Por José Manuel Secades
El calendario está lleno de santos, y de fiestas que destacan acontecimientos de la vida de Nuestro Señor, y de la Virgen. Especialmente densos son los meses de agosto y septiembre. Las vidas de todos estos santos se pueden ver en la página sobre Fray Justo Pérez de Urbel, en su libro AÑO CRISTIANO: www.divvol.org/santoral/
Entre tantas y tan importantes fiestas, nos fijamos hoy en la fiesta de Ntra. Sra. de la Merced que se celebra el 24 de septiembre.
La historia de la Iglesia se escribe con las obras de los santos. Dios suscita unos hombres y mujeres providenciales, que son los santos, como remedio a los sucesivos males de cada etapa de la historia
Este es el caso de san Pedro Nolasco a quien la Virgen le encarga que ponga remedio a los secuestros de cristianos por parte de los musulmanes que asolaban el Mediterráneo, y que secuestraban marineros y habitantes de las costas, llevándolos como esclavos a sus países del norte de África. Pedro Nolasco, comerciante de Barcelona, responde a la petición de la Virgen y funda una institución para este fin: rescatar cautivos mediante el pago de dinero y si era necesario, quedándose ellos como esclavos en el puesto del cautivo. Hay que tener en cuenta que cristianos eran, entonces, todos los habitantes de Europa.
Año 1203. El laico Pedro Nolasco inicia en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300 cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza expediciones para negociar redenciones. Pero llega un momento en que los medios se agotan y Pedro Nolasco pide a Dios ayuda y, como signo de la misericordia divina, le responde la Virgen que funde una congregación liberadora.
La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se les apareció simultáneamente a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos.
El 10 de agosto de 1218, en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva institución.
En el capítulo general de 1272, los frailes toman el nombre de Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, o Mercedarios.
El año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia el 24 de septiembre.
Además de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, hacían un cuarto voto: dedicar su vida a liberar esclavos. Se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, cuando el dinero no alcanzara para pagar su redención. Así lo hizo san Pedro Ermengol, un noble que entró en la Orden tras una juventud disoluta, y muchos otros a lo largo de la historia. Muchos, además de cautivos, fueron martirizados.
El comerciante y cónsul general de Austria en Niza, Emil Jellinek, de visita en Barcelona, conoció el nombre de Mercedes que lleva la catedral y la patrona de la ciudad: Ntra. Sra. de las Mercedes, y le gustó tanto que se lo puso a su hija y pintó este nombre en el chasis de sus coches, y sus coches —y la fábrica— se quedaron con este nombre: MERCEDES que, además, es sinónimo de calidad y prestigio.