Cuando parece que los enemigos de la civilización cristiana tienen un poder omnímodo que pretende excluir a Dios de todas las realidades temporales, puede sonar a atrevido y utópico hablar de una floreciente primavera. Pero así es.
Aumentan los católicos en el mundo. Del 2005 al 2013, los bautizados pasaron de casi 1.115 millones a 1.254 millones, con un aumento absoluto de 139 millones de fieles. El número aumenta, sobre todo en África, en América y en Asia, mientras permanece en los mismos niveles en Europa. Son algunos de los datos del Annuarium Statisticum Ecclesiae 2013, publicado contemporáneamente al Anuario Pontificio de 2015.
En este reverdecer primaveral de la fe tienen su protagonismo propio los jóvenes. Unos jóvenes que no se dejan intimidar por el entorno laicista que trata de envolverlos, y que viven decididos sin miedo al mundo ni al futuro ni a su propia debilidad.
Unos jóvenes enraizados en Cristo a los que no puede detener ninguna adversidad, y que se convierten en el motor de los “líos” que la Iglesia promueve para la dignificación que nuestra sociedad necesita.
San Juan Pablo II, en el histórico encuentro con los jóvenes en el estadio Santiago Bernabéu, les propuso un programa de lucha para vencer el mal con el bien: Cuando sabéis ser dignamente sencillos en un mundo que paga cualquier precio por el poder; cuando sois limpios de corazón entre quien juzga sólo en términos de sexo, de apariencia o hipocresía; (…) Entonces os convertís en transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructores de la nueva civilización del amor, de la verdad, de la justicia, que Cristo trae como mensaje.
Son, sin duda, una manifestación rutilante de energía renovadora las JMJ, reuniendo jóvenes de los cinco continentes, que hacen visible una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Pero la primavera de la fe no puede, ni debe, reducirse a un acto multitudinario temporal. También en el día a día, los jóvenes aportan su granito de arena como se indica, por ejemplo, en algunas experiencias que se reseñan en este número de Estar: Tema de Portada, 25 aniversario de la Virgen de Gredos, la entrevista a José María Ausín, las experiencias de Semana Santa´16, etc.
A los que no somos tan jóvenes, también debe llegar la primavera renovando nuestra creatividad para ofertar a la juventud criterios sólidos ante un mundo que encandila con su falsa y fatua policromía.
Primavera de jóvenes y menos jóvenes, bautizados consecuentes, que hacen penetrar el evangelio en sus vidas y, así, con sencillez, audacia y alegría se convierten en transformadores eficaces.