En el contexto de la nueva etapa que emprenden los Cruzados de Santa María, siempre en manos de la Providencia, como hemos sido testigos, se me ocurre, con el máximo respeto y en fidelidad a la Institución, este brindis al modo taurino, “va por usted, señor director general”. Lo hago en mi estilo habitual: decir lo que pretendo con el lenguaje del Arte. Elijo tres obras, distintas y sin embargo coincidentes, en lo que considero la aspiración ideal de todo creyente seglar, cuanto más en un consagrado que aspira a mostrar cómo deben ser los laicos en medio del mundo. Las tres se produjeron durante el reinado de nuestro señor don Felipe II.
Comienzo por la oda a “La vida retirada” de fray Luis de León. Tenedla en la memoria o releedla. Razones de espacio. “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido y busca la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”. Maravilloso. Nada de honores, fama, riquezas. “¡Oh monte!, ¡Oh fuente!, ¡Oh río!, ¡Oh secreto seguro, deleitoso!… huyo de aqueste mar tempestuoso. Un no rompido sueño… Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido. No los cuidados graves… Vivir quiero conmigo”. Fabuloso, como dicen ahora. Pues miren ustedes, en los tiempos que corren no se lo deseo para un cristiano, cuánto menos para un cruzado, como ideal de vida permanente. Cuántas veces el bien aparente nos sirve de evasión. Sí, sí, sí para “cargar pilas”: descanso semanal, retiros, ejercicios espirituales, campamentos. Como estilo de vida, no. Nuestro modelo, don Quijote, “mi descanso es pelear”.
Nuestro Ideal está representado en “El caballero de la mano al pecho” de El Greco. Una mirada noble y trascendente; la mano abierta sobre el pecho incapaz de engaños, traiciones ni empresas desleales. En la cintura la espada, como exigían aquellos tiempos. En los nuestros la espada es la virtud, fortaleza, lealtad a nuestro Dios, siempre con nobleza, pero de frente, en el servicio de su Causa y de la de Nuestra Señora.
El tercero es del capítulo 3º, puntos 3 y 4, de Las Fundaciones. Santa Teresa piensa en letrados y confesores, pero creo que le viene como anillo al dedo a los Cruzados:
“Han de vivir entre los hombres y tratar con los hombres y estar en los palacios y aun hacerse algunas veces con ellos en lo exterior. ¿Pensáis, hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo y vivir en el mundo y tratar negocios del mundo y hacerse, como he dicho, a la conversación del mundo, y ser en lo interior extraños del mundo y enemigos del mundo y estar como quien está en destierro y, en fin, no ser hombres sino ángeles?”
No os preocupéis, que los menos expertos en virtud os han de acusar de vuestras flaquezas y negligencias. Qué lista era nuestra Santa. Por ello concluye:
“Así que no penséis es menester poco favor de Dios para esta gran batalla adonde se meten, sino grandísimo”.