«“¿Por qué no escribes un libro sobre la empresa?”, me preguntó hace bastantes meses el director de Plataforma Editorial… “Podría llamarse Dirigir es servir…”. La idea me gustó. La empresa es servicio, es una comunidad de personas que sirven a otras personas al mismo tiempo que satisfacen sus necesidades personales».
Así es como arranca el prólogo del autor al comenzar este libro que permite mirar a las empresas como lo que deberían ser (y no siempre son). Ofrece una mirada positiva y a la vez realista, no como una utopía sino como algo posible. Antonio Argandoña no es ingenuo en absoluto. Ha sido catedrático en las universidades de Barcelona, Málaga y Navarra (IESE) y posee una trayectoria académica brillante y llena de reconocimientos. Sabe bien de lo que habla y lo hace muy bien, con claridad, rigor y elegancia.
«En un mundo en el que predomina el individualismo, el relativismo y el consumismo, en el que se mira con suspicacia al que gana dinero gestionando el trabajo de otros y en el que se confía en el Estado como solución a los problemas de la sociedad, la idea de presentar una visión positiva de la empresa me pareció atractiva» (Pág. 13).
Es un libro escrito para quienes crean y dirigen empresas, para quienes trabajan en ellas, sobre todo en cargos de cierta responsabilidad, y para estudiantes de Administración de Empresas. Interesará también a quien desea aprender acerca del complejo mundo de las empresas y las organizaciones humanas.
Se parte —como ya se sugiere con el título— de una reflexión antropológica y ética. Hablamos de personas y del crecimiento de la persona como tal, de aquello que la hace más humana y excelente. Luego vienen los temas más habituales: la propiedad y el beneficio, modelos de empresa, la cultura de la empresa y la dirección, la responsabilidad social, la sostenibilidad y el trabajo propiamente dicho.
«Mi tesis es que una buena empresa ha de ser todo eso, ética, responsable y sostenible, además de rentable…; y dirigir bien es dirigir de manera eficaz, ética, responsable y sostenible» (Pág. 16). Aunque para muchos la empresa es una máquina de hacer dinero y nada más, aquí se mira más alto. También más cerca. El beneficio y la rentabilidad son importantes sin duda; pero la empresa ha de ser considerada igualmente, si no antes, como una creación humana, manifestación de la libertad y la responsabilidad de las personas con el fin de desarrollar un proyecto de servicio a la sociedad.
En su realidad más profunda, una empresa es una comunidad de personas —estas se hallan en el núcleo de su actividad— que persigue unos objetivos comunes. Las personas son valiosas y han de ser tratadas de acuerdo con su dignidad, nunca como un simple medio; aportan bienes intangibles; la actividad y la participación en el trabajo de la empresa han de ser positivas para las personas. «Un buen directivo nunca se desentiende de lo que les pasa a las personas que colaboran en una empresa, porque ellas lo merecen y porque a la empresa le interesa, aunque moverse solo por ese interés será una forma poco elegante de tratar a las personas como medios y no como fines» (Pág. 30).