Te querré… ¿mientras me apetezca?
El verdadero amor sabe esperar
Alfonso Aguiló Pastrana
Hoy día, la mayoría de las mujeres sostienen su derecho a la libertad sexual. Pero la única libertad sexual que yo he deseado es la de estar felizmente casada. Desde mi adolescencia sabía que debía guardarme para el matrimonio, y nunca he tenido la más mínima duda sobre mi decisión.
La castidad antes del matrimonio es una cuestión de integridad. Para mí, el verdadero sentido del acto sexual consiste en ser el supremo don de amor que pueden darse mutuamente un hombre y una mujer. Cuanto más a la ligera entregue uno su propio cuerpo, tanto menos valor tendrá el sexo.
Quien de verdad ama a una persona, quiere casarse con ella. Cuando dos personas tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio no se tratan una a otra con total respeto.
Pienso así desde que tenía 14 años. Por aquel entonces ya había observado el destrozo que producía el sexo frívolo en las vidas de algunos compañeros de escuela. Ya entonces me resultaba evidente que cuando se separa matrimonio y sexo, se difumina la diferencia entre estar casado y no estarlo, y se devalúa el matrimonio mismo. Quiero casarme con un hombre que tenga un concepto de la mujer lo bastante elevado como para guardarse íntegro para su esposa.
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Ilustración de José Miguel de la Peña |