Estamos de enhorabuena ¡Trescientos números y cincuenta años de vida de la revista! Es un buen momento para echar la vista atrás. Son decenas de miles los lectores que se han venido beneficiando de esta aventura: los testimonios y los mensajes de Estar han sido para muchos faro en momentos de perplejidad cultural, roca en el oleaje del vaivén de las modas, porción de cielo azul en la niebla ambiental educativa, horizonte que se abre al infinito, cuando todo invita a mirarse el ombligo, y camino original de santidad —laical, familiar, contemplativa en la acción, cristocéntrica y mariana— siguiendo las huellas del siervo de Dios, P. Tomás Morales, y de Abelardo de Armas.
¡Cuánta vida ha transfundido Estar en estos 300 números! Basta considerar Génesis y desenvolvimiento de un gran ideal, la serie de artículos en los que el P. Morales abrió su alma para comunicarnos sus vivencias del nacimiento de los Cruzados de Santa María; o las páginas escritas por el P. Eduardo Laforet y por el P. Segundo Llorente; o la sección Agua viva, en la que Abelardo fue roturando número a número un fértil campo de santidad para los laicos, del cual estamos cosechando ya los frutos…
Y hablando de cosecha, las bodas de oro de la revista son también una ocasión propicia para fijar la mirada en el presente. Estar es ya más que una revista: es una familia. El papa Francisco ha definido recientemente la Iglesia como una familia de familias (La alegría del amor, n. 87), y Estar, a escala microscópica, también es familia de familias.
Estar nos hace familia: los lectores sentimos que nos comunicamos aun sin vernos; cada número va llenando de calor humano nuestras relaciones, notamos que nos une estrechamente cuanto leemos: compartimos nuestras emociones, ideales y criterios.
Estar se vuelve un miembro más de la familia: la acogemos con cariño cada vez que llega al buzón puntualmente, la leemos con alegría y sorpresa… Y comentamos sus novedades con los más cercanos.
Estar es “un poco” como la Virgen: se va colando en nuestras vidas como de rondón, sin apenas hacerse notar; pero poco a poco nos va poniendo con su Hijo, como hizo María con los servidores en Caná (y con tantos santos, empezando por san Ignacio). Nos va llevando a cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, como Ella, en un Hágase veinte siglos prolongado. Nos va impulsando a caminar en actitud de servicio, como hizo la Virgen montañera al visitar a Isabel. Nos va animando, como hizo con los discípulos reunidos en el Cenáculo, a dar testimonio valiente y a no cansarnos nunca de estar empezando siempre. Y por último, Estar nos enseña a Estar como la Virgen: nos comunica su estilo de Estar en la familia, en la Iglesia, en el mundo…
Por eso, podemos decir que donde leemos la revista se convierte en la sala de Estar, el centro de la casa, el lugar de reunión de la familia; una sala que se abre para unirse a otras familias, en familia de familias.
Para acabar, el 50 aniversario de la revista es una ocasión de oro para poner los ojos en el futuro. La revista, al colarse en nuestra sala de Estar, no quiere quedarse allí: como la Virgen busca ponerse en camino y llegar a todos los rincones.
Estar quiere seguir cumpliendo hoy la profecía pronunciada por la humilde esclava del Señor: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada. Pero no tiene otros ojos, ni otros pies, ni otra boca que los tuyos… ¿Te atreves a hacer de tu corazón, de tu casa, de tu familia, la sala de Estar?