Hace dos mil años, una joven, María, se dirige a la montaña. En su seno es portadora de la mejor de las noticias: la Buena Noticia (con mayúsculas), Jesucristo. Ella sabe que con la Encarnación todo ha cambiado, que el mundo no volverá a ser igual, que la historia se ha partido en dos, que en adelante habrá un Antiguo y un Nuevo Testamento, y que el tiempo se contará en “antes” y “después” de su hijo.
Camina recordando los últimos acontecimientos. El anuncio del ángel fue un destello de magnitud descomunal. Y ahora que sus ojos interiores van adaptándose a la nueva luz medita todo esto en su corazón. ¿Cómo medita María? El Magníficat que pregonará al culminar su viaje nos da la clave. ¡Es el eco de la anunciación! El ángel la había saludado: ¡alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo! Y ella había respondido: He aquí la esclava del Señor… Por ello ahora canta por dentro, en un tú a tú confiado con el Poderoso y Misericordioso: “¡Proclama mi alma tu grandeza, Señor; se alegra mi espíritu en ti, mi Salvador, porque has mirado la humildad de tu esclava…!”
María ha experimentado en ella el estallido de la misericordia que el Verbo encarnado trae consigo. Escribe R. Cantalamessa que en el punto donde “cae” una acción divina, se produce como una vibración y una ola de alegría que se extiende, después, por generaciones, para siempre. María es testigo de la acción divina por excelencia, la Encarnación, y anuncia la onda expansiva de alegría que inundará el mundo.
Además, Ella es la elegida para propagar esta explosión misericordiosa. La lleva como primicia a casa de Isabel. Y allí desencadena todo su potencial: Isabel se llena del Espíritu Santo, prorrumpe en bendiciones al fruto del vientre de María, y Juan salta de alegría en el seno materno.
María comprende que la detonación de la misericordia llegará hasta el final de los tiempos, y por eso canta: ¡tu misericordia llega a los fieles de generación en generación! Vislumbra que todas las generaciones la llamaremos bienaventurada. También las de hace cincuenta años, veinticinco años y la actual…
Hace cincuenta años. Un jesuita percibe que el estilo de la Virgen camino de la montaña es tremendamente actual. El P. Tomás Morales propone a sus jóvenes encarnar este modo de vida. Nace así la Campaña de la Visitación en el seno de la Cruzada y los militantes de Santa María. En agosto de 1966 se publica como primicia en la revista Estar. Consiste en acompañar a María los tres meses que pasó en casa de Isabel. Desde entonces recorremos los meses del verano viviendo como María, más aún, por María y con María, actuando como sus brazos largos. Nos entregamos como ella en actitud de servicio, para que las almas tengan vida y la tengan en abundancia: en olvido propio, buscando lo mejor para los demás, venciendo la pereza, la vanidad y la inconstancia, sin quejarnos de nada ni de nadie. Buscamos ser así nuevas ondas expansivas de la misericordia que inunden nuestros ambientes de alegría.
Hace veinticinco años. Un educador, Abelardo de Armas, quiere lanzar a los jóvenes a imitar el estilo montañero de María. Y coloca una imagen diminuta de la Virgen del Pilar en una pequeña grieta del Circo de Gredos. Es el 8 de julio de 1991. Desde entonces la Virgen de Gredos, oculta, como flor del campo, bendice a cuantos acudimos a la montaña. Ella es y está, abierta solo a Dios. Es nuestra madre, protectora y modelo. Nos enseña a prolongar su actitud de servicio, alegres, a la intemperie, irradiando en vida oculta.
Hoy. 31 de mayo de 2016. El estallido de la misericordia que María propaga desde hace dos mil años alcanza a nuestra generación. Busca quien la acoja en esta nueva Campaña de la Visitación. ¿Te apuntas?