Esta nueva representación del musical Skate Hero en Pamplona y Vitoria, celebrada los días 2 y 3 de abril, ha tenido un sabor especial.
Ha sido, como siempre, una gran experiencia de evangelización. En esta ocasión el autobús que lleva estos treinta jóvenes misioneros nos acercó a Burlada (Navarra), una población limítrofe con Pamplona, y a Vitoria, la capital del País Vasco.
Esta tierra que fue tan duramente golpeada por el terrorismo, ha sido el escenario donde hemos querido representar este musical que, entre otras muchas cosas, es un homenaje a una víctima del terrorismo, Ignacio Echeverría Miralles de Imperial. Y este hecho ha marcado nuestra estancia en estas dos ciudades.
El sábado nuestra primera parada fue en el monumento Mundo en paz en Berriozar, otra de las poblaciones cercanas a Pamplona. Una parada que, para mí, tenía un especial significado. Esa escultura se encuentra a la entrada de un colegio donde impartí clase de Religión justo tras el atentado de ETA a un militar, Francisco Casanova, padre de dos alumnos. Cuando llegué la situación era muy complicada pues las heridas estaban todavía abiertas en el pueblo y también en la propia comunidad educativa. Por esa razón propuse al claustro realizar un proyecto educativo que sirviese para la educación en la paz y en la convivencia. Y precisamente una parte importante de aquel proyecto era la construcción de una escultura que nos recordase a todos el deseo de vivir en un mundo en paz. Aquella escultura del artista guipuzcoano Manuel Iglesias fue ese eje que nos ayudó a todos a trabajar juntos a lo largo de varios meses y aprender los entresijos de una verdadera educación para la paz.
Tras esa primera parada significativa el corazón estaba preparado para representar nuestro personal homenaje a una víctima del terrorismo.
El auditorio de Burlada se llenó de familias y jóvenes que deseaban vivir esta experiencia del musical Skate Hero. Porque la verdad es que este musical va mucho más allá de la belleza y emoción de unas canciones y de un guion teatral. Es toda una experiencia encontrarse con una historia verdadera y que, por ello, nos toca el corazón y nos interpela. Tan verdadera como que el propio padre del protagonista, Joaquín Echeverría, está presente, se sube al escenario, comparte sus vivencias y, por eso, nadie queda indiferente.
El arzobispo de Pamplona, D. Francisco Pérez, presente en el acto, emocionado y alegre, subió al escenario al acabar la función y propuso a Ignacio como ejemplo para los jóvenes y lo nombró, «misionero del patín». Y nos encomendó que escribiésemos una carta para llevársela él personalmente al papa Francisco y que en un pen-drive incluyésemos el musical, de forma que el papa pudiese verlo.
Desde Pamplona la expedición se dirigió a Vitoria. Allí nos esperaba otro público totalmente distinto: chicos y chicas de colegios. Era un público, en principio, más difícil. Pero el resultado fue también de una total sintonía con la figura de Ignacio.
Y si en Pamplona el musical lo habían organizado los miembros del Movimiento de Santa María de Navarra, el de Vitoria lo organizó directamente el Obispado de Vitoria a través de la delegación de Juventud. Así que el obispo, D. Juan Carlos Elizalde, no quiso tampoco perderse la función.
Y mucho más que eso, porque nos acompañó en todo momento. Especialmente emotiva fue la misa a primerísima hora de la mañana, a las siete y cuarto, celebrada por él para nosotros. Allí nos habló de cómo Cristo —en el pan eucarístico— tomaba el pan, lo bendecía, lo partía y lo repartía. Y nos animaba a vivir la vida así, eucarísticamente. Dejarse tomar por el Señor, sabernos bendecidos en toda nuestra vida, dejarse partir y romper si es necesario como él en la cruz, y repartirse entre los hermanos, entre los que más lo necesitan.
Al musical también se acercaron, además de los escolares, numerosas personalidades políticas de distintos partidos y el delegado del Gobierno en el País Vasco, Denis Itxaso González. Y, una vez más, el mensaje de Ignacio Echeverría, su valor de dar la vida por una persona desconocida, conmovió a todo el mundo, creyente o no creyente. Algo que recordó el propio delegado del Gobierno, cuando señaló que los valores que encarna Ignacio son para toda la sociedad.
El broche de oro a este fin de semana lo puso la visita al Museo Memorial de las Víctimas del Terrorismo que está en pleno casco histórico de la capital alavesa. Un impresionante lugar donde se guarda la memoria de todas las víctimas del terrorismo que hemos sufrido en España. Impresiona, de una manera especial, a los que vivimos aquellos años de plomo, leer las cartas de extorsión de ETA, escuchar los avisos de bomba, meterse en la reproducción del zulo de Ortega Lara. Conocer, en definitiva, tantas vidas rotas por la ideología y la barbarie.
En ese museo, aunque el terrorismo de ETA tiene un lugar preponderante, hay lugar para otras formas de terrorismo. También está presente el yihadismo islámico y, en ese espacio, aparece la figura de Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín.
Como un detalle para con nosotros el director del museo quiso sacar el monopatín de Ignacio, con el que el joven madrileño luchó contra los terroristas, para que pudiésemos tocarlo, tenerlo en nuestras manos. Un momento especial para todos los que llevamos ya casi tres años representando este musical. El auténtico monopatín que Ignacio Echeverría llevaba aquella noche del 3 de junio de 2017 lo teníamos con nosotros. Era como cerrar un ciclo.
¡Cuántos recuerdos vividos en torno a este monopatín! ¡Cuánta gratitud brota del corazón al saber que estamos siendo, de una forma sencilla pero muy real, parte de una gran historia!
Como dice Guillermo, el amigo de Ignacio, al final del musical:
Coger este monopatín me recuerda que puedo ir más allá de mis propios límites. Que, aunque haya caído, puedo volver a levantarme. Que podemos amar sin límites, amar hasta el extremo, amar hasta dar la vida.
Eso, y mucho más, ha sido este fin de semana de Skate Hero.