Jesucristo nos ha revelado algo insospechado: que Dios es familia, trinidad de personas. Padre, Hijo y Espíritu Santo están unidos por lazos de amor familiar. Más aún, Dios nos manifiesta cómo es su amor, al encarnarse el Verbo en una familia. La Sagrada Familia es la revelación del amor de Dios por cada hombre: un amor generoso, cálido, desinteresado, total.
Otro dato maravilloso de la revelación es que Dios hace familia. Nos ha llamado a ser miembros de la familia divina. El P. Morales expresa así el plan trinitario: Dios no ha creado el universo de los cuerpos y de los espíritus, no ha enviado a Su Hijo al mundo, más que con el fin de hacernos a todos hermanos, miembros de la misma Familia, hijos e hijas de la Trinidad, a imagen del Verbo, a impulsos de un mismo Amor. ¡Vivimos para ser integrados en la familia de Dios! Pero no en la vida futura, sino “desde ya”, hoy, saboreando cómo la Trinidad habita en nosotros por la gracia.
Me comentaba estos días una señora mayor: “vivo sola prácticamente todo el día, pero desde que soy consciente de la presencia de Dios en mí, hablo con Él continuamente, le expongo mis necesidades y las del mundo, y de hecho ya no estoy sola”.
Además Dios nos hace familia entre nosotros. Él es el fundamento de nuestra unidad. Y nos llama a ser familia en anillos concéntricos cada vez más amplios, como los que forman las ondas al tirar una piedra en el estanque. Comenta el P. Morales: La Cruzada —podríamos decir, nuestra familia espiritual— es un feliz encuentro de corazones que no se aman más que para amar mejor a Dios. Dios es familia, y nos hace familia con Él y entre nosotros.
Cuando Dios está en medio, nuestras familias (tanto naturales y espirituales) se convierten en revelación del amor de Dios. Son un testimonio creíble, simpático, directo e incontestable; un argumento real que molesta en muchos de nuestros ambientes, dominados por el egoísmo feroz. Son demasiadas las voces que pretenden convencernos del “imparable declive de la familia, y de la necesaria superación de su papel en la sociedad moderna”, interesadas en imponernos otros “modelos” de familia “más acordes con los tiempos actuales” —eso dicen—.
Este verano multitud de familias han aprovechado para dejarse hornear en el amor de la Familia trinitaria, mediante la convivencia, la formación y la oración. En estas páginas aparecen el Aula Familiar “Tomás Morales” y las Convivencias del Grupo Santa María. Estas “iglesias domésticas” nos muestran que la familia sigue siendo el núcleo insustituible, fundamento de la sociedad. A imitación de la familia de Nazaret, en lugar de discutir sobre los problemas de la familia —tan numerosos y tan cercanos—, se consagran a darles solución. Como dice el papa Francisco donde hay una familia con amor, esa familia es capaz de calentar el corazón de toda una ciudad.
Aquí está nuestro reto: ser familias llenas de vida hacia dentro, y a la vez hacer familia de nuestros ambientes: asociaciones, comunidades de vecinos, centros educativos, empresas… ¿Cómo? Derrochando amor en el trato uno a uno, olvidándonos de nosotros mismos en la atención a los demás, entregando nuestro tiempo para escuchar y acompañar, cultivando pequeños detalles… En definitiva, creando lazos familiares. Esta es la escuela de María: así la contemplamos en la Visitación y en Caná.
Como la tarea nos desborda, pedimos a la Sagrada Familia que nos aliente para ser y hacer familia, a imitación suya y a imitación de la Familia trinitaria hasta llegar a ser una familia espiritual, una familia de familias.