El corazón gigante de Abelardo se multiplicaba con la misión del Perú. Lo vivió impulsando el primer envío de 21 de julio de 1964 en pleno Concilio Vaticano II, cuando partieron los dos primeros cruzados, en el mismo avión que el cardenal Juan Landázuri, y en apoyo del obispo misionero monseñor Antonio Hornedo, connovicio del P. Morales. Lo revivió más a fondo cuando organizó y acompañó el segundo y definitivo envío de 15 de octubre de 1986. Lo acariciaba y forjaba en campamentos, ejercicios espirituales, jornadas, cuando animaba al movimiento a diez años de formación y diez de expansión.
Siguió paso a paso a los cruzados y militantes que saltamos al Perú. Inolvidables serán sus palabras de despedida a Emilio Iglesias, José María Bellido y Santiago Manso, en 1986, alentándoles a ser fieles al estilo de vida que debía de prender con fuerza en los jóvenes peruanos. Sus consejos a través de la correspondencia y la charla personal con motivo de nuestras visitas serán siempre nuestro mejor aliento en la misión.
Aunque nunca pisó tierras peruanas, se ha hecho presente a través de sus libros y especialmente sus charlas que tantas veces hemos compartido en ejercicios espirituales, en retiros, misiones, jornadas.
Quiero destacar, de modo particular, la correspondencia mantenida con militantes, representados en Ángel Santa María, quien generosamente me las ha enviado. Selecciono una de ellas:
A los militantes de Tacna: Madrid 25 febrero 1998. Miércoles de Ceniza.
Muy queridos Wilson, Mario, Jimmy, Franco, Yuri, Roger, Luigi, César, Eduardo y Edgar. Y todos los militantes de Tacna.
Vuelvo a repetiros el muy queridos, porque pongo todo mi corazón en esta carta. Y quiero haceros constar que es un corazón herido por el amor que me expresáis, no solo con las líneas que me escribís, sino con la vida que se refleja en esas líneas. Doy muchas gracias a Dios por todo lo que está haciendo con vosotros. Es él y solamente él, junto al Corazón de la Virgen, el que en su Trinidad Santa os mantiene al fuego de su amor.
Leer vuestras cartas es como una lanza que se clava en mi alma. De veras que gozaría inmensamente teniendo vuestras personas ante mis ojos, pero esto es un deseo imposible, ya que ni siquiera me acerco a las distintas provincias de por aquí
[…] Me alegra el saber que he llegado a vosotros, también por cintas grabadas. Algo es algo. Pero lo que más me alegra, y ahí es donde tenéis que poner vuestro corazón, es que vuestras cartas me presentan, como si lo viese en una película, que tenéis dentro, muy dentro a Jesús y a vuestro lado, cogiendo vuestras manos, a la madre Santísima, la Virgen María, que no se separa del Cristo que habita en vosotros, ni de día, ni de noche.
No puedo extenderme más. Quedo todo vuestro en los Corazones de Jesús y María. Un abrazo muy fuerte para todos y cada uno con el amor que ellos ponen en mí para que os quede expresado en letras vivas. Vuestro.
Abelardo de Armas