Por José Luis Plaza
Me hago eco en el título de este artículo de las palabras que en su discurso de entrega de premios «Investigar en Ciencias» pronunció el vicedecano de ciencias de la Universidad de Extremadura este mes de mayo. Y es que lleva toda la razón, investigar resulta divertido, que no está reñido con la palabra exigencia, eliminada hoy de todos los currículos de educación.
Creo que aprendí a ilusionarme con la educación en el contacto con tantos y tantos profesores que han pasado por nuestro movimiento. Eran diferentes. El estilo dinámico de dar las charlas en las actividades, la cuidada preparación, la ilusión que transmitían, la cercanía a los jóvenes y su disponibilidad (cuando antes no existía ninguna relación con los profesores), la creatividad en los talleres científicos que desarrollaban, los trabajos de investigación que realizaban, los grupos que iban saliendo en torno de una ilusión por investigar, el tiempo compartido en la naturaleza con ellos en los albergues científicos en verano (pioneros de todos los campus científicos que ahora se desarrollan)…
Participar de un estilo de vida, de una cosmovisión, de un saber hacer, te configura para ir madurando una vocación profesional y luego en ella poner en juego todo lo que has ido viviendo y aprendiendo. La obra bien hecha, el cultivo del pequeño detalle, la responsabilidad, la reflexión y el espíritu crítico, la búsqueda de la verdad, el respeto a la naturaleza y el orden de lo creado… Todo lo vivido me confirmó en lo que tantas veces nos decían en nuestras actividades: «si al joven se le pide poco no da nada y si le pide mucho lo da todo», y a mí me ocurrió. Cuando constatas esta realidad hoy en los demás te ilusionas de nuevo. Y la ilusión es contagiosa y vence las dificultades. Por eso lo importante para mí es lanzarse una y otra vez. No importa que te sientas limitado y que a veces fracases, eso es un poco de orgullo.
Cuento mi experiencia, porque es de buen hijo ser agradecido y quiero dar gracias a tantos y tantos profesores y educadores que habéis pasado por mi vida y la paciencia que habéis tenido. A mí me ha ayudado mucho a la hora de trabajar día a día y confiar que los que tengo delante son mejores que lo que yo era. También quiero compartir mi experiencia porque siempre que he compartido con otros profesores lo que hacemos, me ha animado y me ha abierto nuevas perspectivas.
La verdad que también ha influido en mi experiencia docente el hecho de comenzar en 1989. En esos años se disfrutaba mucho en el campo educativo y, poco a poco, hemos llegado al momento actual en el que el grado de satisfacción ha descendido mucho, pero aun así sigo haciendo lo mismo desde entonces, trabajar con alumnos en el campo de la investigación científica. Siempre habrá alumnos interesados y muy buenos. Tengo por costumbre en todos estos años de enseñanza dedicar unas horas de mi tiempo semanal a estas tareas.
En el Instituto donde doy clase de Física y Química hacemos grupos de trabajo de investigación y divulgación a distintos niveles. Yo comienzo desde 2º de ESO en que hacen proyectos sencillos y los presentan a los de la clase o en alguna feria STEAM a nivel local. Antes de la pandemia ganaron dos alumnos en el STEAM de Plasencia. Con los grupos de trabajo en 3º, intentamos que concursen en algún premio sencillo de su categoría, este año en el programa de jóvenes divulgadores INICE de Castilla León (www.inice.es), por si quiere alguien participar al año que viene. En 4º y bachillerato nos presentamos en el Ateneo (en todas las provincias existe una sede) y —a nivel autonómico— en los premios de investigación de la Universidad de Extremadura.
Este año los trabajos de investigación han sido iniciativa de los alumnos, según sus aficiones y gustos. Física en el deporte, programación, medio ambiente, construcción de dispositivos… Algunos de estos alumnos ya habían participado con investigaciones sencillas en los premios de investigación que convocó el Ateneo antes de la pandemia en Cáceres.
Lo bueno de realizar estos trabajos durante varios años —y muchas veces fuera de clase—, es que te permite una gran cercanía con los alumnos, además de todos los valores que sabemos conlleva el realizar estos proyectos de investigación. De por sí, la adquisición de estos valores y el enriquecimiento humano merecerían ya la pena, pero creo que a mí siempre me ha gustado darles la oportunidad de vivir lo que yo viví, participar de las actividades que proporciona nuestro movimiento, como campamentos y convivencias. Son un gran complemento. Algunos han participado en ellas y creo que les ha hecho mucho bien. De hecho, en el taller científico que tiene el campamento, ya se empezaron a pensar y preparar —con la ayuda de alguno de los profesores— los proyectos, y durante el año se han ido llevando a cabo en el instituto.
Los grupos de investigación son una forma más de poner en juego aquello que te gusta y te enriquece. Este año ha sido más intenso, se ve que tras la pandemia tenían más ilusión y hemos presentado ocho trabajos a los premios Investigar en ciencias, todos muy interesantes. Nos presentamos a las categorías de física, biología y tecnología. Los trabajos muy originales; las ideas partían de ellos. Han ganado tres, dos de física y uno de tecnología. No todos los he dirigido yo. Hay profesores que también se animan a colaborar y descubren la calidad humana que tienen los alumnos a lo largo de estar cinco años trabajando con ellos.
La colaboración con otros profesores es una faceta muy interesante porque les hace mucho bien, les ayuda a entusiasmarse en su tarea educativa y hacemos familia.
Creo que lo importante como antes he dicho es lanzarse y trabajar. Tenemos todo a nuestro favor y la recompensa, más que los premios, es ver crecer de cerca a todos aquellos con los que trabajas. Son experiencias únicas y muy satisfactorias para ir sembrando valores en estos jóvenes que serán el futuro. Si no lo hacemos nosotros ¿Quién lo hará?