El año 2003 recibí un regalo de cumpleaños curioso para un hombre hecho y derecho. La colección completa de Las crónicas de Narnia, del escritor británico C.S. Lewis. Quizás quienes me lo regalaron conocían bien mi gusto por la literatura fantástica, pero lo cierto es que aquel libro escrito para niños cautivó mi imaginación inmediatamente.
Devoré los siete libros en varias noches y mi mente se pobló de armarios que servían para ir de un mundo a otro, de brujas malignas que instauraban un invierno de cien años y de niños que se convertían en héroes al cumplirse las antiguas profecías. Pero sobre todo descubrí cómo la fantasía era una puerta para mostrar la realidad, en este caso, la realidad de la fe. Y pude releer con ojos de niño el momento de la creación del mundo, el origen del mal y del pecado, la redención y la salvación del hombre, la historia de la humanidad hasta llegar al apocalipsis y el más allá. Y, sobre todo, descubrí a Jesucristo en el gran león de Judá que era Aslan, el protagonista de la saga.
Justo en ese tiempo D. Fernando Sebastián, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, me había propuesto dirigir la delegación de enseñanza de la diócesis, y en seguida me vino la idea de que aquella obra literaria podría servir para acercar el cristianismo a los más jóvenes. Recuerdo que le expliqué a D. Fernando la idea de recrear Narnia en los distintos lugares de Navarra y que él me miró refiriéndose al proyecto como «esas cosas tuyas» que él no entendía muy bien.
Inicialmente, el proyecto en Navarra consistió en revivir los siete libros en dos años consecutivos, eligiendo para ello un fin de semana en cada trimestre del año escolar. Así nos internamos con el señor Tumnus en los hayedos y bosques frondosos del entorno de San Miguel de Aralar, viajamos con Reepicheep en El viajero del alba a los acantilados de Hendaya o nos internamos en las cuevas de Zugarramurdi rememorando el libro de La silla de plata. Un lujo de paisajes y el inicio de una aventura que pronto se trasladaría a Madrid.
En la diócesis de Getafe, donde volví a ejercer como delegado diocesano de enseñanza, les conté a los profesores de religión este y otros proyectos que habíamos realizado en Pamplona. Y el entusiasmo y las ganas de ponerlo en marcha nos animaron a realizarlo de nuevo. Esta vez el lugar mágico elegido fue el Real Sitio de la Granja de San Ildefonso, en Segovia. La colaboración del Ayuntamiento y de Patrimonio Nacional fueron claves para que se pudiese llevar a cabo. Aunque la sorpresa nos vino al comprobar el número de los niños que querían asistir. Frente a los doscientos alumnos que participaban en Navarra se apuntaron ¡¡dos mil niños!! Y eso solo fue el principio. En estos doce años de edición madrileña del proyecto hemos ido subiendo hasta una asistencia de más de seis mil participantes en las últimas ediciones.
De la mano de Aslan este proyecto ha ido acercando a la fe y a los sacramentos a miles de niños. Entre juegos, música y mil emociones, la magia insondable de Narnia cada año recrea el milagro de la fe y de Jesús que, disfrazado de león, se cuela en los corazones de estos niños y jóvenes.
¡Larga vida a Aslan!