las diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo un año jubilar teresiano, con ocasión de las solemnidades en honor de santa Teresa de Jesús, patrona de la diócesis de Salamanca. Un año que comenzó el 15 de octubre de 2022 y terminará el 15 de octubre de 2023 (que caerá en domingo). Un año santo que coincide, además, con los cuatrocientos años de la canonización de santa Teresa y el centenario de su honoris causa por la Universidad de Salamanca.
Teresa (1515-1582) es una mujer atemporal, porque a pesar de vivir en una época en la que la mujer contaba poco, fue una mujer valiente, líder, amiga fuerte de Dios, amante de las letras, de la libertad, de la verdad y —por ello— sigue siendo modelo para la mujer moderna.
Pablo VI tuvo la intuición y el coraje, en los tiempos recios del postconcilio, de declarar a santa Teresa de Jesús doctora de la Iglesia; la primera mujer que llegó a tal consideración junto con santa Catalina de Siena.
Una santa absolutamente española pero universal y atemporal, reformadora del Carmelo, mística, pero al mismo tiempo con los pies en la tierra, que, a diferencia de Lutero, propuso «una reforma dentro de la comunión eclesial» aportando «una vida de santidad», menos buscar culpas fuera —en las estructuras— y más arrimar el hombro comprometiéndose con las reformas personales continuas.
Se dice que santa Teresa de Jesús es una robadora de corazones. Su experiencia profunda de Dios ha traspasado las fronteras del tiempo y del espacio. Lo que más nos cautiva de Teresa es su apasionante humanidad, pues supo dejarse seducir por su Amado y habitar en esa morada principal de su castillo interior. Con «determinada determinación» nos anima a ser amigos fuertes de Dios que nos socorra cuando nos sintamos débiles y hacernos fiables en estos tiempos duros que actualmente nos ha tocado vivir.
Monseñor García Burillo, obispo emérito de Ávila, insiste en la necesidad de recurrir a Teresa para que nos consiga del Espíritu Santo el espíritu de sabiduría y fortaleza que infundió a santa Teresa: «Aquella presencia del Espíritu la sosegó e hizo que la invadieran la quietud y el gozo, para luego dar frutos de amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, mansedumbre…».
Asimismo, el papa Francisco nos alienta a descubrir en la contemplación y meditación de Teresa, maestra de oración, la fuente de la verdadera ciencia y de los auténticos valores generadores de vida, para que en las universidades católicas —y en todas las facetas de la vida— se formen «amigos fuertes de Dios» tan necesarios en «tiempos recios», como pedía Teresa de Jesús, una mujer atemporal.