Una providencial estela de educación y responsabilidad

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Cristo es modelo por antonomasia de maestros, “camino, verdad y vida” para el hombre. Los Santos Padres aunaron la doctrina de Cristo y el legado greco-latino.

Se supera con esfuerzo el abismo cultural tras la caída de Roma y la llegada de bárbaros y musulmanes, de manera especial a través de la vida monástica. Va fraguando una síntesis que culmina en la fundación de las Universidades. Es el tiempo de la Escolástica.

El Renacimiento, hijo de la Cristiandad, ve surgir una visión del hombre como “autor de su propia grandeza” (P. Mirandola), el individualismo y el pragmatismo (Lutero, Maquiavelo…), y el distanciamiento de las ciencias respecto de la visión teológica del mundo. Se afirma que el saber es la llave del poder y hará al hombre dominador de la naturaleza. Pero este individualismo genera masas de personas sin recursos ni cultura. Aparecen entonces valientes iniciativas educativas para los más pobres (J. Calasanz) sin olvidar la “formación de selectos”.

La preocupación de La Salle (s. XVII) por la formación de maestros y el socorro de los desfavorecidos, es coetánea de pedagogos como Comenius. Con la Ilustración se extiende el laicismo. Rousseau aboga por un “naturalismo pedagógico” que desafía a la autoridad como referente educativo. En línea más matizada aparecen Pestalozzi, Froebel o Herbart.

En el s. XIX, brota una catarata de iniciativas lideradas por hombres y mujeres excepcionales: maristas, salesianos, claretianos… Juan Bosco será espejo de esta vitalidad, con su método preventivo. Hasta estos momentos los estados ofrecen una inoperancia educativa digna de reflexión. Tal vez tenga algo que ver que “sólo educa el que ama”, y el Estado, lo que se dice amar… más bien poco.

La “escuela nueva” inspirada en Rousseau toma al alumno como referencia, y pugna con una educación positivista y pragmática (Stuart Mill, Ardigó, Spencer…), con una orientación profundamente laicista. Y emerge, providencial, el P. Manjón y sus Escuelas del Ave-María: educación integral y centrada en el alumno, contacto con la naturaleza, libertad, alegría…

En el siglo XX se confrontan diferentes modelos educativos: tecnológico, critico-liberador,… La educación personalizada, con Stefanini y García Hoz, se opone a la deshumanización. En este marco de humanismo cristiano podríamos situar la inspiración que mueve, entre otros, a nuestro P. Tomás Morales y a Abelardo de Armas, que dedicaron sus vidas a la formación de los jóvenes mirando con realismo práctico y apostólico a su destino y vocación, a un tiempo humana y divina. Hoy nos toca tomar el testigo para educar en este tiempo de crisis.

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