La Iglesia entera ha vibrado con un solo palpitar con ocasión del Sínodo de los Jóvenes que el papa Francisco convocó y que se acaba de celebrar. ¿Quién no siente preocupación por la fe en los jóvenes, por el futuro de la Iglesia y de la sociedad, por el mundo que vamos a dejar a las futuras generaciones?
Aunque, como me dijeron una vez no hay que preocuparse tanto por el mundo que vamos a dejar a nuestros jóvenes, como por los jóvenes que vamos a dejar a este mundo. Sí, hay que pensar sobre todo en la educación de los hombres y mujeres que van a vivir y construir nuestra sociedad, más que andar temerosos por el mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos.
Algo de esto debió pensar el padre Morales cuando se lanzó a la misión entre los más jóvenes trabajadores y estudiantes del Madrid de los años cincuenta. Buscó trasformar el mundo, y quiso hacerlo formando a los hombres y las mujeres que el día de mañana fuesen verdaderos motores de ese cambio. La educación de los jóvenes fue su pasión para hacerlos conscientes de su fe, moverlos a la misión, abrirlos a la escucha del Espíritu.
Por eso en esta fecha en la que coincidía la celebración del Sínodo y el año jubilar por la declaración de venerable del padre Morales, el VII Encuentro Laicos en marcha no podía tener otra temática que la de la evangelización de los jóvenes. Y el lema, Apóstol de los jóvenes hacía a la vez memoria del carisma del padre Morales, y nos lanzaba a todos a recoger ese testigo del anuncio del evangelio a los jóvenes, como nos pide hoy el papa Francisco.
El sábado 29 de septiembre a las diez de la mañana se comenzaban a congregar los participantes en el Cerro de los Ángeles (Getafe). En este lugar tan emblemático, en la capilla de las Madres Carmelitas, se celebró la eucaristía inaugural, presidida por el obispo de la diócesis, D. Ginés García Beltrán. No se podía evitar que viniese a la memoria el recuerdo del padre Morales, su amistad con santa Maravillas de Jesús, y las peregrinaciones de empleados de Madrid hasta este lugar santo que impulsó desde el comienzo de su obra.
Fue un momento muy especial porque nos ayudó también a unirnos a las celebraciones que con motivo del centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús se van a llevar a cabo este año.
Desde allí, como en una peregrinación inversa, nos dirigimos a Getafe. De alguna manera era bajar del Tabor a Jerusalén. Se estaba muy bien allí arriba, casi daban ganas de plantar tres tiendas de campaña… Pero había que bajar a la ciudad que nos toca evangelizar en nuestra misión como cristianos laicos. No están los tiempos para huir del mundo, sino para arremangarse y trabajar a fondo.
La tarde la abrió un nuevo musical, esta vez realizado por los jóvenes de la Milicia de Santa María, basado en la película De dioses y hombres. Un musical que nos trae el mensaje y el recuerdo de nuestros hermanos perseguidos por la fe también hoy. El mensaje del evangelio y del martirio, representado por un grupo de jóvenes, nos abría a una tarde llena de experiencias de evangelización.
Un plantel de cinco iniciativas fue la continuación a este intenso momento. Allí pudimos descubrir cómo evangelizar a través del surf, una actividad llevada a cabo por un sacerdote y un grupo de jóvenes de la diócesis de Getafe. También nos acercamos a la evangelización de los más pobres en la zona del Gallinero, en la Cañada Real. Una llamada de atención a todos nosotros y a nuestro cómodo estatus de vida. También fue una sacudida el testimonio de Fernando Salaverri, productor musical de fama, que se encontró con Jesucristo y trasformó su misión para convertirse en promotor de la música católica en español. ¡Y como no recordar a Blessings y su iniciativa de evangelizar desde la creación de productos decorativos que se nos cuelan en la vida diaria como accesorios para el bebé o libretas y posters! Todos esos testimonios nos llenaron de ilusión y salimos con las pilas puestas y con ganas de seguir trabajando cada uno en nuestro ámbito.
La tarde concluyó con una asamblea y una vigilia de oración que nos hizo pasar por el corazón todo lo que habíamos vivido durante la jornada por el corazón. Ese tiempo que pasamos con Jesús, expuesto en la eucaristía, al ritmo de la música y la oración, fue la mejor preparación para todo lo que viviríamos al día siguiente.
El domingo estuvo marcado por la figura del padre Morales. Comenzó la mañana con una visita en autobús a los lugares más emblemáticos de la ciudad relacionados con la vida del venerable. Así, de primera mano, guiados por el biógrafo del padre Morales, Javier del Hoyo, pudimos descubrir su obra social, visitando las colonias que él construyó, o los lugares donde había vivido y fundado los Institutos Seculares de los Cruzados y Cruzadas de Santa María. Y por supuesto la visita incluía su tumba, donde pudimos rezar y ganar la indulgencia con motivo de este año de gracia.
Concluimos la jornada en el colegio del Recuerdo, tan ligado a su vida también. El padre Elías Royón, vicario de vida consagrada de la diócesis de Madrid y uno de sus primeros discípulos, presidió la eucaristía, evocando la vida del padre Morales y alentándonos a vivir acordes a su ejemplo y carisma.
Un fin de semana, sin duda, en el que todos salimos animados a seguir trabajando como laicos en medio del mundo. No sé si para dejar un mundo mejor a nuestros jóvenes o para que dejemos al mundo una generación mejor de jóvenes. O para las dos cosas a la vez.
El caso es que, sea como sea, hay mucho trabajo que hacer. De eso no hay duda.