Aquella mañana Juan y los demás discípulos esperaban inquietos a Jesús. Venía del monte; había pasado la noche orando… Y ahora Juan irradia alegría porque Jesús, mirándolo con amor, lo ha escogido para ser de los doce. Tiene los oídos bien abiertos, para escuchar las instrucciones del Señor, que los envía al mundo. Desde entonces guarda en su corazón estas palabras: lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea (Mt 10, 27). ¿Qué querrían decir?
Hoy, dos mil años después, también nosotros somos alcanzados por la llamada de Jesús. Nos sigue mirando con amor, nos envía y renueva sus disposiciones: ¡lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea! ¿Cómo cumpliremos esta palabra? Las azoteas hoy se han poblado de antenas, y las tecnologías de la comunicación dilatan las terrazas y permiten transmitir no solo al vecindario, sino al universo entero. Estamos llamados a ser antenas vivas de la Buena Noticia. ¿En qué sentidos?
- La antena capta una señal y la emite amplificada. Lo importante es la señal, el mensaje. Hemos de ser fieles al mensaje recibido; si pretendiéramos expresar nuestra propia señal, sólo emitiríamos interferencias que distorsionarían el contenido.
- Además hemos de ser antenas sensibles para captar lo dicho al oído… Si perdiéramos agudeza auditiva se nos escaparía parte del mensaje. Y hemos de ser capaces de discernir, entre tantas ondas que surcan los aires, aquella para la cual somos enviados. Debemos señalarnos en reconocer el mensaje y en vibrar con él. Hemos de estar en la onda.
- Pero la antena no se queda el mensaje para sí. Lo transmite; más aún, lo amplifica. Y lo emite en el código de frecuencias con el que funcionan los receptores a quienes va destinado. Hemos de ser capaces de transmitir a Jesucristo en el lenguaje de la calle. Y para ello hemos de aprovechar todas las azoteas de la cultura actual: las artes, la televisión, el cine, la prensa (¿qué decir de Estar?)…, sin olvidar los blogs, los chats, las webs y todo el mundo de internet.
- Los laicos hemos de ser antenas de doble sentido: atentos al mensaje de Jesucristo para transmitirlo al hombre, pero atentos también a los hombres para trasladar sus inquietudes al Señor. Siguiendo el estilo de María en Caná. Ella captó la necesidad de los esposos y se la transmitió a su Hijo: No tienen vino (Jn 2, 3). Como señaló el papa Francisco a los miembros de los Institutos Seculares italianos: Vosotros sois como antenas dispuestas a acoger los brotes de novedad suscitados por el Espíritu Santo, y podéis ayudar a la comunidad eclesial a asumir esta mirada de bien y encontrar sendas nuevas y valientes para llegar a todos (10.5.2014). ¡Vaya misión!: atentos a captar y acoger cuanto el Espíritu Santo suscita en nuestro mundo, y responder abriendo nuevos caminos en la Iglesia y en el mundo, con creatividad y valentía.
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“¡¡Ya está!!”. Juan acaba de recibir una nueva luz que ilumina aquellas palabras del Señor: lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea… Y comienza su primera carta: lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida ¡os lo anunciamos…! (1 Jn 1-3). Sus cartas y su evangelio serán la azotea desde la que comunicará la Buena Noticia, que es Cristo mismo.
Este mensaje es el que recibimos y el que estamos llamados a difundir: ¡lo que hemos oído, lo que hemos visto, lo que palpamos del Señor, os lo anunciamos! ¿No merece la pena dedicar la vida a transmitir por todas las antenas de nuestras azoteas de hoy la mejor de las Noticias, Jesucristo?