Hay que leer y releer, casi hasta aprendérselo de memoria, el Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Juventud del 2011. Es una joya que no es sólo para los jóvenes, aunque a ellos va dirigido principalmente, sino para todos los creyentes en Cristo.
Es una carta personal, llena de sabiduría cristiana, de un Papa anciano, que recoge lo mejor de su experiencia personal de Jesucristo para animar a los jóvenes a un encuentro con el Señor. Casi se podría decir que es una invitación insistente a hacer Ejercicios Espirituales.
El «leitmotiv» del mensaje es el comentario de la frase de san Pablo a los Colosenses: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe». Pero el núcleo fuerte es una invitación a una relación personal con Jesucristo, de tal modo que esta relación se convierta en el fundamento de nuestra vida.
Comienza el Papa, al dirigirse a los jóvenes, buceando en su propia experiencia de juventud. Reflexiona sobre esa etapa de la vida y destaca una nota antropológica esencial: que el deseo de grandes cosas y de plenitud que se vive en esa etapa es una huella indeleble del Creador. Ese deseo se satisface plenamente en Dios y por eso ve como una amenaza el intento de eliminar a Dios de la vida personal y social del hombre.
Ante esta situación, el Papa invita a los jóvenes a fortalecer su fe en Dios. Parafraseando a San Pablo en su carta a los Colosenses dice que «es vital tener raíces y bases sólidas».
Al comentar la frase de Colosenses 2,7 se pregunta cuáles son nuestras. Es evidente que éstas se encuentran en una familia y una cultura que nos define, pero el Papa destaca una raíz todavía más profunda: la confianza en Dios y la relación personal con Jesucristo.
Vuelve a recordar la amenaza laicista que acecha hoy en toda nuestra cultura y que quiere crear un paraíso humano pero suprimiendo a Dios. Subraya que la experiencia histórica nos dice que cada vez que se ha intentado construir un mundo sin Dios termina siendo no un paraíso sino un infierno.
Ante estas amenazas el Sucesor de Pedro desea confirmarnos en la fe que hemos profesado: «Creemos firmemente que Jesucristo se entregó en la Cruz para ofrecernos su amor; en su pasión… cargó con nuestros pecados, nos consiguió el perdón… abriéndonos el camino de la vida eterna. De este modo, hemos sido liberados de lo que más atenaza nuestra vida: la esclavitud del pecado, y podemos amar a todos».
Y de nuevo se preocupa de la relación personal con Jesús. Se da cuenta de que esta relación para muchos es desconocida o problemática. «A muchos se les hace hoy difícil el acceso a Jesús… Por ello, a lo largo de mis años de estudio y meditación, fui madurando la idea de transmitir en un libro algo de mi encuentro personal con Jesús, para ayudar de alguna forma a ver, escuchar y tocar al Señor».
Preciosa confesión de su empeño personal en dar a conocer a otros el tesoro encontrado en Jesús. En sintonía con este empeño el Papa propone cuatro vías de acceso privilegiado a Jesús, cuatro lugares donde le encontraremos con certeza: en primer lugar, en la Eucaristía; en segundo lugar, en el Sacramento de la Penitencia, donde Jesús se hace misericordia y perdón; en tercer lugar, en el servicio a los pobres y a los enfermos; y en cuarto lugar, en la lectura y meditación del Evangelio.
Ojalá seamos asiduos peregrinos de estas vías de encuentro con el Señor. Y, a ejemplo del Santo Padre, que compartamos con otros el tesoro encontrado. Será la mejor manera de preparar la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.